Xóchitl Gálvez, la candidata del PRIAN
La dinámica del supuesto proceso ciudadano para decidir a la candidata presidencial ha comprobado su estricto universo de simpatizantes partidistas
No hay que buscarle la quinta pata al gato. Lo que vemos es: un palenque de día, donde las apuestas partidistas y de grupo cobran su auténtica dimensión y “el deber patriótico”, “el fin superior”, “la ciudadanía y la democracia” deben esperar a que los patriarcas decidan cómo utilizar de mejor manera a dos mujeres que, en sus propias contradicciones, sirven a los propósitos de los negociantes de la política.
A la “mujer de hierro”, la hicieron de plastilina; el ejemplar “proceso ciudadano” con el que Xóchitl Gálvez vería legitimada la estrategia semiótica y mediática que la infló, quedó en el intento; y bajo los fríos cálculos de sus negociaciones personales, sacrificar la dignidad —con que la política debiera conducirse— ha sido un acto plenamente aceptado por todos. Es el PRIAN de cuerpo entero, y en todo el sentido de su naturaleza: la sobrevivencia, la rebatinga y la impunidad.
La impunidad es lo que amasa la unidad priista en torno del desprestigiado Alito Moreno; no está exenta Beatriz Paredes de esa circunstancia cuando lo abraza después del descontón.
La sobrevivencia atenaza el impulso de Acción Nacional en sus decisiones, entre la nostalgia de sus fieles militantes por recuperar la esencia y decencia perdidas, y la rebatinga de sus dirigentes para quedarse con los restos del naufragio.
La alianza electoral formal del PRIAN, es el mayor daño histórico que la actual dirigencia panista le ha infligido a la institución. No sólo porque ha desdibujado éticamente al partido fundado por Manuel Gómez Morin, sino porque también en términos prácticos, la conquista de votos y mantener o conseguir nuevos triunfos electorales importantes, estadísticamente ha venido a menos.
En estas horas ese desdibujamiento ético está a la vista, no hay la más mínima intención de rectificar y salirse de las decisiones cupulares. La dinámica del supuesto proceso ciudadano para decidir a la candidata presidencial, ha comprobado su estricto universo de simpatizantes partidistas, y Acción Nacional ha conjurado con la ayuda de Alito Moreno —la factura de regreso estará fuerte— el riesgo de que el liderazgo del Frente Amplio quedara en el limbo, ante un eventual triunfo de la senadora Paredes en la modalidad de la votación directa, por virtud de la estructura priista que mayoritariamente nutrió el listado de electores que podrían votar el próximo domingo.
La salida que contemplaron fue adelantar el resultado de la encuesta, para tener una base narrativa con la cual justificar retirarle el apoyo a la candidatura de Beatriz Paredes. También en eso, afloró la simulación del supuesto comité ciudadano organizador del proceso, que actuaron exactamente como lo hacían cuando la mayoría de ellos fungieron como consejeros del IFE y luego del INE: simples correas de transmisión de los dirigentes partidistas.
En el episodio y para la anécdota de lo paradójico y lo grotesco, es que el bloque opositor partidista y empresarial se esmera en darle la razón al presidente López Obrador, al que tanto desprecian y luego quieren asemejarse: cuando el PAN y el PRI definieron llevar a cabo el amasiato formal en el 2021, le concedían uno de sus mayores anhelos históricos, confirmar al PRIAN, desde su sentencia “son lo mismo”.
Al adelantado proceso de selección de Morena del “defensor(a) de la cuarta transformación” —en realidad la candidatura presidencial saltándose todo norma constitucional y legal— , el PRIAN se disfrazó de Frente Amplio por México, bailó al mismo son de los tiempos prematuros, e incrementó la simulación con su proceso, imitando el eufemismo del largo título a su escogida.
Con el actual desenlace, también refrendan uno de los instrumentos de los que López Obrador ha echado mano para decidir casi todas las candidaturas en su movimiento y que tanto le han criticado: la encuesta. Y al desbrozarle el camino a Xóchitl Gálvez hacia la candidatura de la manera en que lo han hecho, lo único que parece, es que el presidente volvió acertar cuando adelantó que la de Xóchitl era una decisión predeterminada y no había necesidad de tanto cuento.
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