La letra pequeña de la inmortalidad que vende Jeff Bezos

Ser viejo es cada vez más un asunto de pobres: el rejuvenecimiento no es para todas las personas sino solo para quienes se lo puedan pagar

Jeff Bezos, en una acto celebrado en Berlín (Alemania).CLEMENS BILAN (EFE)

Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, tiene 57 años y se ha dado cuenta de que no va a poder gastar su fortuna por muchos años que viva. Ni quemando billetes en forma de cohetes sería capaz de acabar con todos sus millones. Y este pensamiento es un terror peor que la muerte para él, porque hace que su vida parezca una estafa. Así que ha creado una startup con otros colegas multimi...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
Más información

Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, tiene 57 años y se ha dado cuenta de que no va a poder gastar su fortuna por muchos años que viva. Ni quemando billetes en forma de cohetes sería capaz de acabar con todos sus millones. Y este pensamiento es un terror peor que la muerte para él, porque hace que su vida parezca una estafa. Así que ha creado una startup con otros colegas multimillonarios —como el ruso Yuri Milner— para revertir el envejecimiento humano. En vez de pincharse botox, han preferido infiltrar millones de dólares en la empresa Alta Labs, donde han fichado en secreto a algunos de los mejores científicos del planeta para conseguir la fórmula de la eterna juventud. Lástima que la letra pequeña de esta noticia la escriba el dinero y no la ciencia, ni siquiera la mano firme de Bezos. El pobre no sabe que hace tiempo que empezó a pensar con billetes en vez de con ideas. Después de todo, es lo único que tiene.

La primera premisa poco visible de este esfuerzo médico y científico por revertir el envejecimiento es asumir que la enfermedad más grave a erradicar en el mundo es la vejez. Si pregunta a las instituciones o a los ciudadanos a lo mejor descubre que les preocupa más el cáncer, la enfermedad mental, la esclerosis múltiple, el sida, la fibrosis quística o hasta la covid-19, por citar solo algunas preocupaciones mortales. Puede incluso que a mucha gente la vejez no le parezca siquiera una enfermedad a erradicar. Pero esas personas no tienen su dinero, así que no pueden decidir a qué debería dedicar sus esfuerzos la ciencia. Lo de que la vejez es una enfermedad no es una interpretación personal, sino que es la misión que inspira a Alto Labs. Bezos sabe que la ciencia ya ha conseguido rejuvenecer a ratones ancianos, lo que significa que han sido curados y eso llena de esperanza juvenil al magnate.

La segunda cláusula de la eterna juventud también está escrita en letra diminuta y viene a explicar que el rejuvenecimiento no es para todas las personas sino solo para quienes se lo puedan pagar. Esto, por lo demás, no es un invento de Bezos sino una realidad de nuestro tiempo. Preservar la vida es cosa de todos pero el rejuvenecimiento es cuestión de cada uno. Me da igual que sean implantes dentales, semillas de pelo nuevo, botox, ácido hialurónico o las pastillas rejuvenecedoras que a Bezos le gustaría vender en Amazon… Ser viejo es cada vez más un asunto de pobres. Lo que diferencia el sueño de Bezos de la cirugía es que ya no se trata de maquillar el envejecimiento sino de aniquilarlo. Si hay que morir, se muere, pero habrá que ser realmente pobre para tener el mal gusto de palmarla de viejo. De modo que si la empresa de Bezos triunfa vamos a conseguir dos cosas: que el estigma de la vejez se agrave y que se cebe con los pobres.

Pero la obsesión de Bezos no es estética ni científica, ni siquiera personal. Me refiero a que no le mueve el interés sino la ideología y el deber. Ya digo que el pobre no tiene ideas para pensar, solo ceros, unos y big data. Por eso no entiende la vida y mucho menos su sentido. Él cree que la vida está hecha de tiempo y está convencido además de que el tiempo humano es sinónimo de dinero. Por eso no es la inmortalidad lo que persigue su empresa sino la justicia. Clama justicia para toda la gente que ha dedicado su vida a ganar dinero, a generar riqueza y a ser productiva. Gente como él que merece (más que nadie, por cuanto más productivo) el derecho de disfrutar de su tiempo, de gastar lo que ha ganado, de encontrar un sentido a la vida después de todo.

Pobre Jeff. Con todos los asesores que tendrá y nadie le ha explicado que las cuentas no le van a salir jamás, que su pensamiento está equivocado de partida y que la vida no va de eso que él persigue. Claro que en el mundo que él habita están todos tan obsesionados con las mismas ideas que no creen que puedan existir otras. Por eso no es raro que Larry Page, cofundador de Google, se esté dejando los cuartos en Calico Labs, una compañía con similares objetivos. Al final, si vives rodeado de tecnología terminas pensando con ella. No creo que Bezos me vaya a leer, pero por si lo hace, le dejo de regalo una frase del explorador y poeta John Muir: “La vida más larga es aquella que contiene mayor cantidad de un disfrute que borre el tiempo”. Yo la encontré en un libro de Jenny Odel l—ya sabes Jeff, esos dispositivos desfasados de letra impresa— titulado Cómo no hacer nada (Ariel), que también le recomiendo. A lo mejor así invierte algún dinero (aunque sea su calderilla) en pensar el mundo antes de actuar (gastar) sobre él.

Sobre la firma

Más información

Archivado En