Atrapada en el pasado
Para desgracia de Sheinbaum, no lidera un movimiento de izquierda que canta a Silvio Rodríguez y recita a Benedetti, sino que heredó una horda de corte populista y corrupto hasta la médula


El pasado siempre anda rondando. Mientras más avanzamos, más cargamos. Es inevitable. En política siempre es un arma de dos filos: a veces huyes de él, a veces te sepulta y en otras te proyecta. “Su pasado lo condena”, decían los puros respecto de algún candidato que hubiera atravesado antes por la vida pública. El pasado, cuando se vuelve obstáculo, resulta difícil de saltar, de evadir, es una sombra que siempre está ahí, atenta, vigilante para caer encima.
La historia de Claudia Sheinbaum es nítida y no le pesa –no le pesó siquiera el accidente de la Línea 12-. Es una militante de siempre de la izquierda mexicana. Desde pequeña –hay videos en redes- formaba parte de ese movimiento que tenía sus propias canciones, su literatura, y sus causas. Sheinbaum formaba parte de las juventudes izquierdistas mientras López Obrador militaba alegremente en el PRI. Es ella la que se formó en las luchas universitarias, en la oposición callejera. Es ella la que tiene alma de militante. Ahora es la líder de Morena, lo que resulta una anomalía, pues nunca pasó por el PRI.
Aceptemos que la pureza es cosa de otros tiempos y de otras zonas de la vida nacional. Se entiende que quien trabaja, se ensucia. La vida pública de Sheinbaum es la de una militante cabal. Sus errores, las fallas en su actuación como gobernante tienen que ver más con cosas indirectas que con despropósitos personales, dichos imprudentes o actos escandalosos. La cursilería claudista la pone como si fuera flor de asfalto, una rareza prístina en el valle del horror y lodo que es la política. Claro, uno se asoma alrededor de la presidenta y es una verdadera cloaca, un vertedero de inmundicia. A la presidenta no le pesa su pasado, pero carga con el de su movimiento.
Lo que hemos visto en los últimos meses de manera cotidiana es la creciente irritación de la presidenta al tener que defender lujos y excesos de sus compañeros, pero también a gente que no sabe qué fueron en el pasado, pero que reaparecen ahora como compañeros de lucha, colegas “del movimiento”. Por supuesto que es difícil que un líder de partido conozca a toda la militancia, sus orígenes y desarrollo. Pero tampoco le ayudan. No hay escándalo del pasado que no esté personificado en Morena y sus aliados. Para desgracia de Sheinbaum, no lidera un movimiento de izquierda que canta a Silvio Rodríguez y recita a Benedetti, sino que heredó una horda de corte populista y corrupto hasta la médula.
¿Que Sheinbaum quiere saber de fraudes electorales? Ahí tiene a Manuel Bartlett a la mano. ¿Qué quiere saber de huachicol? Ahí tiene a Mario Delgado y al exsecretario de Marina. ¿Qué le interesa algo de crimen organizado? Bueno, pues tiene a Adán Augusto y sus amigos. ¿Que quiere exhibir la corrupción del peñismo en el FONDEN? Su compañero José María Tapia, candidato a la alcaldía de Querétaro por Morena el año pasado, fue el director de ese fondo. ¿Que quiere saber cómo estuvo lo de Ayotzinapa? Ahí tiene a su compañera Mariana Benítez, entusiasta priista del pasado que fue subprocuradora de la Procuraduría General de la República con Jesús Murillo Karam. ¿Qué quiere saber de cacicazgos? Ahí tiene a los Monreal. ¿Algo del Fobaproa? Están cerca Arturo Zaldívar e Ignacio Ovalle, uno defendió a los banqueros, el otro aprobó el atraco. ¿Algo de pederastia amparada por “el gober precioso”? Puede llamar a Alejandro Armenta. La lista no tiene fin. Cuando señala a la oposición de representar al viejo régimen, debería irse con cuidado, ya que todo el viejo régimen está en las filas que la apoyan.
La presidenta está atrapada por el pasado de su movimiento. Ella quisiera moverse suelta, responder únicamente por su historia personal, pero no puede. Ella es parte de esa masa amorfa que es Morena, por eso tiene que defender a los corruptos de antes y los de ahora porque todos ellos son sus compañeros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
