Que Ayuso destrone a Feijóo
El líder gallego no contaba quizás con irse a la oposición en esta legislatura, pero solo un período tranquilo asumiendo el actual escenario puede estabilizar el vórtice en la derecha
La derecha anda perdida sin entender por qué entre “Sánchez o España” resulta que el Frankenstein podría reeditarse tras el 23-J. Les cuesta aceptar que Partido Popular y Vox no lograron sumar suficiente, ni en el pico más alto del antisanchismo. Por eso, hay un clima de opinión sutil que quiere dar por amortizado a Alberto Núñez Feijóo, en aras de algo más duro. ...
La derecha anda perdida sin entender por qué entre “Sánchez o España” resulta que el Frankenstein podría reeditarse tras el 23-J. Les cuesta aceptar que Partido Popular y Vox no lograron sumar suficiente, ni en el pico más alto del antisanchismo. Por eso, hay un clima de opinión sutil que quiere dar por amortizado a Alberto Núñez Feijóo, en aras de algo más duro. Algunos desearían que Isabel Díaz Ayuso agarrara el cetro de Génova 13 mañana mismo.
Es el modus operandi del acoso y derribo contra el Gobierno, que se le ha vuelto en contra a la derecha como estrategia política. Empezó con el envite de Albert Rivera en 2019, desplomando a Ciudadanos en la repetición electoral de aquel 10-N. Fue seguido por Pablo Casado durante la pandemia, tras una actitud de histerismo en el Congreso —luego cayó él, a manos de su partido—. Este domingo debía ser la puesta de largo de Feijóo, tras su lema de “derogar el sanchismo”, aunque su victoria aparece deslucida, porque probablemente no podrá superar la investidura.
Así que la derecha está tomada hoy por pulsiones autodestructivas, que son una mole de triturar liderazgos, con tal de sacar del poder a Sánchez. Ningún sacrificio político les parece poco para derrotar al líder socialista al que tanto repudian. Las ansias de llegar a La Moncloa les impiden incluso ver el bosque: Feijóo tal vez no gobierne, pero ha obtenido más de ocho millones de votos, y domina en la mayoría de comunidades. Son los 600.000 apoyos que ha perdido Vox lo que le han costado 20 escaños menos, y quedarse fuera del Ejecutivo de España.
Por eso, estos días algunos moderados tratan de defender a Feijóo de la quema, pese a emplear los argumentos más variopintos. Hay quien culpa a María Guardiola por haber destapado la malignidad de los pactos con Vox para luego desdecirse. Otros critican que el líder del PP se ausentara del debate a tres de RTVE —lo habían vendido antes como una jugada maestra, tras vencer a Sánchez en el cara a cara—. Se afea que el PP pidiera la abstención del PSOE para gobernar, en vez de echarse en brazos de Vox. La periodista Silvia Intxaurrondo es el blanco de ciertas críticas por hacer su trabajo. Hay quien hasta se excusa en a las encuestas, como si estas no hubieran sido parte de la burbuja del antisanchismo.
Sin embargo, el problema de la derecha es, de facto, con la comprensión de la territorialidad de España. Nuestro país cada vez está más dividido entre quienes entienden la pluralidad y quienes la repudian. La derecha sabe que solo yendo junta en un bloque monolítico podría arrasar al bloque plural y de izquierdas. Por eso, hace tiempo hablan de ilegalizaciones de partidos, proponen la barrera de voto para que no entren los nacionalistas al Congreso, o exigen que gobierne de la lista más votada. No son competitivos en la España díscola, esa que apoya a Sánchez. De ahí el mantra de “los enemigos de España” —en Cataluña, hoy hundidos electoralmente—, y la demonización a un Gobierno sustentado por muchos partidos.
La cuestión es que el líder gallego no contaba quizás con irse a la oposición en esta legislatura, aún irresuelta. En perspectiva, tampoco fue lo habitual en José María Aznar o Mariano Rajoy eso de llegar y besar el santo, sino que tardaron en desembarcar en La Moncloa. El hecho es que solo un período tranquilo asumiendo el actual escenario puede estabilizar el vórtice en la derecha. Feijóo tiene más autoridad que Casado, por lo que se le supone mayor capacidad para vencer al ruido.
Aunque hay quienes no quieren calma ni sosiego, sino más sacrificios políticos para combatir al sanchismo: véase la sutilidad de Esperanza Aguirre señalando a Ayuso como futuro del PP. Se huelen que esta legislatura podría pivotar sobre un Frankenstein todavía más fuerte. Que se sepa, la presidenta tiene claro cumplir con su encargo de gobernar cuatro años más a los madrileños, y se volcó en la campaña nacional del PP, pese a que la noche electoral ciertas voces coreaban su nombre en la puerta de Génova 13.
¿Y después? El problema es cuando el vórtice cobra vida propia, y ya es imposible parar su tendencia autodestructiva. Un día Feijóo destronando a Casado, quizás un día Feijóo destronado para dar paso a Ayuso. Quedan todavía demasiadas pantallas políticas.