Porque yo lo valgo

La tolerancia social a las desigualdades depende de lo legítimas que nos parezcan

Un contribuyente revisa su declaración de la renta en la web de la Agencia Tributaria.Pablo Monge

La tolerancia social a las desigualdades depende de lo legítimas que nos parezcan. Antes de la Ilustración, el Antiguo Régimen nos colocaba a cada cual en nuestro estamento y fijaba nuestras aspiraciones. La llegada del sistema capitalista y la Ilustración rompen ese marco; empezamos a hablar del talento y el esfuerzo. Sin embargo, los estudios sobre por qué queremos más o menos redistribución se cen...

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La tolerancia social a las desigualdades depende de lo legítimas que nos parezcan. Antes de la Ilustración, el Antiguo Régimen nos colocaba a cada cual en nuestro estamento y fijaba nuestras aspiraciones. La llegada del sistema capitalista y la Ilustración rompen ese marco; empezamos a hablar del talento y el esfuerzo. Sin embargo, los estudios sobre por qué queremos más o menos redistribución se centran en un elemento fundamental: la importancia que le damos al azar en determinar nuestra posición social.

Si un ciudadano considera que el esfuerzo individual es lo que determina sus ingresos, luego que el azar es irrelevante, todo el mundo tiene derecho a recibir el fruto de su trabajo. Esto lleva de manera natural a que prefiera una baja redistribución y carga de impuestos. Es decir, considera que las desigualdades están ligadas a decisiones individuales y que el resultado final que ve a su alrededor es fruto de ese esfuerzo. Por el contrario, si un individuo piensa que su posición social depende mucho de la suerte, entonces tenderá a preferir más impuestos y redistribución. Esta suerte puede tener muchas formas; el lugar en el que uno ha nacido, el sostén de su entorno, los contactos que hereda… Unas capacidades con las que no todos cuentan de partida y que necesitan que el Estado corrija, dando más oportunidades a los menos afortunados.

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Partiendo de esta idea se entiende más fácil el giro del FMI, recomendando alzas en impuestos o ver a Joe Biden pidiendo armonizarlos a escala global. Un giro que no era tan difícil de anticipar; no puede haber una narrativa por la que la crisis económica ligada a la pandemia no sea algo azaroso. Precisamente por eso se han podido vencer las resistencias de la Unión Europea a endeudarse de manera conjunta. ¿Qué han hecho mal los países para que el virus y los confinamientos la arrastren a esta situación? Este efecto, documentado en catástrofes naturales, es parecido al que vemos en contextos bélicos, cuando es más común revisar al alza de los impuestos.

Además, estos agentes también reaccionan a cómo se han movido las opiniones públicas. Una mayoría de votantes conservadores en el Reino Unido están de acuerdo con alzas de impuestos y en España, por primera vez, los españoles que piensan que pagan muchos impuestos no son la mayoría. Por lo tanto, la pandemia tiene este componente de ventana de oportunidad. Por más que las desigualdades se hayan disparado en Occidente, este componente ha pasado a tener una centralidad en el debate que no existía al arranque de la Gran Recesión. Y todo naciendo de una pregunta sencilla, muy por debajo de lo macro y los equilibrios políticos, pero decisiva para cualquier noción de justicia: ¿Merezco la suerte que tengo? Denle una vuelta.

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