Que le jodan a la pasión; pagadme por mi trabajo

La vocación es una trampa que conduce a la precariedad. Muchas empresas la aprovechan para ofrecer unas penosas condiciones laborales

Concentración de médicos internos Residentes frente a la sede del Ministerio de Sanidad en Madrid, en mayo de 2021.Olmo Calvo

“Haz lo que amas y trabajarás jodidamente duro todo el tiempo sin descanso ni límites y además tomándotelo todo de forma extremadamente personal”. El artista Adam J. Kurtz publicó este mensaje en Twitter en marzo de 2019. Se trata de una versión realista de la manida frase: “Haz lo que amas y no trabajarás un solo día de tu vida”. Volví a ver ese tuit la pasada semana tras hacerse viral ...

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“Haz lo que amas y trabajarás jodidamente duro todo el tiempo sin descanso ni límites y además tomándotelo todo de forma extremadamente personal”. El artista Adam J. Kurtz publicó este mensaje en Twitter en marzo de 2019. Se trata de una versión realista de la manida frase: “Haz lo que amas y no trabajarás un solo día de tu vida”. Volví a ver ese tuit la pasada semana tras hacerse viral la respuesta que dio Àngels Barceló a Luz Sánchez-Mellado en este periódico. Dijo que los jóvenes periodistas que protestan por sus horarios son “unos flojos”. Más allá del incendio que prendió, el debate sobre el salario de los trabajadores jóvenes es una cuestión recurrente en Twitter. Y no debería quedarse en el periodismo, porque afecta a muchos sectores. Gran parte de los mileniales están quemados y hartos de escuchar lo que la periodista Anne Helen Petersen llama “cantinela boomer” en su libro No puedo más (Capitán Swing); expresiones del tipo “la vida es dura”, “me dejé la piel trabajando en los ochenta y no me escucharás quejarme”, etcétera.

El ensayo de Petersen aborda la precariedad de los empleos que tienen los jóvenes de hoy y la forma en que se idealizan algunas profesiones. “El deseo de tener un trabajo guay y que nos apasione es un modo de dotar a ciertos trabajos de una pátina de deseabilidad que hace que los trabajadores estén dispuestos a tolerar toda forma de explotación por el mero hecho de desempeñarlo”, escribe. Esa pasión hace que pensemos en el trabajo como la totalidad de nuestra vida y no como un simple empleo. Esto es un problema y, ciertamente, resulta aplicable al periodismo, a la medicina, a la enseñanza, a la investigación y a otras tantas profesiones llenas de vocación.

“Alguien debe pensar en acabar con las guardias de 24 horas. Alguien debe pensar en la calidad y seguridad de la atención en Pediatría”, escribió la médica Rosa M. Funes Moñux al final de un hilo de Twitter, donde afirmaba que había estado a punto de dejarlo. Una vez más: vocación. Mírenlos, hay médicos haciendo guardias interminables, profesores sobreviviendo a base de sustituciones y cambiando de residencia para cubrir una baja de un día para otro mientras estudian las siguientes oposiciones para conseguir una plaza definitiva. ¿Y qué decir de las consultorías y los grandes despachos de abogados? En EL PAÍS ya se ha hablado de sus jornadas maratonianas extendidas hasta el fin de semana, la imposibilidad de desconectar y la presión continua por los resultados, que suponen un estrés innecesario y se traducen en una continua rotación de sus empleados. Y luego nos sorprendemos con fenómenos como la Gran Dimisión.

La vocación supone a veces una trampa que conduce a la precariedad. “Si una empresa [u organismo] necesita trabajar 24 horas, organiza 3 turnos de 8 horas y así cumple con la Ley”, tuiteó @doctor_sloan cuando estalló la polémica por la precariedad de los camareros en la Feria de Abril de Sevilla.

Cuando se desea tan fuertemente trabajar en algo, vienen las empresas y se aprovechan de que “levantas una piedra y salen 10 como tú” y empeoran las condiciones laborales. Ante esto hay que saber decir no a algunos excesos porque, querido trabajador, solo eres uno más, seguramente no llegues a ser presidente de tu compañía y cuando no resultes rentable la puerta estará abierta para que salgas. Como publicó Mario Fontán Vela (@mfontanvela): “A tu trabajo no le importas. Dejad de idealizarlo”. Estaría bien dejar de preguntar “¿en qué trabajas?” a una persona nada más conocerla porque no somos nuestro trabajo.

En su ensayo, Petersen propone un nuevo lema para los mileniales: “Que le jodan a la pasión; pagadme”. Puede que esa sea la única manera de acabar con la precariedad que sufren.

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