Ucrania, ataúdes de zinc

¿Cuál puede ser el espacio para América Latina en el nuevo escenario mundial?

El cuerpo de un militar está cubierto de nieve junto a un vehículo lanzacohetes múltiple militar ruso destruido en las afueras de Járkov, Ucrania, el viernes 25 de febrero de 2022.Vadim Ghirda (AP)

“Nadie había visto todavía los ataúdes de zinc. Fue más tarde cuando nos enteramos de que los ataúdes llegaban a la ciudad y que los enterraban en secreto”

Svetlana Alexiévich, Los muchachos de zinc.

Una semana después de iniciado el ataque militar ruso a Ucrania hay aún mucha “tela para cortar” en esta sucesión arborescente de información. Y la sospecha de que la guerra puede durar y, con ello, una serie de repercusiones geopolíticas.

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“Nadie había visto todavía los ataúdes de zinc. Fue más tarde cuando nos enteramos de que los ataúdes llegaban a la ciudad y que los enterraban en secreto”

Svetlana Alexiévich, Los muchachos de zinc.

Una semana después de iniciado el ataque militar ruso a Ucrania hay aún mucha “tela para cortar” en esta sucesión arborescente de información. Y la sospecha de que la guerra puede durar y, con ello, una serie de repercusiones geopolíticas.

Las cifras de víctimas seguro aumentarán, como suele ocurrir en estos casos. El Gobierno de Kiev ya refiere más de 4.000 ucranIos/as muertos; Rusia reconoce más de 400 en sus filas militares. Y junto con esas víctimas, puede ir muriendo la verdad. Me cuentan personas que están ahora en Ucrania que la política de los ocupantes es que los efectivos rusos que mueren se queden, al parecer no los envían de vuelta a su país en los consabidos ataúdes de zinc a los que se refiere Alexiévich en su novela sobre la ocupación soviética de Afganistán en los 80 del siglo pasado.

Con ese telón de fondo, una foto de este momento difícilmente nos podría dar una imagen de las consecuencias que este proceso tendrá en el mundo. Preliminarmente, saltan a la vista cuatro temas geopolíticos de contornos aún preliminares y que se irán precisando —o corrigiendo—en las próximas semanas. Dejo para otra ocasión las repercusiones globales de las sanciones económicas a Rusia.

En primer lugar, la dinamización y fortalecimiento de la OTAN luego del fin de la Guerra Fría terminó y cuando la alianza se desdibujaba en su razón de ser. Surgió en 1949 mirando a la Unión Soviética y sus aliados de Europa del este como la amenaza a conjurar. Caído el muro de Berlín y la URSS y disuelto el Pacto de Varsovia (creado en 1955 para contrarrestar a la OTAN), esta sobrevivió.

Paradójicamente, a partir de 1999 esta entidad, que a muchos parecía desfasada de los nuevos tiempos post Guerra Fría, se siguió ampliando hacia el este con varios países que habían sido parte de la esfera de influencia de la URSS y acercándose a la frontera rusa. Incluyendo a las tres repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) que habían sido parte de la URSS.

Putin desde hace años venía reclamando contra esta expansión incesante hacia el Este como una violación de acuerdos no escritos luego de la caída del muro. La perspectiva de la membrecía de Ucrania aparecía como asunto mucho más sensible por razones históricas y por los más de dos mil kilómetros de frontera entre los dos países.

La anexión de Crimea por Rusia el 2014 sembró ya un hito de tensión que algunos pensaron quedaría focalizado allí. Derivación de los actuales acontecimientos viene siendo la vigorización de la OTAN; lo contrario de lo que buscaba Putin pero gracias a él.

En segundo lugar, una agudización de tensiones de occidente con Rusia. Promete ser duradera y profunda e incluye asuntos de derechos humanos dentro de un marco en el que Karim Khan, Fiscal de la Corte Penal Internacional, ha pedido autorización al tribunal para abrir una investigación sobre posibles crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en Ucrania: “ya he encargado a mi equipo que explore todas las oportunidades de preservación de pruebas”. La Corte Europea de Derechos Humanos, por su parte, dispuso este martes que la Federación Rusa debía “abstenerse de realizar ataques militares contra civiles y objetos civiles, incluyendo viviendas, vehículos de emergencia y otros objetos civiles especialmente protegidos, como escuelas y hospitales, y a garantizar inmediatamente la seguridad de los establecimientos médicos, el personal y los vehículos de emergencia dentro del territorio atacado o asediado por tropas rusas”. Lenguaje e indagaciones inusualmente directas y explícitas.

