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Estar sin Estar
Columna
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Atrapado en las redes

Millones de usuarios de la infinita red global acceden sin restricción alguna a nuestra información, imágenes, antojos y desgracias sin limitación alguna

Jorge F. Hernández

Un amable usuario de Twitter tuvo a bien alertarme sobre algo que parecía insuflar mi ego: un cuentahabiente de la red global del pajarito silbante –al parecer, desde la India—tuvo a bien usurpar mi rostro y utilizar una buena fotografía de mi cara como ícono o avatar de su cuenta llamada Oldsmoothy4. En uno de sus mensajes, tuits o píos el anónimo marajá sube una fotografía de él mismo (bigotes, gafas y regordete con ceño fruncido) como confirmación de nuestro supuesto clonazgo… pero al bajar por el hilo de su página se revela que se trata de un infinito degenerado a la vera del Ganges. Puras fotografías y mini-videos de ancianos con lonjas, desnudos, posando de glúteos o bien mostrando lo que les queda de salvasealaparte o bien en abierta revelación porno con mujeres evidentemente muy confundidas en sus gustos y pasiones. Peor aún, el pinche degenerado hindú y sus casi 12.000 seguidores postean en contubernio con un tal Daddylover (con otros 26.000 fieles) que se mantiene en el etéreo con una cuenta de puro porno duro gay entre panzones de la tercera edad, rucos todos de canas al aire dándose calor o bien mostrando el istafiate sin vergüenza.

Abatido mi ego, ¿Cómo es posible que un habitante acalorado de El libro de la selva encontrara parecido conmigo y se aventara el detallazo de mal gusto de utilizar mi fotografía como ícono de su portal porno? Pues, porque así está el patio y Mowgli no se anda con rodeos: si en el otro lado del planeta se le ocurre a un onanista y pornógrafo anunciar sus calenturas con la imagen al azar de un mexicano absolutamente desconocido en Bollywood, ¡Bienvenido el chistecito! Millones de usuarios de la infinita red global acceden sin restricción alguna a nuestra información, imágenes, antojos y desgracias sin limitación alguna, y para colmo: el bastardo de Benares que cree tener parecido conmigo utiliza como fondo de pantalla un close up de los horrendos glúteos de Donald J. Trump en su patético atuendo de golfista. ¡Es la guinda mórbida para mi desasosiego! ¡Yo que pensaba encarnar el verso de que estoy atrapado en las redes de un poema (como cantaba el difunto Príncipe José José) he sido engañado a lo gavilán o paloma por una dupla de pornógrafos orientales gays que tuvieron a bien encontrar mi rostro en el océano universal del internet y etiquetarme como logotipo de sus desenfrenos… sin aviso, permiso ni consulta!

De haberme contactado les hubiera mentado la madre y podría más o menos defenderme con el argumento de que –en verdad—no tengo el peso ni la anatomía para el tipo de marranos que muestran en sus tuits y videos; decirles que no me importa lo que cada uno haga en sus delirios onanistas o enanistas y que sí, una parte de mí, se siente ligeramente honrada de circular entre miles de usuarios de la India y ranchos circunvecinos, pero que no, definitivamente no doy permiso alguno para que utilicen mi rostro infalible en la promoción de su pornografía, publicidad de sus perversiones, proliferación de su podredumbre o patético panegírico para paquidermos en pelotas.

Denunciadas ambas cuentas ante Twitter, deseo que la que me identifica como imagen de Oldsmoothy (pinche apodo inmundo) cambie de modelo cuanto antes y que todo este despropósito sirva para que algún día el Tribunal de La Haya en Holanda confirme que si de alguien soy clon de veras es de George Clooney y punto. Seguido: deseo que los usuarios que hayan caído en las redes del porno duro gay por obra y gracia de haber reconocido mi rostro en el arrabal sepan distinguir que se trata de una inmensa equivocación en la que soy la víctima de un abuso no solo de carcajada incontenible, sino de evidente incongruencia: si por un casual me dieran ganas de militar en el nudismo no lo haría a través del Twitter, sino en la próxima película de Luis Buñuel o en una futura versión 4K de Fantasía de Walt Disney.

Que ¿Por qué me pasan a mí estas cosas? Quizá por una renovada solidaridad con Woody Allen que podría incluir esta aventura en una nueva película o mis ansias irrefrenables de volverme personaje de Jorge Ibargüengoitia o quizá para que algunos lectores sigan preguntando de dónde saco las estulticias que publico como cuentos o cuentínimos. Pasada la pandemia –en cuanto caduque el confinamiento—viajaré al Punjab a lomos de un elefante psicodélico y me plantaré en pelotas en la sede del nefando cuentahabiente tuitero que me usó como un Oldsmoothy cualquiera… nomás para dejarlo con el ojo cuadrado.

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