López Obrador, ratificado

El presidente de México gana el referéndum sobre la revocación de su mandato con una magra participación que no alcanza el 18%

López Obrador, el lunes en su conferencia de prensa matutina en Ciudad de México.Isaac Esquivel (EFE)

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ganó el domingo el primer referéndum revocatorio convocado en el país. La consulta, una antigua promesa de campaña, ha supuesto un nuevo éxito electoral para el mandatario. Consiguió un respaldo nítido de sus simpatizantes con el 91,1% de los votos a favor y una participación de apenas el 17,7%. La modesta movilización debe leerse a la luz de varias premisas. En primer lugar, las ...

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El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ganó el domingo el primer referéndum revocatorio convocado en el país. La consulta, una antigua promesa de campaña, ha supuesto un nuevo éxito electoral para el mandatario. Consiguió un respaldo nítido de sus simpatizantes con el 91,1% de los votos a favor y una participación de apenas el 17,7%. La modesta movilización debe leerse a la luz de varias premisas. En primer lugar, las fuerzas opositoras optaron por boicotear la convocatoria, llamando a no participar. Y en segundo lugar, esos datos tienen otra traducción: más de 15 millones de mexicanos, un número similar al que obtuvo en anteriores elecciones, han pedido que el presidente siga hasta agotar su período en 2024. A eso cabe añadir que la gran mayoría de la sociedad no reclamaba esta votación. El país no se encuentra en un momento político decisivo y, por tanto, la cita del domingo, que coincidía con el inicio de la Semana Santa, fue más una ratificación de López Obrador ante sus fieles que una prueba sobre una revocación.

Los resultados quedaron lejos del mínimo de participación, fijado en un 40% para que la consulta fuera vinculante. Pero el presidente proclamó su victoria moral por haber consagrado este tipo de referéndum a través de una reforma de la Constitución y por haber demostrado una vez más la falta de iniciativa de la oposición, que aún no se ha recuperado de la derrota de 2018. Aun así, lo que sucedió el domingo no debe entenderse como un cheque en blanco. Se trató en la práctica de un ejercicio dirigido a la militancia de su partido (Morena) y a su movimiento político, la llamada Cuarta Transformación. López Obrador ha dejado claro que rechaza la idea de perpetuarse en el poder a través de una consulta sobre la reelección, aunque todavía le quedan más de dos años para terminar el sexenio. Se trata de una etapa determinante para dejar su legado, pero también una oportunidad para buscar consensos más amplios, una forma de entender la política hasta ahora eclipsada por su perfil de hombre de campaña y la escasa altura de la oposición.

Las últimas semanas han sido la enésima muestra de ello. A falta de la tensión propia de una carrera electoral, se intensificó el conflicto entre el mandatario y el Instituto Nacional Electoral, la autoridad encargada de organizar los comicios. Los choques y los cruces de acusaciones no eran una novedad, pero la gota que colmó el vaso fue un recorte del presupuesto de ese organismo, lo que lo llevó a instalar un tercio de las urnas previstas inicialmente. López Obrador culpó al instituto de orquestar un “boicot” de la consulta. Sus consejeros le replicaron afirmando que el boicoteo fue de quien decidió quitarles recursos, esto es, el Congreso dominado por la formación oficialista. Un vapuleo recíproco que está de sobra en un país con problemas mucho más acuciantes.


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