Peligro de congelación en Ucrania
La guerra en Gaza obliga a los aliados de Kiev a dividir su apoyo, lo que beneficia a Rusia
La guerra en Ucrania continúa con el espantoso balance de destrucción y muerte que la caracteriza desde que empezó, hace ya 20 meses, pero, eclipsada por las dimensiones de la guerra de Gaza, se ha mermado ...
La guerra en Ucrania continúa con el espantoso balance de destrucción y muerte que la caracteriza desde que empezó, hace ya 20 meses, pero, eclipsada por las dimensiones de la guerra de Gaza, se ha mermado el interés que genera en el resto del mundo. A nadie como a Vladímir Putin beneficia tanto la apertura de un segundo frente en Oriente Próximo, puesto que obliga a Estados Unidos a distribuir entre Israel y Ucrania los suministros bélicos, la munición artillera y los sistemas de defensa antiaérea. Además, distrae la atención de los aliados de Kiev, introduce un elemento de discordia entre ellos e impulsa al alza los precios de la energía en beneficio de las arcas del Kremlin.
Aunque Putin ha conseguido una ventaja de orden geopolítico, sigue no obstante sin vencer en el frente terrestre, donde apenas ha obtenido minúsculos avances que, eso sí, le sirven para confirmar el estancamiento de la ofensiva ucrania, que pretendía romper las defensas rusas antes del invierno e iniciar una penetración suficiente que empujara a Moscú a la negociación.
Con todo, ni la determinación ni la unidad de los aliados europeos han mermado respecto a lo que sucede en su frontera este, especialmente después del fracaso electoral de la extrema derecha polaca. El previsible retorno de Donald Tusk al Gobierno de Varsovia es una buena noticia para Volodímir Zelenski y para Bruselas. La mayor preocupación estratégica para Kiev es ahora el futuro de la ayuda militar de Estados Unidos, sometida a corto plazo a la parálisis del Congreso, provocada por la radicalización del Partido Republicano y, a plazo más largo, por una hipotética victoria de Donald Trump en las elecciones de 2024. Joe Biden está intentando sortear el obstáculo presupuestario con la inclusión de la ayuda militar a Ucrania y a Israel en un mismo paquete, pero poco puede hacer para garantizarla en 2025 gane quien gane las elecciones. Si Estados Unidos se inhibiera entonces, todo quedaría en manos de Europa, que ya ha demostrado su dudosa eficacia y escasa coherencia en política exterior y de defensa a la hora de coordinar la reacción diplomática a la guerra de Gaza.
La duración de ese conflicto es un factor adicional de enorme repercusión estratégica. Cuanto más largo sea su alcance temporal y territorial, peor para Kiev. El apoyo de Estados Unidos a Ucrania difícilmente podría competir con el vínculo que le une con Israel desde su fundación. A menos que aparezca un factor inesperado, la invasión de Ucrania se dirige hacia un enfriamiento y, acaso, hacia la congelación a falta de condiciones para que ambas partes se sienten a negociar el alto el fuego y la paz. No es en absoluto una perspectiva consoladora, porque son precisamente los conflictos sin resolver los que conservan todo el potencial explosivo. Como estamos viendo en Oriente Próximo, de ellos terminan surgiendo conflictos todavía mayores.