Lula atrapado entre el cielo y la tierra

El presidente de Brasil se ha ganado críticas severas por darle un espaldarazo al Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela

Los presidentes de Bolivia , Luis Arce; de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Brasil, Lula da Silva.Andre Penner (AP)

En sus cinco primeros meses de Gobierno, Lula aparece atrapado entre el cielo y la tierra. Está entre su sueño de ser y aparecer como el político más popular del mundo, como lo definió un día Obama, o dedicarse a la dura tarea de hacer de nuevo marchar a un país triste y dolorosamente descarriado por Bolsonaro.

El nuevo presidente brasileño llegó con ganas no solo de devolverle al país su dignidad perdida y fue evidente gracias a su dinami...

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En sus cinco primeros meses de Gobierno, Lula aparece atrapado entre el cielo y la tierra. Está entre su sueño de ser y aparecer como el político más popular del mundo, como lo definió un día Obama, o dedicarse a la dura tarea de hacer de nuevo marchar a un país triste y dolorosamente descarriado por Bolsonaro.

El nuevo presidente brasileño llegó con ganas no solo de devolverle al país su dignidad perdida y fue evidente gracias a su dinamismo en política exterior. En sus primeros cinco meses de presidencia se ha encontrado ya fuera y dentro del país con más de 30 líderes mundiales. Más que Bolsonaro en sus cuatro años al frente del poder.

Al mismo tiempo que construyó un Gobierno de centro izquierda con 37 ministros para enfrentar a un Congreso que sabía que le sería adverso dada su mayoría bolsonarista, Lula dejó enseguida claro que no le bastaba Brasil con sus problemas. Miró más allá. Quedó claro con su dinamismo en participar al debate sobre la guerra de Ucrania colocándose enseguida como mediador mundial ofreciendo su apoyo a la creación de un equipo de países para mediar la paz.

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Reveló también su actividad internacional intentando mediar entre las dos mayores potencias mundiales: Estados Unidos y China, llegando a proponer una moneda alternativa al dólar. Y ahora mismo convocando a Brasilia a los presidentes de Sudamérica con la sorpresa del espaldarazo dado al mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro, negando que el suyo fuera un Gobierno dictatorial.

Mientras tanto, aquí, en su territorio, su Administración empieza a recibir los primeros golpes del Congreso, donde a pesar de sus esfuerzos de regalar ministerios a partidos conservadores y hasta bolsonaristas se ve cada día más acorralado con votaciones adversas. Los congresistas ya le han desbaratado su nueva política progresista sobre el medio ambiente y la defensa de la Amazonia y de los pueblos indígenas, desnudando de sus poderes a los ministerios de Medio Ambiente de Marina Silva y de los temas indigenistas de la ministra Sonia Guajajara.

Y ahora el Gobierno espera con suspense la votación del Congreso que podría anular toda la estructura del Ejecutivo con sus 37 ministerios que deberían ser reducidos a los 13 que tenía su antecesor creándole un verdadero terremoto político. A pesar de tantas concesiones hechas al Parlamento, el Gobierno de Lula no consigue tener mayorías para aprobar sus reformas.

Y la manzana de la discordia, en este mismo momento, ha sido su postura positiva con la Administración de Maduro a quien recibió un día antes que al resto de la Cumbre del Cono Sur, con bombo y platillo y ante quien defendió abiertamente que Venezuela no es una dictadura y que el mundo está haciendo una injusticia con Maduro.

La prensa nacional, así como los blogs políticos más serios y progresistas, han sido duros con la absolución dada a Maduro. Han aplaudido el hecho de que Lula haya vuelto a dialogar con Maduro y su país, algo que había sido execrado por Bolsonaro, pero le han criticado el negar que Venezuela sea una dictadura.

El diario O Globo titula su duro editorial La recepción de Lula a Maduro fue una vergüenza. En este se afirma: “Ningún otro líder de América del Sur recibido en Brasil fue tan elogiado como Maduro. Una cosa es que el Gobierno de Brasil se ofrezca como mediador para una transición democrática, y otra bien distinta, el colocarle un tapete rojo a un dictador llamándolo de demócrata contra todas las evidencias y tratándolo como “amigo de fe, hermano camarada. Triste”.

Hasta el mundo del humor ha tomado parte en la crítica al recibimiento triunfal concedido por Lula a Maduro. El viñetista de O Globo, Chico, retrata al presidente con estas palabras: “Me gustaría decir que no fue eso lo que yo dije que dije”.

En Metropoles, el veterano periodista, Ricardo Noblat, indiscutible en su talante progresista de toda la vida llega a escribir sobre los elogios de Lula a Maduro : “Si no está envejeciendo, Lula sufre un apagón de inteligencia”.

Hay quien asegura, sin embargo, que Lula, en realidad está quebrando paradigmas y provocando escándalo mundial con su política agresiva que no quiere circunscribir a su país sino que se encuentra con fuerza para intentar alargar su liderazgo más allá de las fronteras de Brasil.

Hoy mismo, cuando escribo esta columna está anunciada una conversación telefónica de Lula con el papa Francisco. Brasil se le queda pequeño al actual presidente, que ha vuelto a aterrizar por tercera vez al poder con ganas no solo de recomponer el país del terremoto fascista de su antecesor Bolsonaro, sino de dejar su huella a escala planetaria.

Que a Lula no le ha faltado nunca agudeza política hasta en los momentos más difíciles, como lo fueron su año y medio en la cárcel, está a los ojos de todos. Por ello, hasta sus críticos más duros dejan siempre una puerta abierta ante las posibles sorpresas que aún pueda reservar el ya maduro político que asegura sentirse “con el vigor de un joven”.

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