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Columna
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Trump, lagartos espaciales y nueva política

Mucho me temo que las teorías conspiratorias no desaparecerán el miércoles con la toma de posesión de Biden y el retiro de Trump

Antonio Ortuño
Donald Trump se quita la mascarilla a su regreso a la Casa Blanca tras su tratamiento contra el coronavirus en el hospital.
Donald Trump se quita la mascarilla a su regreso a la Casa Blanca tras su tratamiento contra el coronavirus en el hospital.KEN CEDENO / POOL (EFE)

Lo confieso: esto que contaré tiene algo de mórbido. Llevo algunos días siguiendo a una suerte de familia o “panal” de cuentas de Twitter que apoyan explícitamente al ya casi expresidente estadounidense Donald Trump. Comencé a detectarlas por los retuits burlescos que les hicieron algunos contactos durante la toma del Capitolio, el pasado 6 de enero, acción que los integrantes del “panal” y sus hermanos de ideario entendían como la fecha de un levantamiento de proporciones bíblicas y el pináculo de la lucha del bien contra el mal, y que el resto del mundo vio como una mascarada sangrienta de la ultraderecha más alucinada. Las he monitoreado desde entonces.

El primer asombro que depara la revisión de los mensajes que publica e intercambia este panal determinado consiste en que muchos de los fervientes “patriotas” que lo integran (“patriotas”: así se denominan más o menos genéricamente entre ellos) no son ciudadanos de Estados Unidos y no residen siquiera en aquel país. Se trata, por ejemplo, de miles de venezolanos, españoles, argentinos y mexicanos (hay de otras geografías, claro, aunque, aparentemente, en menor cantidad), identificados por el hecho de que opinan con frecuencia también sobre asuntos de sus respectivas políticas domésticas (un dato curioso es que hay entre ellos tanto gente que se autoidentifica de derecha como de izquierda). Y no: no me parece que se trate de “bots”, al menos si entendemos a los “bots” como lo que son: cuentas falsas y automatizadas. Dada su enorme y singular actividad de publicaciones, comentarios y glosas detalladas, hay que suponer que esta se trata de gente real. Rarísima, desde luego, pero que existe.

¿Por qué digo “rarísima”? Es verdad que uno puede caer en la tentación de establecer un criterio de normalidad a partir de sus propias opiniones y considerar “exóticos” a quienes piensen diferente y cada vez más según el grado de las discrepancias. Pero no: en este caso me parece que se trata de algo más. Porque al margen de que esta gente no piense como uno, ni siquiera parece compartirse con ellos un piso común de realidad. Es decir que, en sus mensajes, los integrantes del “panal” incluyen elementos tan fantasiosos que, sinceramente, es difícil creer que alguien racional pudiera tenerlos en mente.

Esta gente sostiene no solo que Donald Trump ganó “por paliza” las elecciones presidenciales (una idea refutada por los resultados oficiales) y que fue víctima de un fraude colosal (extremo que han desestimado decenas de tribunales de todos los órdenes en Estados Unidos, incluida la Suprema Corte de mayoría conservadora, por el sencillo motivo de que no hay prueba alguna), sino que no entregará el poder y tendrá un segundo mandato. Están convencidos de que Joe Biden (presidente electo), Kamala Harris (vicepresidente electa), Nancy Pelosi (líder de la Cámara de Representantes del Congreso) y otros destacados demócratas serán detenidos (¡o ya lo han sido!) antes de la toma de posesión. Aseguran, de hecho, que hay en marcha un plan de Trump para “desenmascarar” a los poderosos del mundo y acabar, de un plumazo, con sus rivales políticos, con los dueños de las empresas tecnológicas que lo silenciaron de sus plataformas (luego de sus llamados a la violencia) y, de paso, con las “redes del crimen” que los impulsan. También dicen, ya en esas, que la toma del Capitolio en realidad fue culpa de unos infiltrados. Cosa curiosa: el ataque era una heroicidad “patriota” hasta que fracasó… y entonces se convirtió en un complot enemigo…

¿Quiénes integran, por cierto, esas “redes criminales”? Asómbrese usted: una serie de pillos muy conocidos, cuyos nexos con el nuevo Gobierno no se establecen ni siquiera tenuemente, y también, cómo no, un buen puñado de extraterrestres. En el panal se cruzan alegremente decenas de montajes. Uno asegura que Joe Biden ha muerto “hace una semana” y gobernará en forma de holograma, como en Star Wars. Otro muestra a Nancy Pelosi siendo arrestada, y uno más a Hillary Clinton dejando ver bajo sus rasgos habituales la piel y los ojos de lagarto sideral…

Mucho me temo que estas quimeras, que no son originales del “panal” sino que están ampliamente extendidas entre las redes pro-Trump (pero tampoco son exclusivas de ellas: hay conspiracionismo y denuncias contra los lagartos, igual que entre ciertos “progres” o de otras tendencias) no desaparecerán el miércoles, con la toma de posesión de Biden y el retiro de Trump a sus mansiones de Florida. Aunque un nuevo golpe “patriota” no llegue a ocurrir (hay miles de guardias nacionales desplegados en Washington para prevenirlo), ni tampoco sucedan las detenciones de demócratas que esperan, ni nadie compruebe que Biden murió o que Hillary Clinton proviene de una galaxia lejana, queda claro que esta gente no necesita ninguna clase de vínculos con la realidad verificable. Le bastan sus prejuicios y su docilidad ante el carisma de las voces que la manipulan. ¿Tendremos que habituarnos a que la discusión pública prescinda de la razón como eje y se conforme a debatir con delirios, fantasías y lagartos del espacio? ¿La política futura tendrá que calcularse, toda, con respecto a la estupidez?

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