Columna

‘Analfas’

La brutalidad de los comportamientos que vamos viendo nos hacen cada vez más conscientes de la ausencia de cualquier formación seria entre los españoles menores de 40

La expresidenta de madrileña Cristina Cifuentes sale de la Audiencia Provincial de Madrid, este lunes.J.J. Guillén (EFE)

La brutalidad de los comportamientos que vamos viendo entre grupos de gente que se aborrega para beber a morro, en juergas clandestinas o en tropas de charla y ligue, nos hacen cada vez más conscientes de la ausencia de cualquier formación seria entre los españoles menores de 40. Son infantiles e irresponsables en un alto porcentaje.

No es culpa suya. Ellos lo ignoran, pero los jerarcas políticos dan por perdida la educación en España. No creen que los jóvenes puedan formarse como franceses, ingleses o alemanes y por lo tanto han abandonado ese ámbito. Ni una mejora, ni una inversión pr...

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La brutalidad de los comportamientos que vamos viendo entre grupos de gente que se aborrega para beber a morro, en juergas clandestinas o en tropas de charla y ligue, nos hacen cada vez más conscientes de la ausencia de cualquier formación seria entre los españoles menores de 40. Son infantiles e irresponsables en un alto porcentaje.

No es culpa suya. Ellos lo ignoran, pero los jerarcas políticos dan por perdida la educación en España. No creen que los jóvenes puedan formarse como franceses, ingleses o alemanes y por lo tanto han abandonado ese ámbito. Ni una mejora, ni una inversión productiva, sólo parches y remiendos para disimular el fracaso.

Por esta razón han suprimido la ética, la filosofía o la educación cívica de los estudios, pero no es lo peor. Lo peor es que los garantes de la educación en España son dos personas que no tienen intención de resolver el analfabetismo moral. Entre otros caprichos, la señora Celaá ha suprimido los suspensos como señal de que el estudiante pide mayor esfuerzo o ayuda. Y el improbable responsable de Universidades, Manuel Castells, es la persona idónea para una institución incapaz de asemejarse a sus análogas europeas.

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Tampoco esto es lo peor. En aquellos países donde la educación es una tarea vital y una defensa frente a la injusticia, los políticos pillados en falsificación de currículos, plagios en tesis o trapicheos de cualquier tipo son destituidos de inmediato. Aquí no sólo es una práctica extendida e impune, sino que nadie le da importancia. Hay una razón: los que plagian, copian, mienten y falsean son gente que ha fracasado en sus estudios por falta de talento o de trabajo y debe maquillar su ruina. ¿Cómo van a permitir que otros triunfen y les hagan la competencia?

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