La supuesta ‘clase media’ no va al cielo
Ya es hora de que el 10% más rico asuma su responsabilidad climática
La desigualdad está en el centro de la crisis climática y todo indica que será cada vez mayor. Sabemos que los devoradores de planeta no son abstracciones, tienen nombre y apellidos, desde los principales accionistas de las grandes corporaciones transnacionales hasta los ejecutivos y lobistas esparcidos por todo el sistema que hacen funcionar la máquina de destrucción. Podemos situarlos en el 1% más rico de la población, aunque existen gradacione...
La desigualdad está en el centro de la crisis climática y todo indica que será cada vez mayor. Sabemos que los devoradores de planeta no son abstracciones, tienen nombre y apellidos, desde los principales accionistas de las grandes corporaciones transnacionales hasta los ejecutivos y lobistas esparcidos por todo el sistema que hacen funcionar la máquina de destrucción. Podemos situarlos en el 1% más rico de la población, aunque existen gradaciones. También sabemos que la mayoría más pobre ha contribuido poco al calentamiento global, pero ya está pagando el precio más alto: en 2023, miles de personas lo pagaron con su vida en el transcurso de los fenómenos meteorológicos extremos. Pero ¿y la clase media?
Esta pregunta es espinosa. Debería haberse abordado hace décadas, pero, como todo en la emergencia climática, se ha ido posponiendo. Un estudio reciente de Oxfam ha demostrado que el 1% más rico, constituido por quienes ganan más de 140.000 dólares al año, emite más contaminación por carbono que los 5.000 millones que componen el 66% más pobre. Un año de emisiones del 1% más rico podría causar 1,3 millones de muertes más por calor en las próximas décadas.
No hay duda sobre el ADN en la escena del crimen. La cuestión es que el 10% más rico también es responsable: con su modo de vida, causa el 50% de las emisiones de carbono. Según Oxfam, en esta categoría entran las personas que ganan más de 41.000 dólares al año. Este grupo tiende a creer que son de “clase media”, ni de aquí ni de allá, ni culpables ni inocentes... pero no. A escala mundial, la pobreza es tan extrema y la desigualdad tan enorme que poco más de 3.400 dólares al mes es el parámetro que define a una persona rica. Mucho más numerosos que los superricos, los hábitos de consumo de los ricos que se creen de clase media también son decisivos para el colapso climático.
No hay duda de que detener el calentamiento global depende de políticas públicas y cambios estructurales que van mucho más allá del individuo. Pero eso no significa que esté libre de cualquier responsabilidad. Les toca a todos enfrentarse al imperativo de cambiar su forma de existir. No un poco, sino radicalmente. Empezando por la alimentación, responsable de una parte significativa de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, especialmente la industria de la carne. Este sector de la población también es el que, por tener mayor acceso a la educación y a todos los lugares, tiene más posibilidades de influir en las políticas públicas y contribuir a que el 66% más pobre y afectado por la crisis climática tenga más poder y control sobre las políticas públicas, que hoy están mayoritariamente en manos del 1%.
Cada vez más, los ricos que se creen de clase media tendrán que responder por su modo de vida, al descubrir que sus manos también están manchadas de sangre. No hay tiempo ni elección: es eso o correr el riesgo no solo de morir, sino de seguir matando.