Anatomía del accidente migrante de Chiapas

El camión siniestrado había salido de Comitán de Domínguez la mañana del jueves, una población cercana a la frontera con Guatemala, a tres horas y media de distancia. Los migrantes habían llegado días antes desde Guatemala y fueron reunidos en varias casas de seguridad de San Cristóbal de las Casas. Emprendida la marcha, cerca de las 15.20, el camión circulaba por la autopista Chiapa de Corzo-Tuxtla Gutiérrez, una vía de dos carriles en ambas direcciones y con buen asfalto, pero con tramos de curvas pronunciadas donde la velocidad máxima permitida es de 80 kilómetros. En ese momento, el vehículo Kenworth tiraba de dos remolques con 80 personas cada uno en su interior, la mayoría de ellos procedentes de Guatemala. Previamente, los remolques habían sido agujereados para que los migrantes pudieran respirar.

Aunque las condiciones climatológicas eran buenas y circulaba a plena luz del día, al llegar al kilómetro nueve de la autopista, el conductor del vehículo tomó la curva a más de 100 kilómetros por hora y perdió el control.

Al volcar, el camión se llevó por delante los postes eléctricos. Separados ya los remolques de la cabina, en la inercia terminaron estrellándose contra la base de un puente peatonal donde se produjo el impacto más grave. El Ministerio Público de la Federación confirmó que el “golpe mortal” llegó al chocar contra el paso elevado. Los remolques quedaron convertidos en un amasijo de hierros del que los heridos luchaban por liberarse. No así la cabina, que quedó en buen estado, lo que permitió al conductor salir con vida y emprender la fuga a pie.

Testigos del accidente confirmaron a EL PAÍS que entre los vecinos el puente es conocido como “el puente de la muerte”, debido a que son habituales los accidentes en este tramo.

Después se supo que el tractocamión está registrado a nombre de Autotransportes Río Blanco en Chiapas y el remolque pertenecía a la empresa Z Transportes, de Veracruz, según las autoridades. Los vehículos de este tipo son utilizados normalmente para el transporte de mercancías, frutas y verduras.

Según los testimonios de los supervivientes, el vehículo se dirigía a Puebla, una ruta habitual para el tráfico ilegal de migrantes, que son hacinados en las cajas de los camiones para cruzar México y poder eludir así los controles y el cerco militar que rodea la zona sur del país, donde los agentes intentan frenar la emigración irregular proveniente de Centroamérica. Algunos de los supervivientes dijeron que habían pagado entre 2.500 y 3.500 dólares por el trayecto hasta Puebla, donde, presumiblemente, contratarían a nuevos traficantes hasta llegar a la frontera con Estados Unidos.

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