Jedis y Borbones

Todas las sociedades que han existido sobre la faz de la tierra (y seguramente de cualquier planeta) buscan figuras que actúen como puntos focales

Una imagen de 'Star Wars Jedi: Fallen Order'.

De adolescente, me preguntaba por qué en las historias de ciencia ficción había reinas, príncipes, jedis y otros líderes galácticos que debían su posición única y exclusivamente al haber nacido en el seno de una familia real. Me parecía anacrónico. El futuro de nuestra especie, o de los alienígenas de Orión, me decía, sólo podía ser republicano, con gobernantes cuyo poder emanara del mérito, no del nacimiento. ¿A quién se le podía ocurrir que dentro de 1.000 años sobrevivirán los linajes hereditarios?

Pues a alguien con buenos conocimientos de la naturaleza humana. Según los antropólogo...

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De adolescente, me preguntaba por qué en las historias de ciencia ficción había reinas, príncipes, jedis y otros líderes galácticos que debían su posición única y exclusivamente al haber nacido en el seno de una familia real. Me parecía anacrónico. El futuro de nuestra especie, o de los alienígenas de Orión, me decía, sólo podía ser republicano, con gobernantes cuyo poder emanara del mérito, no del nacimiento. ¿A quién se le podía ocurrir que dentro de 1.000 años sobrevivirán los linajes hereditarios?

Pues a alguien con buenos conocimientos de la naturaleza humana. Según los antropólogos, todas las sociedades que han existido sobre la faz de la Tierra (y seguramente de cualquier planeta) buscan figuras que actúen de puntos focales, que representen sus sueños y sus miedos. Es el papel que cumplen las familias reales —los Windsor en las monarquías anglosajonas— o las dinastías políticas —los Kennedy, Bush o Clinton en la república anglosajona de EE UU—.

El guionista que profetice monarquías en el año 2320 demuestra saber también de economía. Entre los países más prósperos del mundo están sobrerrepresentadas las monarquías (parlamentarias, claro): Australia, Canadá, Dinamarca, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos o Suecia.

El lector agudo objetará que eso no quiere decir que un jefe de Estado hereditario traiga parabienes a una nación, sino que es más bien a la inversa: las sociedades felices no cortan la cabeza a sus reyes. Cierto, pero, al mismo tiempo, como muestra Mauro Guillén (en Las monarquías parlamentarias del siglo XXI: Reinventando la tradición), las monarquías constitucionales contribuyen al crecimiento económico de un país, porque reyes y reinas limitan la discreción arbitraria del gobernante electo de turno, mejorando la calidad institucional.

Y a las democracias que optan por jefes de Estado electos no siempre les va mejor. Como advirtió Churchill, sacar a los Habsburgo de Austria y a los Hohenzollern de Alemania tras la Primera Guerra Mundial por “presiones americanas y modernizadoras”, creó un vacío de poder que permitió al “monstruo hitleriano salir de las cloacas y aposentarse en los tronos vacantes”. El propio Churchill reconocía que su opinión no era popular en 1945. Ahora, tras conocerse el reprobable comportamiento del rey Juan Carlos, todavía menos. Pero lo eterno es enemigo de la moda.

@VictorLapuente


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