Quién amenaza a Pedro Sánchez

En la política española hay demasiado ‘Juego de tronos’

Pablo Casado, Mariano Rajoy e Isabel Díaz Ayuso, durante la presentación del libro del expresidente, ‘Política para adultos’, el pasado 1 de diciembre.Isabel Infantes (Europa Press)

Pablo Casado tiene un problema doble, porque su pulso con Isabel Díaz Ayuso no se dirime con hechuras épicas, como dos titanes despedazándose por el poder, sino con mecánica de comedia menor de enredo. Eso desgasta más que un estacazo. Claro que en la escena de la cobra del libro de Mariano Rajoy hay más confusión de protocolo que cobra. Eso sí, el título de Política para adultos interpela a muchos dirigentes, pero también a esos periodistas que c...

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Pablo Casado tiene un problema doble, porque su pulso con Isabel Díaz Ayuso no se dirime con hechuras épicas, como dos titanes despedazándose por el poder, sino con mecánica de comedia menor de enredo. Eso desgasta más que un estacazo. Claro que en la escena de la cobra del libro de Mariano Rajoy hay más confusión de protocolo que cobra. Eso sí, el título de Política para adultos interpela a muchos dirigentes, pero también a esos periodistas que clamaban ¡cobra, cobra! como fans de Operación Triunfo. Claro que después del Manifiesto Frankenstein —firmado por PSOE, Unidas Podemos, ERC, PNV, Bildu, Junts, BNG, CUP...— , los profesionales del periodismo deberíamos ir haciéndonoslo mirar, sobre todo quienes no lo ven por miopía ideológica. Es simple: quien esté acreditado para ir a la sala del Congreso, puede preguntar. El quid está en las acreditaciones. Lo demás es periodismo, y no debería decidir ningún dirigente desde su atril, casi siempre los mismos que llevan años promoviendo vetos y linchamientos en las redes, y aún menos repartir carnés para interrogarles.

Lo de Casado, a todo esto. De seguir en la misma clave, aunque derrote en ese duelo a Ayuso, habrá perdido. Se está dejando muchos pelos en esa gatera. De momento hay sondeos desmoronados que le pasan una factura de medio millón de votos; y aunque esos votos puedan regresar a merced de la misma volatilidad, está sacrificando mucho liderazgo interno. Y ha perdido el control de la agenda: el jueves para Teodoro García Egea, en Algemesí por el frente agrícola, cuatro de las cinco preguntas fueron sobre Ayuso. Vale, no es nuevo en los partidos. Pedro Sánchez tuvo que imponerse en una confrontación fratricida con Susana Díaz y la gran nomenclatura; a Pablo Iglesias no le queda nadie de la foto fundacional de Podemos, ni siquiera él mismo; y en el PP, desde José María Aznar, nadie ha disfrutado de una llegada fácil al poder, Rajoy se las vio con Esperanza Aguirre tras Alberto Ruiz-Gallardón, Soraya Sáenz de Santamaría con Dolores de Cospedal... pero el riesgo para Casado es que su duelo con Ayuso tienda a la astracanada.

Claro que con las urnas a distancia, a Sánchez la amenaza no le viene de la derecha, sino de su bloque. Ha salvado otro match point con los Presupuestos tras un día de vértigo, pero continúa al albur de Esquerra por el enredo de Netflix que una vez más evidencia el riesgo de tener aliados hostiles al principio de legalidad. Claro que incluso el socio de Gobierno se declaraba ninguneado y amenazaba con rechazar unos Presupuestos... que también son suyos. Yolanda Díaz entretanto sigue moviendo los hilos de su Frente Amplio, con un mensaje de transversalidad de ecos errejonianos: “No me gusta que me sitúen a la izquierda del PSOE, es una esquina muy pequeñita, se la regalo al Partido Socialista”. Claro que atribuirse una transversalidad socialdemócrata es menos fácil para una militante comunista, pero Díaz, capaz de regresar al 8-M de la pandemia contra La Moncloa, no duda en tirar de sortilegios populistas cuestionando a los partidos como “obstáculo”. Y todo esto dentro del Gobierno, donde Sánchez teme ya más a Díaz que a Iglesias. En la política española hay demasiado Juego de tronos.


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