Sin aborto no hay democracia

La decisión del Tribunal Supremo de EE UU es la prueba de que los países occidentales están en pleno retroceso populista

Defensores el derecho al aborto protestaban el viernes frente a la sede del Tribunal Supremo, en Washington.EVELYN HOCKSTEIN (REUTERS)

No es solo un día triste para las mujeres o para el feminismo. La decisión del Tribunal Supremo de derogar el derecho al aborto en Estados Unidos es la prueba de que las autodenominadas democracias occidentales están en pleno retroceso populista, empezando por la más antigua del mundo y siguiendo por toda Europa. Así, ...

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No es solo un día triste para las mujeres o para el feminismo. La decisión del Tribunal Supremo de derogar el derecho al aborto en Estados Unidos es la prueba de que las autodenominadas democracias occidentales están en pleno retroceso populista, empezando por la más antigua del mundo y siguiendo por toda Europa. Así, el propósito de esta marcha atrás no pretende evitar futuros embarazos, ni siquiera atormentar a las mujeres. Su objetivo va mucho más allá por cuanto atenta contra la dignidad humana, a la vez que ofrece la ilusión populista de que es posible (y deseable) retroceder en el tiempo.

En un contexto donde la democracia no es capaz de garantizar unos mínimos de justicia e igualdad, donde la mayoría no tiene horizonte, ahorros ni seguridad, sucede que el populismo se frota las manos y ofrece siempre la misma solución, de Madrid a Texas: volver a la situación anterior. Así, el precariado sería la nueva clase social de las viejas “democracias regresivas” y el populismo, su consecuencia directa. De este modo, defender un partido o un Estado capaz de permanecer fiel a ciertos valores estables (en tanto parte de un pasado imaginario) se va a convertir en una de las estrategias políticas fundamentales en los próximos años y uno de los enemigos a batir por cualquier demócrata real. Es decir, por aquella o aquel que luche por la igualdad, la justicia social y el tiempo que los ciudadanos libres empleen en su crecimiento moral, personal y profesional.

Y no, no crean que en España estamos lejos de lo que ha sucedido en Estados Unidos. Al contrario, aquí estamos tan cerca de derogar el aborto como lo está una joven milenial convencida de que sus padres vivían mejor que ella de votar a Vox, ese partido populista y regresivo empeñado en que con Franco vivíamos mejor.

Pero, ¿por qué el populismo y la regresión de la democracia atacan siempre al cuerpo de las mujeres? No es porque sea más frágil, ni siquiera creo que se deba a una cuestión exclusivamente machista. Lo que pasa es que el cuerpo femenino es el espacio simbólico más representativo de lo propiamente humano y de su futuro. Si quieres detener el tiempo, debes empezar por frenar a las mujeres y someter su voluntad. Nos disparan a nosotras porque quieren dejar claro que pueden controlarnos a todos, que los cuerpos pertenecen al poder antes que a sus legítimas dueñas. Por todo ello, creo que derogar el derecho al aborto no debe confundirse con un retroceso exclusivo de las mujeres o el feminismo; al contrario, es la punta del iceberg de la regresión de la democracia que avanza desde hace décadas. Solo hay una buena noticia y es que, aunque el pasado ya no existe, las mujeres seguimos aquí. Y, lo mejor de todo, nuestro cuerpo no es dócil, al contrario: es desobediente, sangrante y está preñado de futuro. Y de abortos. Somos dueñas de un cuerpo sabio que sabe decidir sin culpa, sin arrepentimiento y con dignidad. Por eso nuestros abortos forman parte de la resistencia democrática.

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