Un peligro mundial

Tras causar estragos en EE UU, el consumo de fentanilo amenaza con extenderse globalmente

Un hombre fuma fentanilo en las calles de Albuquerque, Nuevo México, en diciembre de 2021.Europa Press/Contacto/Roberto E. Rosales

El tráfico y consumo de fentanilo se ha convertido en un problema de salud de primer orden en Estados Unidos, ha dado nuevas alas al narcotráfico internacional —especialmente a los poderosos carteles mexicanos—, ha creado inéditas tensiones internacionales y amenaza ahora con extenderse a una escala importante a Europa. Se trata de un escenario para que el que las autoridades europeas —a nivel comunitario y nacional— aún tienen margen de prevención. Sin alarmismo, pero siendo consci...

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El tráfico y consumo de fentanilo se ha convertido en un problema de salud de primer orden en Estados Unidos, ha dado nuevas alas al narcotráfico internacional —especialmente a los poderosos carteles mexicanos—, ha creado inéditas tensiones internacionales y amenaza ahora con extenderse a una escala importante a Europa. Se trata de un escenario para que el que las autoridades europeas —a nivel comunitario y nacional— aún tienen margen de prevención. Sin alarmismo, pero siendo conscientes de la gravedad de la amenaza.

El fentanilo es un medicamento 50 veces más potente que la heroína. Desarrollado en el campo de la anestesiología ha saltado de los quirófanos a las calles y, una vez distribuido en su forma ilegal, ha engrosado la llamada epidemia de los opiáceos, responsable de cientos de miles de muertes al otro lado del Atlántico. Solo en EE UU, según datos oficiales, en 2020 murieron 91.799 personas por sobredosis de estas sustancias. En 2021 la cifra ascendió a 106.699 y en 2022 han sido las responsables de al menos dos terceras partes de las 110.000 muertes registradas por esa causa. Se la considera la peor crisis sanitaria de su historia reciente, solo a la altura del sida en los años ochenta y la pandemia de la covid-19.

Un aspecto especialmente sangrante de esta crisis es que su introducción en el consumo habitual no se hizo mediante el menudeo clandestino de drogas en las calles, sino en las consultas médicas, donde el fentanilo era recetado por decenas de miles de médicos para el tratamiento de dolores crónicos no oncológicos. También por decenas de miles, los afectados demandaron al fabricante por engaño manifiesto sobre la dependencia que creaba el medicamento —OxyContin—, cuyos beneficios económicos hicieron del laboratorio —Purdue Pharma— un gigante farmacéutico, hoy objeto de un macroproceso judicial. De este modo, el narcotráfico internacional pudo aterrizar en un mercado ya creado con dosis mucho más potentes y peligrosas. Los cárteles mexicanos se han beneficiado especialmente de esta nueva vía, lo que ha llevado a roces de México con China —principal suministrador mundial de las sustancias con las que se fabrica la droga— y con EE UU, donde las voces más extremistas reclaman una intervención militar directa contra el narco. Por su parte, EE UU ha decretado sanciones contra 17 personas y empresas chinas a las que acusa de lucrarse con este tráfico ilegal. El pasado julio Washington convocó a 84 países para establecer una “alianza mundial” contra esta sustancia.

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El consumo de fentanilo en Europa no ha alcanzado tan dramáticas dimensiones, pero su letalidad, su poder de adicción y la relativa facilidad de transporte obligan a tomar las medidas legales, policiales e informativas necesarias para evitar que el continente se convierta en un nuevo escenario de esta lacra.


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