Mitsotakis necesita nuevas elecciones, Syriza un nuevo rumbo

El coste y el trauma de la gestión de la crisis económica por el Gobierno de Tsipras no se ha borrado de la mente de los votantes

El primer ministro griego y líder del partido conservador Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis, habla frente a la sede del partido, tras las elecciones generales, en Atenas (Grecia), el pasado domingo.LOUIZA VRADI (REUTERS)

El domingo se produjo una gran victoria electoral para el primer ministro Kyriakos Mitsotakis y su partido de centro-derecha Nueva Democracia, pero una derrota aún mayor para el principal partido de la oposición, ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El domingo se produjo una gran victoria electoral para el primer ministro Kyriakos Mitsotakis y su partido de centro-derecha Nueva Democracia, pero una derrota aún mayor para el principal partido de la oposición, el izquierdista Syriza, y su líder Alexis Tsipras.

Nueva Democracia obtuvo casi el 41% de los votos, una cifra ligeramente superior a la de las últimas elecciones de 2019 y varios puntos porcentuales por encima de lo que apuntaban las encuestas. Syriza, sin embargo, obtuvo solo el 20%, más de 11 puntos menos que hace cuatro años. Los sondeos de opinión habían sugerido que obtendrían alrededor del 30% en estas elecciones.

Dado que en estas elecciones se ha utilizado la representación proporcional, el resultado no conducirá a la formación de un Gobierno. Mitsotakis no quiere buscar una alianza con el Pasok, tercer clasificado. El partido de centro-izquierda obtuvo un 11,5% y podría haber sido socio de coalición de Nueva Democracia, pero Mitsotakis prefiere ir a unas segundas elecciones, en las que el partido ganador obtendrá una bonificación de hasta 50 escaños. Esto le daría la oportunidad de ganar una mayoría absoluta en solitario.

A primera vista, esta diferencia entre los dos principales partidos, Nueva Democracia y Syriza, es difícil de explicar. Además de sufrir el desgaste normal de cualquier Gobierno que lleva cuatro años en el poder y ha experimentado el impacto de la covid y de la crisis del coste de la vida, Mitsotakis también se ha encontrado con problemas adicionales.

Bajo su mandato, Grecia ha sufrido el mayor incendio forestal de su historia, tuvo una de las tasas de mortalidad por covid más altas de la UE y, hace menos de tres meses, perdió a 57 personas, en su mayoría jóvenes, en un trágico accidente de tren.

Además, su Gobierno utilizó una campaña de concienciación de la covid para ayudar económicamente a medios de comunicación amigos e impidió una investigación exhaustiva del Parlamento y de autoridades independientes sobre el uso de programas espía en Grecia, incluso después de que se revelara que el Servicio Nacional de Inteligencia había estado espiando al líder del Pasok de centroizquierda, aunque con el visto bueno de un fiscal.

En circunstancias normales, esto habría dificultado, si no imposibilitado, la reelección de Mitsotakis. Pero las circunstancias en Grecia no son normales. En primer lugar, la larga y profunda crisis económica que atravesó Grecia ha dejado muchas heridas, así como una población fatigada que anhela la normalidad y la oportunidad de recuperar el tiempo perdido. Esto ha convertido las cuestiones de naturaleza económica ―crecimiento, inversión, empleo, salarios, coste de la vida― en las principales preocupaciones de los votantes griegos. En estas cuestiones, el electorado confía más en Mitsotakis que en sus rivales. La economía griega creció casi un 6% el año pasado, la inversión extranjera alcanzó cifras récord, el desempleo cayó al 10,9% en marzo ―el más bajo desde 2009― y el salario mínimo se ha incrementado dos veces este año hasta alcanzar el nivel anterior a la crisis de 780 euros al mes.

A Mitsotakis se le atribuyen estos logros, pero los votantes también sienten que no pueden confiar en que Syriza continúe por este camino. El partido de izquierdas aún carga con mucho equipaje de 2015, cuando, como Gobierno nuevo e inexperto, entabló confusas negociaciones con la eurozona sobre un nuevo rescate antes de celebrar un referéndum precipitado, cuyo resultado el entonces primer ministro, Alexis Tsipras, ignoró. El coste y el trauma de este periodo no se ha borrado de la mente de los votantes y cuando Nueva Democracia empezó a plantear dudas sobre el programa económico que Syriza presentó en esta campaña, agravó los temores que los votantes tenían sobre Tsipras en cuestiones económicas.

Los conservadores en el poder argumentaron que las propuestas de Syriza costarían cuatro veces más de lo que afirmaba el partido de la oposición y pondrían a Grecia en riesgo de necesitar otro rescate. Tsipras y su equipo no fueron capaces de dar una respuesta convincente, lo que nos lleva a los otros dos factores definitorios de estas elecciones. El primero, que también hace de Grecia un caso único, es que el panorama de los medios de comunicación está muy inclinado a favor del Gobierno. Desde hace dos años, Grecia ocupa el último lugar de la UE en materia de libertad de prensa, según el índice anual de Reporteros sin Fronteras (RSF). Así, el Gobierno de Mitsotakis ha sido capaz de construir sistemáticamente su narrativa sobre la recuperación de la economía, un sector estatal más moderno y una Grecia más segura de sí misma, a pesar de que existen serias dudas sobre la sostenibilidad del crecimiento, así como sobre la eficacia de la administración pública.

Sin embargo, el hecho de que estas preguntas no se planteen, y no estuvieran en la mente de los votantes el domingo, también se debe a la debilidad de Syriza. Comenzó como una pequeña coalición de partidos de izquierda radical antes de que la agitación de la crisis de la deuda griega la llevara al poder en 2015. Desde entonces, Syriza ha estado buscando una nueva identidad, pero nunca la ha encontrado. En los últimos años, ha intentado situarse como un partido de centroizquierda. La transición, sin embargo, no ha sido convincente y con demasiada frecuencia Syriza se comporta como un partido de protesta. El problema, sin embargo, es que los griegos ―como han demostrado en estas elecciones― están cansados de protestar. Quieren algo más, y Syriza no ha sido capaz de ofrecérselo.

El partido de izquierdas también cometió un grave error estratégico. Votó a favor de la representación proporcional cuando estaba en el poder en 2016, sabiendo que estas serían las primeras elecciones en las que se aplicaría el nuevo sistema. Sin embargo, en esos siete años intermedios, hizo poco por construir consenso alguno con los partidos de la izquierda del espectro político griego. El resultado fue que los votantes no tenían una visión de cómo sería una posible coalición de izquierda/centroizquierda o qué representaría. Una razón más para que los griegos no hayan confiado su voto a Tsipras.

Las elecciones del pasado domingo podrían verse más como una estrepitosa derrota de Syriza que como una notable victoria de Nueva Democracia. El principal oponente de Mitsotakis contribuyó a su victoria y, mientras el primer ministro se centrará en unas nuevas elecciones, posiblemente el 25 de junio, y una mayoría absoluta, Syriza mirará hacia dentro y tal vez comience a preguntarse hacia dónde va desde aquí, si es que va a alguna parte.

Más información

Archivado En