El club que dice no en el trabajo
Un nuevo movimiento impulsa en las redes el debate sobre cómo las tareas laborales menos visibles recaen más en las mujeres y el impacto que tienen en sus carreras profesionales
En ese templo del debate que es Twitter, las tendencias dominantes del fin de semana eran básicamente el fútbol y Eurovisión. Pero si se rasca un poco más se encuentran cuestiones que mueven a menos tuiteros y que, sin embargo, resultan tanto o más interesantes. Una de ellas es el llamado Club del No, que enseña a las mujeres a rechazar las labores menos agradecidas e invisibles en el tr...
En ese templo del debate que es Twitter, las tendencias dominantes del fin de semana eran básicamente el fútbol y Eurovisión. Pero si se rasca un poco más se encuentran cuestiones que mueven a menos tuiteros y que, sin embargo, resultan tanto o más interesantes. Una de ellas es el llamado Club del No, que enseña a las mujeres a rechazar las labores menos agradecidas e invisibles en el trabajo y que recaen mayoritariamente en ellas, según las fundadoras del grupo.
Todo empezó en 2010, cuando cuatro académicas quedaron en un restaurante de Pittsburgh (Pensilvania) para quejarse del gran volumen de tareas que les quitaban tiempo, pero no tenían casi ninguna visibilidad en sus empleos, es decir, no contaban para ganar puntos en su vida profesional. ¿Ejemplos? Organizar las reuniones del departamento, comprar un regalo de despedida para un compañero, supervisar al becario… Una de ellas recuerda el caso de un compañero que iba sistemáticamente a las reuniones sin cuaderno y le pedía que le pasara luego sus notas. Así que estas cuatro mujeres, Brenda Peyser, Laurie Weingart, Linda Babcock y Lise Verterlund, decidieron montar un club, el Club del No (@thenoclub en Twitter; también tiene una web), para ayudar a otras mujeres a saber decir que no sin perjudicar sus carreras y, de paso, investigar sobre este asunto.
Sus indagaciones ilustran con cifras lo que más de uno ya habrá intuido: las mujeres dedican de media 200 horas más al año a este tipo de labores que los hombres, es decir, cerca de un mes de trabajo invisible. Cabe insistir en que estas tareas les caen tanto a hombres como a mujeres, pero la mayoría de las veces son para ellas. Lo cuentan en el libro que acaban de publicar con el mismo título que su club y que de momento está editado solo en inglés.
La prensa anglosajona recoge estos días el debate, que se ha extendido a las redes. “Idea para el club: una web donde se puedan enviar copias del libro de forma anónima a algún compañero que necesite leerlo”, propone Jennifer Doleac, una profesora de Economía de Texas. Preocupa, sin embargo, cómo rechazar una tarea. Algunas investigaciones indican que, cuando un hombre dice no, se piensa que está muy ocupado, pero que cuando lo dice una mujer se tiende a interpretar de forma negativa. La mejor opción, afirman las autoras del libro, es decir que se tiene trabajo pendiente más importante, sugerir que lo haga otra persona o, en cualquier caso, pedir que se reparta entre varios para aligerar la carga.
Hay otra posibilidad: “Los hombres pueden ayudar ofreciéndose como voluntarios”, propone en Twitter el grupo Lean In, una de las iniciativas para promover a la mujer en el trabajo con más repercusión hasta la fecha (solo en esta red suma 212 millones de seguidores). Detrás de la organización está Sheryl Sandberg, la directora de operaciones de Facebook, autora del superventas titulado también Lean In (Vayamos adelante), publicado en 2013, en el que anima a las mujeres a reclamar sin tapujos lo que merecen en el trabajo, a exigir conciliar sin que les pase factura y a hacerse escuchar.
¿Siempre hay que decir que no? Depende. Por una parte, hay que tener en cuenta que algunas de esas tareas invisibles son claves para que todo fluya en un lugar de trabajo, recuerdan algunos. En ocasiones, se trata de actividades organizativas poco lucidas. En estos casos, la solución debería consistir no tanto en asumirlas o rechazarlas, sino en pedir que las empresas las valoren mejor. Por otra parte, es comprensible decir que sí cuando se ve claramente que supone una obligación o una tarea razonable, según la periodista de The New York Times Jessica Bennett, experta en cuestiones de género. Pero no hay que dar por hecho el sí: hay veces en las que, sencillamente, hay que intentar pasar el marrón a otro.