En los bordes de la ficción especulativa

En otra entrega de ‘Letras Americanas’, el boletín sobre literatura latinoamericana de EL PAÍS América, Emiliano Monge escribe sobre el Premio Ribera del Duero otorgado a la boliviana Liliana Colanzi y el lugar de los escritores que combinan la ciencia ficción con el realismo en la región

La escritora boliviana Liliana Colanzi, retratada en marzo de 2022, en Madrid.Aitor Sol

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Como sabemos, querido lector, hay aseveraciones peligrosas. Aseveraciones como esta: la ficción especulativa latinoamericana más interesante tiene un pie enclavado —pensemos en la cimentación de un edificio cuyos ingenieros saben que al final siempre llegará el terremoto— en ...

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Como sabemos, querido lector, hay aseveraciones peligrosas. Aseveraciones como esta: la ficción especulativa latinoamericana más interesante tiene un pie enclavado —pensemos en la cimentación de un edificio cuyos ingenieros saben que al final siempre llegará el terremoto— en el realismo de toda la vida.

Por suerte, también hay aseveraciones inapelables y, por lo tanto, menos peligrosas: el Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero parecería haber sido creado para constatar la buena salud del cuento latinoamericano —sus últimas cinco ediciones han premiado a Guadalupe Nettel, Samanta Schweblin, Antonio Ortuño, Marcelo Luján y, hace apenas unos meses, Liliana Colanzi, cuyo libro Ustedes brillan en lo oscuro llegó a las librerías de casi todo el continente hace poco y es el pretexto, aunque no el único, de esta entrega—.

Peligroso e inapelable

Lo peligroso y lo inapelable, cuyos límites suelen emborronarse, dan lugar, una vez que se han revuelto, a aseveraciones entremezcladas, verdaderas pesadillas de la lógica proposicional que sin embargo iluminan ciertas vigilias, en este caso la nuestra: el Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero parece saber que la ficción especulativa latinoamericana más interesante —desde Borges y Amparo Dávila hasta Martín Felipe Castagnet y Andrea Chapela, pasando, claro, por Francisco Tario, Alicia Yáñez Cossio y Marcelo Cohen— tiene un pie enclavado en el realismo de toda la vida.

Como la mayoría de los relatos de Schweblin —la argentina se ha convertido en una de las referencias cuando hablamos del tema, al igual que la boliviana Giovanna Rivero, el colombiano Luis Carlos Barragán o el también boliviano Edmundo Paz Soldán, cuya última novela, La mirada de las plantas, funde la defensa del territorio ante el extractivismo con una virtualidad basada en cualidades alucinógenas de ciertas plantas—, los relatos de Colanzi toman un fragmento de realidad, lo desarman y lo vuelven a rearmar siguiendo, claro, un instructivo personal en donde la obsesión por aquello que fractura la percepción parecería ser el gran motor pero añadiendo, en ese rearmado, piezas ajenas a la propia realidad, partículas diminutas de lenguaje o verdaderas prótesis de la imaginación.

Transformación de lo real

Esas partículas y prótesis que Colanzi añade pueden actuar, es decir, pueden transformar partiendo de lo material o de lo anímico, desde la esencia o desde la forma, la espacialidad o la temporalidad: en La cueva,por ejemplo, la realidad, representada por la especificidad de un lugar, es trastocada por Colanzi a través de la dislocación del tiempo —junto con la radioactividad, gran protagonista del libro—, así como en Atomito y en En el camino angosto todo se trastoca a partir del fanatismo —el de una población cuyos individuos son inconscientes o seminconscientes de su propia condición de esclavos del futuro y el de otra población cuyos individuos son inconscientes o seminconscientes de su propia condición de esclavos del pasado—.

En La deuda y Los ojos más verdes aquello que trastoca es el cuchillo de doble filo en cuyas hojas amenazan el abandono y el racismo, así como el progreso, las costumbres y las creencias: Colanzi se suma a la última vuelta de tuerca de nuestra ficción especulativa, dejando que las tradiciones —la primera novela latinoamericana que centró su voz a estas, por cierto, fue Hijo de hombre, de Augusto Roa Bastos— y mitologías de las zonas andinas, amazónicas, caribeñas o selváticas de México y Centroamérica cumplan un papel en la transformación —muestra de esta vuelta de tuerca, que reafirma la idea de un realismo injertado, es la antología El tercer mundo después del sol, de Rodrigo Bastidas Pérez, en la que aparecen desde Alberto Chimal y Solange Rodríguez hasta Susana Sussmann y Ramiro Sanchiz, así como En una orilla brumosa, antología que no sólo explora nuevos lenguajes sino nuevos lugares de enunciación—.

La realidad injertada

Hay aseveraciones peligrosas, ya dije: trastocar la realidad, antes que recreándola o reimaginándola, injertándola o incluso infectándola con un brote verde o un estornudo resulta la vía más segura para encaminar al lector sobre los bordes de universos que se vuelven lugares superpuestos, realidades y quimeras que están ahí, frente a quien sostiene el libro sobre la orilla de una saliente ante la que se abre el abismo y se levanta el risco al mismo tiempo: es lo que sucede, por ejemplo, con la extraordinaria Mugre rosa, de Fernanda Trías, con Tierra fresca de su tumba, de Giavanna Rivero, con Después de la ira, de Cristian Romero, o con La primera vez que vi un fantasma, de Solange Rodríguez.

EL PAÍS

Hay aseveraciones inapelables, dije también: al lector del relato Ustedes brillan en lo oscuro, que da título al libro de Colanzi y que injerta, con la sutileza del mejor jardinero, el accidente nuclear de Goiania, Brasil, mientras nos coloca en el dedo un anillo de cesio 137, lo único que le queda es mirar el abismo y el risco al mismo tiempo, el destello nuclear y el apagarse de nuestros ecosistemas.

Hay aseveraciones que se entremezclan: el libro de Colanzi, como Nuestro mundo muerto, su libro anterior y varios de libros que he mencionado acá, es decir, esos que injertan o infectan el realismo de toda la vida, deja en claro que el término ficción especulativa, tan discutido, funciona a la perfección para una de nuestras tradiciones.

La literatura latinoamericana que no quiere sacar un pie del realismo aunque el otro lo paseé por la ciencia ficción.

Coordenadas

Ustedes brillan en lo oscuro está editado por Páginas de Espuma y Nuestro mundo muerto se encuentra en la editorial Eterna Cadencia. El tercer mundo después del sol fue publicado por Minotauro, mientras que Una orilla brumosa se encuentra en edición de Gris tormenta. Por su parte, Mugre rosa salió bajo el sello Literatura Random House y La mirada de las plantas bajo el sello de Almadía. Tierra fresca de su tumba fue publicado bajo el cuidado de Candaya, al igual que La primera vez que vi un fantasma. Después de la ira, de Cristian Romero. fue publicado por Alfaguara.

Pregunta sin respuesta

Sin respuesta o incontestable, aunque también podría ser sin pregunta, ya que estamos: ¿luchan la ficción especulativa y la poesía? ¿Se repelen como polos del campo magnético? ¿Se hablan como pistoleros: aquí sólo cabe una de nosotras? Revisando tradiciones, parecería que a sus gráficas les cuesta acercarse, si colocamos en la X al tiempo y en la Y un sitio específico. ¿Es posible que vectores independientes guarden una relación poderosa y secreta? ¿Hay un cáliz tras el cual vayan ambas? ¿Un enigma a descubrir con los ojos cerrados o mirada de cíborg? ¿Un inefable en disputa?

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