España defendida
Los que hemos criticado la vergonzosa sumisión de Sánchez a Washington, a Rabat o a Waterloo, ahora debemos reconocer su valentía frente a Tel Aviv. Pero hay una derecha que no se entera de nada
España está en crisis diplomática con Israel a raíz de las palabras del presidente Sánchez. Palabras tibias que piden un alto el fuego donde debería pedirse el fin de una ocupación, que pretenden que Israel mate menos o mejor, pero reconociendo su derecho a matar, que hablan de ...
España está en crisis diplomática con Israel a raíz de las palabras del presidente Sánchez. Palabras tibias que piden un alto el fuego donde debería pedirse el fin de una ocupación, que pretenden que Israel mate menos o mejor, pero reconociendo su derecho a matar, que hablan de “insoportable número de muertes” donde deberían hablar de genocidio, que equiparan a invasor e invadido. Y, sobre todo, palabras vacías que no incluyen ninguna medida de presión; todo lo contrario, acompañan millonarias compraventas españolas a la industria armamentística israelí. Pero, pese a todo, palabras necesarias en un Occidente donde casi nadie se atreve a la más mínima crítica a Israel, no vayan a acusarnos de terroristas. O peor aún: de antisemitas.
Los que hemos criticado la vergonzosa sumisión de Sánchez a Washington, a Rabat o a Waterloo, ahora debemos reconocer su valentía frente a Tel Aviv. Pero hay una derecha que no se entera de nada y dice que esta crisis diplomática es otra metedura de pata internacional del presidente, como cuando se cargó la tradicional buena relación con Argelia. No es cierto: la relación de Israel con España es mala desde tiempos de Franco. Sánchez la pifió con Argelia desoyendo la opinión de la ONU sobre el Sáhara, mientras que aquí se enfrenta a Israel haciendo valer el derecho internacional de la ONU.
Esa derecha que falsamente le acusa de desprestigiar a España en el extranjero está en buena medida comprada por el dinero sionista, cosa que callan mientras denuncian que la izquierda está financiada por Soros. Callan también ahora sobre lo que machaconamente habían bautizado como “cultura de la cancelación”, porque ya no es “la progresía” la canceladora sino los sionistas, que pretenden “cancelar” en España a políticos y periodistas. Primero fueron a por Belarra y no dijimos nada porque no somos de Podemos. Luego fueron a por Sánchez y no dijimos nada, porque no somos del PSOE. Pero, ¿quién quedará para decir algo sobre un Marruecos que se ha convertido en socio prioritario de Israel, o sobre los anglos, que mantienen su colonia en Gibraltar igual que sus socios israelíes mantienen sus colonias en Palestina, o sobre Puigdemont y los independentistas, que no buscan el favor de Rusia sino de Israel?
Nuestras derechas acabarán callando sobre todo lo que les pida Netanyahu, en vista de que no están siendo capaces de cerrar filas con y por España en un momento en que Israel está inventándose las gravísimas acusaciones de que estamos favoreciendo a Hamás. Y va más allá: dice que Hamás (una facción que solo opera en la región palestina) es lo mismito que ISIS o Al Qaeda (yihadistas de ámbito global) y, por lo tanto, o aplaudimos que Israel asesine un niño cada 15 minutos o acabaremos sufriendo las consecuencias en forma de atentados en Madrid y Barcelona. Estas palabras son, como mínimo, un desprestigio intolerable hacia España. Una amenaza en el peor de los casos, sabiendo que provienen de la patria del Mossad, expertos en bombardear a sus aliados en “operaciones de falsa bandera”. Como decía Quevedo, España ha de estar defendida “de los tiempos de ahora y de las calumnias de los noveleros y sediciosos”. La pregunta es quién está dispuesta a defenderla de todos ellos. Quién está dispuesto a ser patriota antes que político.