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donald trump
Columna
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Trump está de vuelta, bienvenidos a la pesadilla

No hay que ser un fanático de las teorías de la conspiración para notar que varias de las políticas que Trump preconiza suenan a las que tomaría el Gobierno en una película de ciencia ficción distópica

Donald Trump en Wisconsin, Estados Unidos.
Donald Trump en Wisconsin, Estados Unidos.Callaghan O'Hare (REUTERS)
Antonio Ortuño

Aún no es el presidente, porque su toma de posesión está programada para el 20 de enero de 2025, pero Donald Trump ya va dejando brochazos inquietantes de las medidas que pretende imponerle a su país y al planeta entero en cuanto el poder le pertenezca otra vez. Y las líneas que traza su discurso conforman un panorama bastante siniestro, a pesar del entusiasmo un poco histérico que manifiestan sus seguidores en los Estados Unidos (y, no lo olvidemos, también fuera de ellos: en América Latina estamos llenos hasta las orejas de trumpistas de ocasión).

No hay que ser un fanático de las teorías de la conspiración para notar que varias de las políticas que Trump preconiza suenan a las que tomaría el Gobierno en una película de ciencia ficción distópica y habrían sido inimaginables hace tan solo un par de decenios. Pero ahora, de la mano del multimillonario, pueden convertirse en realidad.

Veamos. Trump ha anunciado repetidamente que planea ordenar deportaciones masivas de migrantes indocumentados. Y se calcula que hay once millones de personas en tales circunstancias en territorio estadounidense. Echarlas a todas representaría un éxodo humano sin precedente alguno en la historia y, con toda probabilidad, una tragedia de proporciones bíblicas. Pero algunos no ven esto. Por ejemplo, el solícito Gobierno del estado de Texas, uno de los que tiene una mayor proporción de habitantes de origen hispano, ya le ha ofrecido a Trump cientos de hectáreas gratis para que se instalen en ellas campos de concentración de migrantes, en los que serían internados antes de su expulsión.

No importa si oficialmente los llaman “centros de seguridad” o cosa semejante: el lenguaje legal es lo menos. Hablamos de campos de concentración en territorio continental estadounidense. Barracas llenas de ancianos, niños, mujeres y jóvenes, que, en muchos casos, fueron a Estados Unidos para reunirse con sus familiares, y que, en general, llegaron allí en busca de mejores oportunidades de las que encuentran en sus propios países. De eso, de prosperar en libertad sin importar la condición social o el origen, se trataba el American Dream, concepto del que se enorgullecía el país hasta hace cinco minutos. Y por eso, a lo largo de incontables años, millones de migrantes han sido atraídos: ingleses, alemanes, irlandeses, italianos, chinos, indios, hispanos, etcétera. Pero el dream ahora es nightmare.

Trump decidió convertir a los migrantes en los hombres de paja de sus iras y les atribuyó los males económicos y de seguridad de su país. Desde su primera campaña y mandato presidencial se dedicó a criminalizarlos. Se ha prodigado en insultos, descalificaciones y mentiras. Y, a fuerza de remacharlo, discurso tras discurso, ha conseguido vender muy bien su obsesión. Las buenas cifras electorales que registró ante los propios hispanos lo comprueban. Millones de estadounidenses están de acuerdo con barrer a los migrantes, y con el papel de delatores y acusadores que les ha sido asignado.

Pero Trump piensa ir más allá. Ahora dice que declarará grupos terroristas a los cárteles mexicanos. Más allá de que resulta imposible “defender” a las organizaciones criminales, por más en desacuerdo que se esté con Trump, queda la duda de la verdadera agenda detrás de esa declaración. ¿Trump va a expulsar hacia México a millones de personas y a intervenirlo militarmente si le pega la gana? Si esto no es distopía pura, no es nada.

Lo peor, parece, está por venir.

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