Ovaciones
Los partidarios de confundir la libertad con la ley del más fuerte utilizan hoy la palabra ‘izquierda’ para identificar las ilusiones colectivas con los populismos peligrosos y las dictaduras extranjeras
En un mundo marcado por los fanatismos, suelo desconfiar de las ovaciones. Fomenten más su capacidad de crítica o de admiración y aplaudan menos, suelo pensar ante algunos entusiasmos. Me entristecen los me gusta sin lectura. Confieso aquí mi estado de ánimo para reconocer que me emocionó el largo aplauso recibido por la poeta Gioconda Belli en uno de los actos organizados en el Círculo de Bellas Artes en ...
En un mundo marcado por los fanatismos, suelo desconfiar de las ovaciones. Fomenten más su capacidad de crítica o de admiración y aplaudan menos, suelo pensar ante algunos entusiasmos. Me entristecen los me gusta sin lectura. Confieso aquí mi estado de ánimo para reconocer que me emocionó el largo aplauso recibido por la poeta Gioconda Belli en uno de los actos organizados en el Círculo de Bellas Artes en contra de la censura. Ante la amenaza que supone la entrada de la extrema derecha en las instituciones y la prohibición de autores tan peligrosos como Lope de Vega o Virginia Woolf, numerosos profesionales de la cultura se han movilizado para exigir el derecho a una creación en libertad.
Confieso también que el estado de ánimo con el que he firmado los diversos manifiestos se parece más a mi juventud del siglo pasado que a mi madurez tranquila del siglo XXI. Entonces se apostaba por conquistar la democracia para todos. Ahora nos movilizamos de nuevo para evitar que se degrade la autoridad política en favor de unos cuantos censores de la convivencia. Viaje de ida y vuelta. En mi juventud, la palabra izquierda en España significaba una tradición de lucha por la libertad, un sacrificio firme en la militancia clandestina contra la dictadura. Como entonces, los partidarios de confundir la libertad con la ley del más fuerte utilizan hoy la palabra izquierda para identificar las ilusiones colectivas con los populismos peligrosos y las dictaduras extranjeras.
Se olvida que las principales víctimas de las dictaduras comunistas fueron los comunistas que se negaron a la degradación dictatorial de sus ilusiones sociales. Por eso me emocionó el largo aplauso dedicado a Gioconda, una poeta que combatió la dictadura de Somoza, que se negó después a la degradación sangrienta de la Nicaragua de Ortega y que sigue hoy luchando en España contra la censura y en favor de la libertad creativa.