Patriotismo crítico, patriotismo noble

El libro de Springsteen y Obama evidencia la potencia de la alianza de la cultura con la buena política para comprometerse con un país que se piensa críticamente y en positivo desde la conciencia de su mejor tradición

Barack Obama y Bruce Springsteen se abrazan durante el acto de entrega al músico de la Medalla Presidencial de la Libertad, en la Casa Blanca el 22 de noviembre de 2016.Leigh Vogel (WireImage)

Al empezar el último mes de su mandato, Barack Obama pensaba en cómo dar las gracias al equipo más cercano que lo había acompañado durante los ocho años de su presidencia. Imaginaba un evento tranquilo, para no más de cien colaboradores. ¿Daría Bruce Springsteen un concierto privado en la Casa Blanca? Su primera vez fue una actuación en un mitin de la primera campaña electoral de Obama. La última, hacía pocas semanas, cuando Springsteen fue una de las personalidades laureadas con la ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Al empezar el último mes de su mandato, Barack Obama pensaba en cómo dar las gracias al equipo más cercano que lo había acompañado durante los ocho años de su presidencia. Imaginaba un evento tranquilo, para no más de cien colaboradores. ¿Daría Bruce Springsteen un concierto privado en la Casa Blanca? Su primera vez fue una actuación en un mitin de la primera campaña electoral de Obama. La última, hacía pocas semanas, cuando Springsteen fue una de las personalidades laureadas con la Presidential Medal of Freedom —también la recibieron ese día a los actores Robert Redford y Tom Hanks, Bill Gates o Michael Jordan—. El cantante aceptó la propuesta. Con contadas semanas de antelación, se puso a pensar el espectáculo. Tocaría solo con la guitarra acústica y, entre canción y canción, intercalaría la lectura de fragmentos de su autobiografía Born to run. Ensayó esa fórmula en su estudio, pero no funcionaba. Probó otra. Antes de cada canción pronunciaría un breve monólogo glosando el espíritu que le había llevado a componerla. El 12 de enero de 2017 Springsteen tocó en el East Room, el mismo salón donde Obama anunció que habían matado a Osama Bin Laden.

En ese concierto único, Springsteen cantó 15 canciones. Lo organizó de tal modo que el despliegue de su biografía, al tiempo que le permitía denunciar la distancia entre la realidad y el sueño americano, se proponía como una regeneración del mito fundacional de los Estados Unidos. Partía de los orígenes —de la casa y el pequeño pueblo, de la relación con sus padres, de la american way of life de los cincuenta— y culminaba con una oda esperanzada, Land of hope and dreams, la que cuatro años después cantaría durante la ceremonia de investidura de Joe Biden. En el centro del set, Born in the USA. Aquella noche en la Casa Blanca explicaba otra vez su disgusto por la interpretación patriotera de su canción más hímnica y repitió que era una amarga proclama de patriotismo crítico. Tras 90 minutos de silencio respetuoso, tras los aplausos al final, Obama se le acercó. Le pidió a su amigo que buscase la manera de difundir el mensaje del concierto. Así lo haría durante meses en un pequeño teatro de Nueva York. La última función fue el pasado 4 de septiembre.

Como el parpadeo de una vela, en especial durante la presidencia Trump, Springsteen on Broadway resonó como la promesa de un progresismo exigente y esperanzado para reconciliar a un país herido por la desigualdad, la polarización y la tensión racial. Será su gran legado político. Durante el verano de 2020 Obama y Springsteen estuvieron hablando sobre la revitalización de ese legado.

Aquellas conversaciones, con alto voltaje confesional, fueron primero un podcast y ahora también un espléndido autorretrato de los dos: Renegados (publica Debate en castellano, Libros del Kultrum en catalán). No solo es mercancía para mitómanos como yo. Sirve también para descubrir la conexión entre el hombre, la familia y la comunidad, evidencia la potencia de la alianza de la cultura con la buena política para comprometerse con un país que se piensa críticamente y en positivo desde la conciencia de su mejor tradición. En el arranque del libro sobrevuela la memoria del activista por los derechos civiles John Lewis, en cuyo funeral Obama había pronunciado un elogio memorable pocos días antes. “Algún día, cuando terminemos ese largo viaje hacia la libertad; cuando formemos una unión más perfecta, ya sea dentro de años, o décadas, o incluso si toma otros dos siglos, John Lewis será el padre fundador de esa América más plena, más justa y mejor”, afirmó Obama en aquella ocasión. ¿Cómo avanzar en ese viaje? Reconocer los pecados del país para superarlos, dicen, perseguir una redención colectiva. ¿Cómo conectar la realidad con el mito? “La única manera de integrarlos”, le dice Obama a Springsteen, “es mediante un balance sincero seguido por el trabajo”. ¿Qué es? Llamémoslo patriotismo noble.

Sobre la firma

Más información

Archivado En