Sumar despega
La plataforma de Yolanda Díaz defiende otra manera de hacer política y recoge el potencial reivindicativo del 15-M
Yolanda Díaz se presentó el viernes con la vista puesta en las futuras elecciones generales de 2023, pero también con un retrovisor que recuperó la acústica emocional y reivindicativa que estalló el 15-M. Se inicia así un proceso que pretende recoger las inquietudes de distintos colectivos nombrados bajo la rúbrica de sociedad civil, que sustituye al de gente o pueblo con el que el primer Podemos quiso denominar a su sujeto político. ...
Yolanda Díaz se presentó el viernes con la vista puesta en las futuras elecciones generales de 2023, pero también con un retrovisor que recuperó la acústica emocional y reivindicativa que estalló el 15-M. Se inicia así un proceso que pretende recoger las inquietudes de distintos colectivos nombrados bajo la rúbrica de sociedad civil, que sustituye al de gente o pueblo con el que el primer Podemos quiso denominar a su sujeto político. Los retos de Díaz son diversos y complejos. El primero es orgánico y tiene que ver con la voluntad manifiesta de querer superar a Podemos, la formación liderada por Ione Belarra: Yolanda Díaz ha buscado su propio camino desde el convencimiento de que su potencial le permite aspirar a una cierta transversalidad frente al itinerario marcado por el partido que fundó Pablo Iglesias y los procesos internos de selección de cuadros. El segundo reto será el de encajarlo con las fuerzas políticas que incorporan la dimensión territorial en su ADN. Y el tercero es el tiempo: Díaz lleva un año anunciando un proyecto que no ha terminado de despegar hasta el batacazo de la izquierda en Andalucía y que cuenta con escaso margen para presentarse a las elecciones locales y autonómicas de mayo.
El hecho de que un artefacto electoral que nace para articular el espacio a la izquierda del PSOE lo lidere alguien que ocupa una vicepresidencia del Gobierno es positivo porque implica que Díaz intentará incorporar desde esa institucionalidad a esas fuerzas del descontento que surgieron el 15-M y a los sectores situados más a la izquierda del país. Díaz es la ministra más popular del Ejecutivo de Pedro Sánchez y la más valorada entre los votantes de Podemos y parte de los del PSOE. Su liderazgo y prestigio se ha fraguado desde el ejercicio eficaz de su gestión. El trabajo que ha desempeñado en su ministerio —y en particular la reforma laboral—, sin duda, suma. Sin embargo, presentar una candidatura siendo vicepresidenta incorpora la dificultad de compatibilizar sus responsabilidades de gobierno con ese proceso de escucha —como ella lo denomina— que traduzca su oferta política en un programa, un discurso y un soporte organizativo que llegue a los electores.
Díaz ha apostado por un movimiento a la Mélenchon, asociado quizás en exceso a su persona antes que a la constitución de un partido. Pero su iniciativa recuerda sobre todo a la que lideró Manuela Carmena en las elecciones municipales de 2015 con Ahora Madrid. Con ella comparte la apuesta por un modelo organizativo que responde a una impugnación de la noción de partido político (con los problemas y ventajas que ello conlleva) y un liderazgo femenino basado también en la idea de que gobernar es escuchar. Díaz defiende que hay otra forma de hacer política, pero más allá de su capital personal necesitará un proyecto y una organización política que logre resintonizar a las izquierdas con la mezcla de descontento, malestar y miedo tras década y media encadenando crisis y que necesita respuestas creíbles ante el marasmo de inseguridades en el que vivimos. En su haber llevan lo que parecía impensable: estar en el Gobierno de España por primera vez desde el comienzo de esta democracia, con el aprendizaje que permite sobre la realidad y el deseo, sobre la gestión concreta, trabajada y diaria que mejora la vida de millones de personas y la gestión de los sueños legítimos.