Invierno

Machado me enseñó que para transformar la historia hay que preguntarnos qué decimos cuando decimos te quiero, soy hombre, soy mujer, somos nosotros o nosotras

El líder de Vox, Santiago Abascal, pronuncia un discurso durante un mitin electoral, este sábado, en Madrid.THOMAS COEX (AFP)

Sentir el frío de invierno en el mes de julio no resulta extraño para quien vive en Buenos Aires, pero resulta una novedad de los últimos tiempos en el calendario político español. Nuestro verano se ve marcado por un clima que discute sobre un invierno democrático, eclipse o degradación, mientras se normaliza institucionalmente a la extrema derecha y a los orgullosos herederos del franquismo. Para los españoles que tenemos más de 60 años la democracia ha sido el asunto de nuestra vida. Empecé a buscar en la poesía lo ...

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Sentir el frío de invierno en el mes de julio no resulta extraño para quien vive en Buenos Aires, pero resulta una novedad de los últimos tiempos en el calendario político español. Nuestro verano se ve marcado por un clima que discute sobre un invierno democrático, eclipse o degradación, mientras se normaliza institucionalmente a la extrema derecha y a los orgullosos herederos del franquismo. Para los españoles que tenemos más de 60 años la democracia ha sido el asunto de nuestra vida. Empecé a buscar en la poesía lo que existe debajo de los silencios y los ruidos cuando me enteré de que, 22 años antes de que yo naciera, habían ejecutado en mi ciudad, Granada, a un poeta. Y estudié filología como reacción a las diversas formas de maltrato que habían recibido Machado, Alberti, María Teresa León, María Zambrano o Miguel Hernández.

La historia no sólo pasa por las grandes fechas y los conflictos sociales, sino también por los sentimientos. Me lo enseñó Antonio Machado. Para transformar la historia hay que preguntarnos qué decimos cuando decimos te quiero, soy hombre, soy mujer, somos nosotros o nosotras. Por eso aprendí rápido que la democracia por la que luchábamos no consistía en poder votar cada cuatro años, sino en alejarnos de la educación sentimental impuesta por los golpistas de 1936… y por los que se habían hecho con España, cuando fracasó su golpe de Estado, vendiendo la nación a Hitler y Mussolini. La broma más cruel de la historia europea hizo que los españoles tuviéramos que cargar con Hitler y Mussolini cuando fueron derrotados en sus países.

No creo que esté en peligro en nuestro eclipse democrático la posibilidad de votar cada cuatro años. Pero sí me parece que pueden avanzar mucho unas dinámicas nocivas que dejan huecas por dentro las formas democráticas. ¿Qué decimos al decir trabajo, igualdad, identidad? Sobre eso vamos a votar en julio.

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