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Carlos Manzo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Carlos Manzo, el alcalde sin miedo

El presidente municipal de Uruapan se ponía casi cada día el chaleco antibalas y salía a patrullar. Poco más de un año después de llegar al cargo, ha sido asesinado a balazos en la plaza del pueblo

David Marcial Pérez

—Alcalde, estos cristales están blindados, ¿verdad?

—No, por eso hay que estar pilas

La respuesta del alcalde de Uruapan hizo que se me erizaran hasta las pestañas. Fue este julio. Estábamos recorriendo en una patrulla de policía un laberinto boscoso para encontrar una huerta de aguacate, donde hacía unas semanas el mismo alcalde y su policía habían encontrado un campo de adiestramiento del crimen organizado. Carlos Manzo había llegado a la alcaldía en septiembre del año pasado y desde que llegó al puesto me dijo que, casi cada día, se ponía el chaleco antibalas y salía a patrullar por los alrededores montañosos de la capital del aguacate michoacano. Un negocio que deja unos 3.000 millones de dólares al año. Uno de los jugosos pasteles por los que las mafias del crimen llevan años peleando sin piedad.

En aquel recorrido, acompañados por otro par de patrullas de la Guardia Nacional, me reconoció una obviedad: estaba amenazado. Le pregunté si no tenía miedo. “El miedo es natural al hombre, pero lo dominamos, no dejamos que nos paralice. Además estamos haciendo lo que legalmente nos corresponde”, me respondió desde el asiento del copiloto, mientras daba órdenes por la radio interna: “Abran el perímetro. Todos alerta porque pueden estar otra vez instalados por aquí”. Este sábado, en medio de un evento público en Uruapan, un hombre armado se le acercó y lo tiroteó a quemarropa. El alcalde moría minutos después.

Manzo había pedido ayuda al Gobierno federal. Había viajado incluso a la capital para acelerar la compra de vehículos blindados para seguir patrullando los bosques de Uruapan. “No quiero ser otro más de la lista de los ejecutados”, dijo hace menos de un mes en una entrevista. Siempre con su sombrero de ala ancha, era su marca personal, solía retransmitir en vivo a través de sus redes sociales los patrullajes.

El alcalde de Uruapan hacía ruido. Había algo de marketing político, pero también era una manera, a su juicio, de protegerse. “Cuánto más mediático me haga es probable que menos se atrevan a matarme”, me dijo aquel día. Su estrategia, la misma que siguieron otros políticos o líderes sociales de la zona, como el jefe de las autodefensas Hipólito Mora, acribillado a balazos hace un par de años, no le ha servido de mucho.

“No tengo ningún trato, ni relación ni financiación ni nada con los grupos del crimen”, me insistía mientras recorríamos el bosque. “No transo”. Una afirmación que parecía decir que “transar” -negociar, conceder, entrar en el juego- era la regla no escrita para mantenerse a flote en una de la zonas más calientes de México. Manzo señalaba sobre todo al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), una de las mafias más poderosas del país y con muchas presencia en la zona. Al regresar a la plaza principal del pueblo, donde este sábado ha sido asesinado, se despidió diciendo: “Hay que meterle muchos huevos para poner orden”.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.
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