El PSOE y su marca blanca

Sánchez ha hecho un metódico trabajo de domesticación del espacio a su izquierda

Foto de familia del nuevo Gobierno de coalición entre el PSOE y Sumar.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Del PSOE de Pedro Sánchez ya sabemos que poco puede esperar la clase trabajadora, ni nadie que no reine en Marruecos o en un palacete de Waterloo. Hace décadas que se dice que el partido ha cambiado sus siglas. Que ya no es socialista, ni obrero, ni español solamente (pues americano también). Pero Sumar está recién aparecido y ya se dice de ellos que son “Sumar-ca blanca”. La versión Hacendado del PSOE, que calla precisamente sobre ...

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Del PSOE de Pedro Sánchez ya sabemos que poco puede esperar la clase trabajadora, ni nadie que no reine en Marruecos o en un palacete de Waterloo. Hace décadas que se dice que el partido ha cambiado sus siglas. Que ya no es socialista, ni obrero, ni español solamente (pues americano también). Pero Sumar está recién aparecido y ya se dice de ellos que son “Sumar-ca blanca”. La versión Hacendado del PSOE, que calla precisamente sobre Mercadona y su “capitalismo despiadado”, que decía Ione Belarra. Y no es que sus cinco ministros sean mejores o peores, sino que el PSOE ha hecho un metódico trabajo de domesticación del espacio a su izquierda.

Comenzó en 2020, con el Gobierno de coalición junto a Podemos, cuando el PSOE se quedó con los ministerios de política material (de Economía a Exteriores) mientras cedía los ministerios más dados a la batalla cultural (Igualdad, Agenda 2030, Consumo y Universidades). Estos han sido los puestos favoritos de la izquierda entonces morada y ahora rosada, centrados en intentar cambiar la mentalidad y las entrañas de la gente, por no poder cambiar la mentalidad y las entrañas del sistema. Aquella estrategia culturalista se repite: Cultura para Ernest Urtasun, Agenda 2030 para Pablo Bustinduy, Juventud e Infancia para Sira Rego. Desde estos ministerios nos sermonearán sobre los peligros para el medioambiente de poner el aire acondicionado, que “la tortura no es cultura” o que Eurovisión será la tumba del fascismo. Y absorberán gustosamente el descontento popular, como hicieron Montero y Garzón con el solo sí es sí, los juguetes sexistas y los chuletones contaminantes. Mientras tanto, seguirán pasando desapercibidos Vivienda, Educación o Industria en manos de “socialistas” multipropietarios cuyos hijos van a la privada y que creen, como decía Solchaga, que la mejor política industrial es no tener ninguna.

La misma lógica neoliberal repetirá Sira Rego: que la mejor política migratoria es no tener ninguna. La dejarán hablar de los menas y les niñes, pero no sobre aquello que le correspondería por origen familiar: los más de 6.150 niños palestinos asesinados por el terrorismo de Estado de Israel. Tampoco permitirán a Bustinduy criticar la OTAN, sino que lo pondrán a las órdenes del otanismo sin fusiles que representa la Agenda 2030 o el Foro Davos.

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El PSOE los aparta de cualquier cargo de responsabilidad exterior, desactivándolos como hizo en la legislatura anterior con Yolanda Díaz y Alberto Garzón, los “peligrosos comunistas”, al darles ministerios capados con varias competencias descentralizadas a nivel autonómico. Lo mismo le hace ahora a Mónica García, con un Ministerio de Sanidad cuya gestión se está resquebrajando en taifas, con el beneplácito por cierto de la “izquierda plurinacional” a la que pertenece, que le quiere plantar cara a Ayuso pero no a lendacaries y puchdemonios.

Además, por si esta izquierda fuera poco, tendremos que soportar a una derecha más perdida que el barco del arroz, que seguirá sin enterarse de nada e intentando convencernos de que la Rego es de Hamás, Mónica García de la ETA y Bustinduy y Urtasun castro-chavistas. De que el problema de esta progresía bohemio-burguesa bruselo-washingtoniana es en realidad su totalitarismo nacional-bolchevique moscovita-pekinés.

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