Predilectísima

Porque escribir no es conformarse y no conformarse a veces excede el límite de la escritura: esa actitud subraya el significado del civismo y la humanidad

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, durante una sesión en el Palacio de Cibeles, en Madrid, en septiembre.Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)

El tratamiento insultante que el alcalde de Madrid ha dispensado a Almudena Grandes, además de denigrarla como moneda de cambio para aprobar un presupuesto, revela prejuicios sobre democracia, conciliación...

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El tratamiento insultante que el alcalde de Madrid ha dispensado a Almudena Grandes, además de denigrarla como moneda de cambio para aprobar un presupuesto, revela prejuicios sobre democracia, conciliación y ciudadanía. Y tiene un marcado sesgo ideológico: a Carmen Franco nunca se le retiró el honor de ser hija adoptiva de Madrid; Rafa Nadal come con el emérito y esas amistades no rezuman neutralidad precisamente; sobre Plácido Domingo, mejor callo.

Almudena Grandes siempre será una gran escritora, madrileña y universal. Merece ser hija predilecta por su maestría para compartir literariamente el aire de los tiempos, y contar una ciudad, la suya, desde la polifonía y la galdosiana compasión. Además, lo merece por un civismo que se relaciona con bajar a la calle cuando hace falta: memoria democrática, República, derechos laborales, derecho al aborto. Grandes se concentró delante de Génova para denunciar las mentiras de un Gobierno que acusó a ETA de los crímenes del 11-M y aún vive del rédito de ese imaginario; leyó, al lado de las mujeres, en asociaciones y bibliotecas de cada barrio madrileño… Cuando publicó Inés y la alegría, recogió en Vallecas un simbólico carné del PCE para su personaje reconociendo el protagonismo de la militancia comunista en la construcción de nuestra democracia. Se podría haber quedado en casa sin arriesgar un aséptico prestigio que no disminuye las cuentas de resultados. Por desdecir el mito de que la buena ciudadana es la que sufre en silencio, por contravenir el mandato de que la literatura sea “apolítica” como las folclóricas del franquismo que taconeaban en El Pardo… Por todo lo que horroriza al PP, Almudena merece ser, instaurando denominación superlativa y redundante, hija predilectísima de Madrid. Porque escribir no es conformarse y no conformarse a veces excede el límite de la escritura: esa actitud subraya el significado del civismo y la humanidad.

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