Columna

El tercer tsunami

El primero fue la crisis sanitaria, el segundo una recesión económica sin precedentes y en el horizonte de 2021 apunta el tercero: las convulsiones sociales

Varias personas esperan su turno para recibir alimentos, el pasado jueves, en la plaza de San Amaro en Madrid.Mariscal (EFE)

Si los epidemiólogos vigilan las olas de una pandemia, los políticos deben controlar los tsunamis sociales. El primero fue la crisis sanitaria, el segundo una recesión económica sin precedentes y en el horizonte de 2021 apunta el tercero: las convulsiones sociales.

Los precedentes de epidemias menos extensas, como el SARS, el ébola o el zika, son inquietantes. Un estudio del FMI analizando los efectos de esas enfermedades en 133 países encontró que, 14 meses después de los primeros brotes, se ...

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Si los epidemiólogos vigilan las olas de una pandemia, los políticos deben controlar los tsunamis sociales. El primero fue la crisis sanitaria, el segundo una recesión económica sin precedentes y en el horizonte de 2021 apunta el tercero: las convulsiones sociales.

Los precedentes de epidemias menos extensas, como el SARS, el ébola o el zika, son inquietantes. Un estudio del FMI analizando los efectos de esas enfermedades en 133 países encontró que, 14 meses después de los primeros brotes, se dispara el malestar social, con protestas y revueltas. El pico se alcanza a los 24 meses. Nos queda poco tiempo. Y, dadas las dimensiones liliputienses de estas pandemias en relación con la covid, tenemos que estar prevenidos.

La semana pasada, probamos el primer bocado amargo con la ocupación del Capitolio por las hordas trumpistas. Se la ha comparado a nuestro 23-F, pero, salvo los cuernos en las cabezas de los asaltantes de ambos Congresos, son episodios distintos. El 23-F es el epílogo del franquismo y el día de Reyes es un capítulo más de una serie in crescendo de altercados sociales y raciales en EE UU. En 1981, la democracia española peligraba a corto plazo. Los golpistas podían haber impuesto un breve régimen de terror, pero a largo plazo los fundamentos liberales de nuestra sociedad —tan progresista que le daría la mayoría absoluta a un joven con chaqueta de pana poco después— estaban asegurados. El futuro de España era unirse al club de los Estados sociales y democráticos europeos.

Es justo lo contrario que en EE UU. La democracia estadounidense no peligra a corto plazo. Ningún análisis frío podía concluirlo observando a la turba invasora de Capitol Hill, tan alarmante para el orden público de Washington una noche como impotente para alterar el orden legal del país un solo día. Esto excluye las mentes calenturientas de izquierdas que se lanzaron a anunciar la llegada del apocalipsis como sus equivalentes en la derecha, los predicadores evangelistas, a los que les une la misma pasión religiosa y por las redes sociales.

Pero a largo plazo el porvenir de EE UU, y del resto de democracias, es más oscuro que en 1981. Los indicadores de estrés político, como el estancamiento de los salarios y el incremento de la desigualdad y la deuda pública durante décadas, auguraban ya unos tempestuosos años veinte. Sumen ahora el tercer tsunami de la pandemia. @VictorLapuente

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