Embestidura

La degradación institucional es estentórea: el expresidente gallego solo pretende marear, hacer campaña

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, este domingo en un acto en Santiago de Compostela.XOAN REY (EFE)

Alberto Núñez Feijóo ya no intenta su investidura. La troca por la embestidura, lo que desnaturaliza aquella figura constitucional y de paso deja al Rey con el paso cambiado. Como hizo Mariano Rajoy, pero este con la sinceridad de reconocer su impotencia. Ahora la degradación institucional es estentórea: el expresidente gallego solo preten...

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Alberto Núñez Feijóo ya no intenta su investidura. La troca por la embestidura, lo que desnaturaliza aquella figura constitucional y de paso deja al Rey con el paso cambiado. Como hizo Mariano Rajoy, pero este con la sinceridad de reconocer su impotencia. Ahora la degradación institucional es estentórea: el expresidente gallego solo pretende marear, hacer campaña, presentarse como un moderado para tejer a medio plazo sintonías con los nacionalistas.

¿Campaña moderada? Su matrimonio con Vox y su oscuro pasado al timón del yate del narcotraficante Marcial Dorado —dijo que solo sabía que era contrabandista, genial y bárbara excusa— es lo que le coloca a él mismo, pese a sus promesas moderadas y su temperamento pausado, en territorio ultra. Callejero. Sus vaivenes son retóricos: habla como el andaluz Juanma Moreno Bonilla, actúa como Isabel Díaz Ayuso.

Cada vez que debe optar, apuesta por el extremismo. Endeblez oceánica. Si tanto le molesta Santiago Abascal, no habría forzado a la extremeña María Guardiola a tragarse su dignidad, ni al murciano Fernando López Miras a deglutir su negativa al pacto con Vox. Obras son amores y no buenas razones. Si de verdad defendía elegir a la lista más votada, haberlo acreditado antes en Canarias y Extremadura.

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Y hete aquí que oscilando, dudando si arrimarse a Escila o a Caribdis, acaba siempre poniéndose firme ante el Jefe, Josemari Aznar. Ahora su embestidura pretende que todos los demás son anticonstitucionales. Cuando quien se opuso al título VIII de la Carta Magna fue su padrino, Manuel Fraga. Y quien actuó en modo “beligerante” contra la Constitución fue el falangista Aznar, según confesó en Nueva Rioja (23 febrero 1979).

La derecha azul-negra ataca a diestro y siniestro. Nada propone. Ahora apunta contra la Gracia (artículo 62 de la Constitución), sugiere complicidad con el terrorismo (al enarbolar contra su ejercicio el digno y compartido lema del ¡Basta ya!); antes machacó el Estatut; o denigró los indultos del procés.

Olvida que Aznar blanqueó en 1998 a ETA, cuando aún mataba, como Movimiento Vasco de Liberación. El PP recurrió contra 30 artículos del Estatut catalán de 2006 que calcó el andaluz —toma igualdad, siempre contra Cataluña—, amén de organizar mesas petitorias, callejeras, claro, para reventarlo, una mofa de referéndum. El propio Aznar indultó en un solo día, el 1 de diciembre de 2000 y con alegales excusas religiosas, a 1.443 reos. Y en 1996, a 16 terroristas de Terra Lliure. Si ellos lo hacen, es magnanimidad. Si los demás —embisten—, es traición a la patria.

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