El resquicio de la duda ante los globos chinos

Entre dos versiones contradictorias, es deseable explicar al lector la opción que ofrece más credibilidad en aras de la transparencia

Fotografía cedida por la Armada de Estados Unidos donde aparecen unos marineros asignados al Grupo 2 de Eliminación de Artefactos Explosivos mientras recuperan del mar el globo chino que sobrevoló EE UU, el pasado 5 de febrero.Tyler Thompson U.S. Navy (U.S. Navy EFE)

Es indudable que la palabra espía añade un elemento inquietante a cualquier noticia. Entre globo chino y globo espía, ningún periodista dudaría qué opción elegir para un título y, seguramente, tampoco muchos lectores escaparían a las promesas literarias que ofrece la segunda alternativa. Pero la clave está en cómo se justifica en el texto.

“El Pentágono detecta un globo espía chino sobre territorio de Estados Unidos”. Así inauguró EL...

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Es indudable que la palabra espía añade un elemento inquietante a cualquier noticia. Entre globo chino y globo espía, ningún periodista dudaría qué opción elegir para un título y, seguramente, tampoco muchos lectores escaparían a las promesas literarias que ofrece la segunda alternativa. Pero la clave está en cómo se justifica en el texto.

“El Pentágono detecta un globo espía chino sobre territorio de Estados Unidos”. Así inauguró EL PAÍS el pasado 3 de febrero la cobertura sobre el hallazgo de un aerostato chino en el espacio aéreo estadounidense. En los días siguientes, los acontecimientos conducirían al derribo de la aeronave y a una crisis diplomática entre las dos potencias mundiales, mientras el periódico mantenía el mismo enfoque en los titulares: “Estados Unidos derriba el globo espía chino sobre aguas del Atlántico” o “El globo espía anticipa tiempos difíciles entre China y EE UU”.

Estados Unidos acusó desde el principio a China de utilizar el globo para el espionaje en su territorio, mientras que el país asiático, que admitió enseguida que el artefacto era suyo, ha defendido que se trataba de una nave civil, destinada a la investigación meteorológica y científica, a la que el viento desvió de su rumbo. Son dos tesis contradictorias, recogidas en todas las informaciones por los diferentes redactores que se han ocupado del tema y que en los primeros días tuvieron la precaución de escribir que era un “supuesto globo espía chino”, un “globo chino sospechoso de espionaje” o “lo que parece ser un globo espía chino”. Pero, sobre todo, no se decantaron por ninguna de las dos versiones o, al menos, no incluyeron en los textos ningún argumento que permitiera hacerse la composición de que una de ellas tenía más credibilidad.

No ocurrió lo mismo en los títulos, que fueron más allá de la información, como señalaba esta semana el lector Emilio González López. “Parece bastante evidente, por los titulares, que EL PAÍS da por cierto que el globo chino realizaba labores de espionaje en su paseo por los EE UU. ¿No hay ninguna duda sobre el asunto?”.

Responde Lucía Abellán, redactora jefa de Internacional: “La justificación que ofreció China y la inmediata cancelación por parte de Washington del viaje que tenía previsto hacer el secretario de Estado, Antony Blinken, a Pekín reforzaron, de algún modo, las sospechas estadounidenses. Y, tres días después, las autoridades chinas admitieron que había habido un segundo globo, esta vez sobrevolando Latinoamérica, que ‘cumplía funciones de vigilancia’. Es una definición que no está tan alejada del concepto de espionaje”.

El Libro de estilo de EL PAÍS, que rige el trabajo de la Redacción, enumera las tres vías por las que un periodista obtiene la información: “Su presencia en el lugar de los hechos, la narración por una tercera persona o el manejo de un documento”. En la crisis de los globos no hemos sido capaces de aportar información propia, salvo lo que han dicho fuentes oficiales o han publicado otros medios. Tampoco se ha aportado un relato de los indicios y el contexto para explicar con transparencia al lector por qué la versión de Estados Unidos le pareció mejor al periódico a la hora de titular.

Equilibrio

En estos casos, el Libro de estilo exige ecuanimidad respecto a las fuentes: “Si una información recoge hechos radicalmente distintos según los narre una fuente o los explique otra enfrentada con la anterior, y el medio no se define en el texto por ninguna de ellas, los distintos elementos del titular procurarán equilibrar las diferentes versiones”.

Y, ojo, no significa que EL PAÍS tenga que mantener una postura neutral respecto a dos fuentes contradictorias. Siempre existe la opción de darle credibilidad a alguna de ellas. Pero entonces hay que explicar con argumentos por qué. Y esto es lo que aquí no ha sucedido.

“En los titulares es más difícil meter siempre presunto o supuesto, porque parece que estemos restando credibilidad a lo afirmado”, precisa Abellán. “Por otra parte, en muchos casos ponemos como sujeto Estados Unidos o el Pentágono. Creo que eso da más margen para hablar de globos espía”.

Lo que ocurre es que el resquicio para la duda desapareció incluso de los textos a medida que transcurría la semana. Los globos ya eran considerados definitivamente espías cuando el Pentágono admitió no haber detectado tres incursiones de globos durante el mandato de Trump o al informar del discurso del estado de la Unión del presidente Joe Biden. Pero la justificación de a qué dábamos más credibilidad seguía ausente de los enunciados.

“Este jueves hemos conocido otra información en la que Washington documenta más los hallazgos de su investigación sobre los supuestos globos: que las imágenes de alta resolución registradas ‘muestran equipos claramente diseñados para funciones de inteligencia’ y que la compañía fabricante del globo ‘mantiene lazos con el Ejército chino”, justifica Abellán. “Aunque no tenemos herramientas para comprobar estas afirmaciones, consideramos creíble la información oficial que divulga el Departamento de Estado, aunque es cierto que debemos ser cuidadosos en la redacción de los textos para dejar claro que son sus conclusiones, no las nuestras como periódico”.

Es cierto que la credibilidad de Estados Unidos es mayor en comparación con China, un país que se ha caracterizado por la opacidad de su acción política. Pero no hemos hecho nuestro trabajo de explicar a los lectores por qué hemos llegado a esa conclusión. Además, eso ha repercutido en todo el ecosistema digital de EL PAÍS, donde se han dado por buenos los titulares de los globos espías. Como en la newsletter de las mañanas, donde se titulaba:Tres globos espías más”, o en el perfil de Twitter del periódico, que hablaba de “la crisis del globo espía chino”.

Lo curioso es que, a medida en que la información ha ido apuntando cada vez más a que, efectivamente, los globos tenían una intención de vigilar el territorio estadounidense, hemos sido más prudentes. Y ya en los últimos días la fórmula “globo chino” se ha generalizado en los titulares. Como este viernes: “Estados Unidos asegura que el globo chino tenía antenas para interceptar señales de comunicaciones”.

No hemos sido, por tanto, todo lo rigurosos que debiéramos en esta cobertura y, como admite la responsable de la sección, debimos dejar claro lo que eran hechos y lo que sabíamos por fuentes indirectas. Nuestro deber, al fin y al cabo, es contar lo que sabemos, no lo que creemos.

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