El turismo del futuro
Los buenos datos del sector facilitan las condiciones para abordar su transformación con criterios de sostenibilidad
El turismo ha iniciado 2023 con fuerza. El sector ha dejado atrás las secuelas de la pandemia y parece encaminarse a otro año de récord, superando tanto en ocupación como en ingresos los niveles de 2019, que ya fue un ejercicio histórico. Los datos de reservas de cara al verano son ya muy superiores (un 30%) a los de aquel año y lo hacen después de registrar una campaña de Semana Santa muy positiva y después de recibir 71,6 millone...
El turismo ha iniciado 2023 con fuerza. El sector ha dejado atrás las secuelas de la pandemia y parece encaminarse a otro año de récord, superando tanto en ocupación como en ingresos los niveles de 2019, que ya fue un ejercicio histórico. Los datos de reservas de cara al verano son ya muy superiores (un 30%) a los de aquel año y lo hacen después de registrar una campaña de Semana Santa muy positiva y después de recibir 71,6 millones de viajeros extranjeros en 2022. Las buenas perspectivas turísticas, impulsadas por una robusta demanda externa, sustentan parte de la revisión al alza de las previsiones de crecimiento de la economía española para este ejercicio, según han certificado instituciones como la OCDE y BBVA en los últimos días.
Es precisamente en estas circunstancias de bonanza cuando conviene abordar los problemas a medio y largo plazo de un sector fundamental para la economía española. Desde hace años, tanto las empresas como las autoridades han defendido la necesidad de apostar por la mejora de la calidad y la sostenibilidad de la oferta turística. Tras la pandemia, los clientes también se han vuelto más conscientes del impacto ambiental de la industria, lo que exige notables mejoras en la gestión del agua, de los residuos y de la energía, cuyo consumo aumenta precisamente en las instalaciones de mayor categoría.
Los planes para avanzar hacia la descarbonización de la economía son imprescindibles y especialmente complejos para el sector turístico. Según un informe de la Organización Mundial del Turismo y el Foro Internacional del Transporte, las emisiones de CO₂ del turismo crecieron al menos un 60% entre 2005 y 2016, hasta representar el 8% del total mundial. Solo el transporte es responsable del 5% de las emisiones mundiales y, en España, AENA calcula que la capacidad del tráfico aéreo para este verano aumentará un 4,4%. Las aerolíneas ya han advertido de que la apuesta por los ecocombustibles, imprescindible en cualquier caso, hará que viajar sea una actividad más cara y ahí es donde surge el fantasma del elitismo.
Para España, segundo destino turístico del mundo solo por detrás de Francia, este es un debate decisivo. El turismo supone casi un 12% del PIB del país, un porcentaje similar del empleo y contribuyó en un 61% al crecimiento económico español el año pasado. Su impacto no se limita solo a las grandes cifras económicas, sino que condiciona el día a día de los destinos más populares. La congestión, el ruido y la falta de vivienda asequible son algunos de los problemas que afrontan los residentes en zonas turísticas donde la situación es a menudo dramática e insostenible, como sucede en Baleares. Varias comunidades estudian incluso combatir la masificación a través de una moratoria hotelera, limitaciones a la llegada de cruceros o una regulación más exigente de las viviendas turísticas.
La transformación de esta industria está sobre la mesa de la negociación entre el Gobierno, el sector turístico y las comunidades en el marco de la Agenda 2030. Independientemente del resultado de las elecciones del 28 de mayo (y del de las próximas generales el 23-J), esa es la ruta necesaria para que una potente industria como la del turismo no acabe muriendo de éxito.