Juegos de guerra

Los asaltantes al Capitolio no pensaban que habían venido a destruir la democracia. Habían venido a salvarla en un juego de realidad mixta llamado ‘Make America Great Again’

Partidarios de Donald Trump, durante el asalto en Washington al Capitolio el 6 de enero de 2021.SAUL LOEB (AFP)

Un aspecto del asalto al Capitolio que siempre me ha interesado es el hecho de que fue documentado por los propios asaltantes en las redes sociales en tiempo real. No es exactamente habitual que los propios criminales faciliten la documentación. El ecosistema de tecnologías que utilizaron para prepararse, movilizarse, y comunicarse durante los d...

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Un aspecto del asalto al Capitolio que siempre me ha interesado es el hecho de que fue documentado por los propios asaltantes en las redes sociales en tiempo real. No es exactamente habitual que los propios criminales faciliten la documentación. El ecosistema de tecnologías que utilizaron para prepararse, movilizarse, y comunicarse durante los días que siguieron a las elecciones habría ofrecido un retrato tridimensional del movimiento antes y durante el asalto sin requerir su consentimiento o colaboración. Sus mensajes en foros, sus datos de geoposicionamiento, tarjetas de puntos en tiendas y gasolineras. Sus fotos compartidas y sus cameos bajo cámaras de vigilancia conectadas a sistemas de reconocimiento facial. Operando involuntariamente en la intersección entre una industria tecnológica fundamentalmente extractiva y un contexto sensible a la seguridad nacional, dejaron un enorme rastro de miguitas que facilitó enormemente la rápida identificación de los asaltantes. Pero los actos verdaderamente criminales son los que quedan recogidos en su propia documentación.

La multitud armada que entró en el Capitolio hace tres años con la intención de revertir por la violencia un resultado electoral dedicó buena parte del asalto a grabar vídeos, imágenes y mensajes y subirlos a la red social. Muchos transmitieron en vivo o se grabaron a sí mismos participando en actos de vandalismo, allanamiento y violencia. Lo hicieron, no porque pensaban que el asalto tendría tanto éxito que nunca serían condenados por su actuación. Se aseguraron de dejar la prueba irrefutable de su participación en la gresca porque, en su cabeza, no eran parte de una conspiración sediciosa para derrocar al Gobierno. Horas antes el entonces todavía presidente les había dicho “si no lucháis como el demonio, ya no tendréis un país”. Después les dijo: “Os queremos. Sois muy especiales”. Cuando, días más tardes, vinieron a buscarlos a la puerta de su casa, se quedaron tan sorprendidos como el que venía a putodefender España. En su cabeza no habían venido a destruir la democracia. Habían venido a salvarla en un juego de realidad mixta llamado Make America Great Again. Hasta entonces, nada parecía del todo real.

“Las personas adoptan estas identidades digitales porque son una versión más perfeccionada de sí mismas y pueden hacer cosas que no pueden hacer en el mundo real”, le dice Steve Bannon a Errol Morris en su documental American Dharma, estrenado en 2018. Es algo que había aprendido especulando en el mercado negro virtual de la industria de los videojuegos masivos online. Después habla de Pasión de los fuertes, la película de John Ford sobre el duelo de O.K. Corral y le dice “es una versión idealizada del Oeste estadounidense. Eso es lo que ofrecen estas comunidades digitales”. Por comunidades quiere decir el sistema de comentarios de su página Breitbart y la red social de la ultraderecha americana donde tres años más tarde se gestó la insurrección. Y la versión idealizada del salvaje Oeste es el juego de realidad mixta donde el racismo es patriotismo, el asesinato es justicia y la insurrección es una batalla heroica por proteger la Constitución y la libertad. Como decía J. G. Ballard, antes o después todos los juegos se vuelven serios. La pregunta es durante cuanto tiempo vamos a seguir participando en su juego, respondiendo con la misma desesperante falta de imaginación.

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