El efecto geopolítico de la acción militar rusa y la bola de nieve desatada ha puesto no solo los derechos humanos sino la seguridad europea en el centro de la escena. Ojo que grandes confrontaciones globales empezaron así.

Tercero, las implicancias humanitarias que ya viene teniendo la guerra. Que en poco más de una semana ya ha generado una cifra de refugiados que se acerca al millón, de acuerdo con las estimaciones de Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados. Situaciones que no se vivían en Europa desde hace ocho décadas y modifican aceleradamente las prioridades en políticas cruciales de la UE.

Por ejemplo, queda relegada la atención singular que, con razón, las políticas comunes frente al autoritarismo proveniente de ciertos Gobiernos europeos como los de Polonia y Hungría contra la independencia judicial. La UE venía actuando contra eso, pero parecería que ese movimiento se pone ahora en la congeladora cediendo el paso a la cooperación por estar acogiendo —Polonia, por ejemplo— a centenares de miles de refugiados. ¿Durará esta reordenación de prioridades? ¿O el Consejo de Europa podrá manejar los dos escenarios de manera simultánea? Es decir, sin olvidar los valores democráticos que Europa tiene que hacer valer empezando por sus miembros.

Cuarto, las implicaciones a nivel global. Es decir, más allá de los Estados europeos y otros que están en la “primera línea”. La resolución de condena a la ocupación rusa por una significativa mayoría de Estados (141) adoptada este miércoles en la Asamblea General de la ONU y el número escaso de quienes votaron en contra (cuatro países, además de Rusia) envía todo un mensaje.

No hay respaldo, pues, a las aventuras bélicas de Putin. Pero en ello hay tres países que marchan por separado y que son particularmente claves en este escenario: Turquía, India y China.

Turquía, que votó a favor de la resolución de la Asamblea General, ha decidido ejercer activamente, sin embargo, su neutralidad aplicando la Convención de Montreux de 1936 que prohíbe el paso por el estrecho de los Dardanelos y el Bósforo de navíos militares de países implicados en la guerra. Está, así, bloqueando el paso de navíos tanto de Rusia como de Ucrania. Esto cuadra, en varios sentidos, con lo que podrían tener en agenda Xi Xing Ping en la China y Modi en la India que se abstuvieron en la votación.

Que China o India no hayan condenado en el Consejo de Seguridad o en la asamblea la acción militar rusa en Ucrania no puede ser entendido como sinónimo de “apoyo” a Moscú. Eso es un error. Hacer esa extrapolación sería simplificador y equivocado; hay explicaciones para esas abstenciones y búsqueda de neutralidad. Juego cauteloso, pero independiente y autónomo, de actores internacionales de peso que dan cuenta, precisamente, de la multipolaridad del escenario. Que permite que ahora China, por ejemplo, ofrezca sus buenos oficios de mediación.

En ese contexto, ¿cuál puede ser el espacio para América Latina? En este escenario multipolar se abren varias opciones de estrategias, algunas de las cuales podrían generar espacios para no ver a Latinoamérica arrastrada estructuralmente en la polarización que se está abriendo y que durará. Cómo hacerlo y si es viable, son preguntas sin respuestas fáciles ni claras.

Pasado el primer remezón, en el que la mayoría de países latinoamericanos ha rescatado y enfatizado en la ONU esta semana, como corresponde, los principios de Naciones Unidas contra el uso de la fuerza y del respeto a la integridad territorial de los países, la gran pregunta es el curso de las políticas a sostener en el tiempo ante este conflicto.

Que durará, tendrá repercusiones globales y en cuyo contexto la región tendrá que mover sus fichas, en función de sus propios intereses, dentro de ese multilateralismo en explosión global. En función de esos intereses de nuestra región, ¿podría América Latina sostener —y mantener— un no alineamiento activo? Cómo articularlo y ejercerlo con nuestras organizaciones multilaterales regionales debilitadas es un reto a asumir.

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