Perdiendo América
España sigue empeñada en mantener el papel estratégico de la relación con América Latina, sin saber muy bien cómo, mientras la UE mira a la región si no con desdén, sí con indiferencia
“Cruzar el charco”. Qué bonita expresión; qué determinación de acercar orillas, aunque medie un océano de por medio. Nunca han estado tan cerca España, Europa y América, por la rapidez de las comunicaciones, por la intensidad de los intercambios. Y, sin embargo, nunca había sido tan fuerte la sensación de estar perdiendo América.
Quedan los vínculos personales, históricos, aunque cada vez más cuestionados; también los económicos y empresariales, un pegamento fuerte, aunque la tendencia iniciada antes de la pandemia, en comercio e inversiones, empezaba a declinar. Habrá que esperar a una...
“Cruzar el charco”. Qué bonita expresión; qué determinación de acercar orillas, aunque medie un océano de por medio. Nunca han estado tan cerca España, Europa y América, por la rapidez de las comunicaciones, por la intensidad de los intercambios. Y, sin embargo, nunca había sido tan fuerte la sensación de estar perdiendo América.
Quedan los vínculos personales, históricos, aunque cada vez más cuestionados; también los económicos y empresariales, un pegamento fuerte, aunque la tendencia iniciada antes de la pandemia, en comercio e inversiones, empezaba a declinar. Habrá que esperar a una cierta normalización (poscovid, guerra), para atisbar hacia dónde irá en el futuro. Sí crece la inversión directa latinoamericana en España, casi un 10% del total que recibe el país; una manera de poner un pie en Europa. Mientras, China es ya en el principal socio comercial de gran parte de los países latinoamericanos.
España sigue empeñada en mantener el papel estratégico de la relación con América Latina, sin saber muy bien cómo, mientras la UE mira a la región si no con desdén, sí con indiferencia. Ahora se están poniendo muchas expectativas en la próxima presidencia española de la UE, en el segundo semestre de 2023, como una nueva oportunidad para reactivar las relaciones. En la agenda prevista, cerrar los atascados acuerdos con Mercosur, México y Chile, y organizar una Cumbre UE-CELAC, pendiente desde hace ocho años.
Como telón de fondo, la guerra de Ucrania y el forzado regreso de la geopolítica. En círculos diplomáticos europeos y españoles se califica a América Latina como la región más “eurocompatible”, apelando a los valores compartidos, un término que rezuma complejo de superioridad. También se recuerda, por cierto, la importancia de las ingentes materias primas de América Latina —incluidas las reservas de gas— y su posible papel en la reducción de la dependencia europea de Rusia.
Para abrir camino, el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE del pasado 18 de julio acordó dar un salto cualitativo en sus relaciones con América Latina y el Caribe. El responsable del Servicio Europeo de Acción Exterior para las Américas hizo un resumen de ese camino hacia 2023 en un curso de la Fundación Yuste la semana pasada. Entre sus líneas de actuación, firmar acuerdos de alto nivel, intensificar el diálogo, construir alianzas, promover la paz, la democracia y los derechos humanos… la batería retórica de la UE. Cuesta ver, sin embargo, cómo se van a traducir, en un tiempo razonable, en efectos prácticos, por ejemplo, en colaborar en las transiciones verde y digital. Enfrente, la realidad de un México al que importa sobre todo su vecino del norte, la sombra de la fracasada Cumbre de las Américas o las incertidumbres del proceso constituyente en Chile o de las próximas elecciones en Brasil.
Una sensación ambivalente, entre las múltiples oportunidades y beneficios que reforzar la relación ofrece y las múltiples tensiones de un mundo que tiende a separarnos. España seguirá intentándolo, pero no está nada claro que vaya a ser suficiente.