Deberes para el verano

El ocio veraniego de los niños es tan importante como reservar tiempo para alguna actividad intelectual

Unos niños jugaban en el patio de un colegio de Madrid, en julio de 2022.Eva Iglesias (EFE)

Algunos niños comienzan el verano con cuadernos repletos de tareas. Otros tienen por delante casi dos meses y medio de vacaciones sin ninguna obligación escolar que realizar. Entre uno y otro extremo se desarrolla, como cada año, el debate sobre la conveniencia o no de poner deberes escolares para el verano. Hay pedagogos partidarios de no ponerlos de ningún tipo y otros que los consideran muy convenientes. El debate no está resuelto, pero ha permitido cue...

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Algunos niños comienzan el verano con cuadernos repletos de tareas. Otros tienen por delante casi dos meses y medio de vacaciones sin ninguna obligación escolar que realizar. Entre uno y otro extremo se desarrolla, como cada año, el debate sobre la conveniencia o no de poner deberes escolares para el verano. Hay pedagogos partidarios de no ponerlos de ningún tipo y otros que los consideran muy convenientes. El debate no está resuelto, pero ha permitido cuestionar el modelo de tareas excesivas e indiscriminadas que se venía aplicando. En España se ha abusado mucho de ese auxilio y eso no se ha traducido en una mejor posición en las evaluaciones internacionales. Un alumno de 15 años dedica 6,5 horas semanales a hacer los deberes, cuando la media de la OCDE es de 4,5 horas y los países que encabezan esa clasificación, Finlandia o Corea del Sur, apenas dedican tres.

Hay un consenso en que los deberes no deben ser en ningún caso una acumulación de ejercicios pautados o repetitivos, ni han de suponer una sobrecarga que genere estrés y angustia en el niño. Está demostrado que el exceso de tareas no aporta mayor rendimiento académico y, en cambio, puede contribuir a agrandar las desigualdades sociales. Los hijos de familias con recursos culturales propios o capacidad para pagar refuerzos tendrán ventaja sobre aquellos que tienen un entorno cultural y material menos propicio.

Centrar el debate en la dicotomía “deberes sí, deberes no” simplifica una realidad que es siempre menos esquemática, y además los trabajos pueden ser de muchos tipos. Es cierto, como abogan los partidarios de eliminarlos por completo, que el verano es para descansar, que los niños tienen derecho a un tiempo de ocio y han de poder divertirse, disfrutar de la familia y los amigos y hasta aburrirse, que tampoco es tan malo si eso les obliga a agudizar la imaginación. Pero en España las vacaciones son muy largas y una interrupción tan prolongada de las rutinas y los hábitos puede tener efectos negativos sobre la capacidad de aprendizaje. Obviamente, la situación no es la misma en una familia que tiene recursos para organizar unas vacaciones creativas y estimulantes en las que sus hijos siguen aprendiendo de otra forma, que en las familias agobiadas por el trabajo, con padres con muchas menos vacaciones que sus hijos y sin medios para llenar el tiempo libre, de manera que los niños acaban pasando horas ante las pantallas sin ninguna supervisión. Pautar el día o la semana con la dedicación de los muchachos a algún tipo de actividad intelectual no tiene la menor contraindicación y ayuda a aprender a gestionar el propio tiempo.

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En todo caso, las tareas para el verano deberían diseñarse en función de las necesidades educativas y las características personales de cada niño, en colaboración con su familia: ni estrés sobreactuado ni ocuparlos artificialmente con trabajos mecánicos o anodinos.

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