El nuncio apostólico Franco Coppola deja México para irse a Bélgica
El representante del Vaticano en el país concluye su mandato después de cinco años en los que terminó convertido en una voz firme contra la violencia del crimen organizado
La instrucción del papa Francisco en 2016 para el recién nombrado Franco Coppola fue clara: “No se sientan príncipes”. Tras cinco años con el mandato de dejar los palacios y volcarse en los problemas sociales, el nuncio apostólico se va de México. Coppola (Lecce, 64 años) ha anunciado que su estancia en el país terminará con la misa del 1 de enero de 2022, después de la cual se irá como representante del Vaticano a Bélgica. Convertido en sus últimos meses en una voz firme y crítica contra la violencia del crimen organizado, el nuncio deja un país enclavado en un centenar de homicidios diarios, en una lucha urgente contra las agresiones machistas y una Iglesia duramente criticada por el encubrimiento de abusos sexuales.
Coppola fue la pieza elegida por el papa Francisco para cambiar la dinámica de la Iglesia en México. Tras una visita en febrero de 2016 al país, en la que el pontífice reprendió al alto clero por no ser más próximo a su pueblo, abrasado por la violencia y la corrupción, Francisco decidió nombrar al italiano para dar un giro. Coppola había trabajado para el Vaticano en zonas de conflicto como Líbano, Burundi y Colombia, y en ese momento llevaba tres años siendo el nuncio apostólico en República Centroafricana y el Chad. Sedes pobres y azotadas por la violencia extrema de los islamistas, donde la religión católica vivía en resistencia, y sin zonas de confort con el poder. “El Papa conoció a Coppola en una visita a África y congeniaron, es un nombramiento directo del Pontífice”, señaló entonces a EL PAÍS el sociólogo Bernardo Barranco.
Con su llegada a México el 28 septiembre de 2016, Coppola debía, por un lado, atajar una profunda crisis creada por el apoyo de la cúpula eclesiástica a Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y denunciado por sostener un sistema de pederastia dentro de la organización. El encubrimiento de abusos a menores se trataba —y así sigue— del punto más negro de la Iglesia mexicana, con múltiples casos pendientes, además de los del principal escándalo, el de Maciel y sus legionarios.
A pesar de ser unos de sus grandes retos, las víctimas han seguido señalando a Coppola por el mal manejo del asunto. En una entrevista reciente con EL PAÍS, el nuncio admite que el problema de la pederastia puede haber alejado a mucha gente de la institución, que ha perdido en el país un 5% de afiliados durante la última década.
Otro de los grandes pendientes del representante del Papa era conectar con los problemas cotidianos que afrontaban los mexicanos: la pobreza, la violencia del narco, la inseguridad y la falta de confianza en el Estado. Después de estos años, y en especial tras un sprint final de los últimos meses, Coppola se ha alzado como una figura respetada contra los grupos criminales. “El presidente Andrés Manuel López Obrador pidió a la Iglesia católica que intervenga para ayudar con el tema de la violencia”, explicó en entrevista con EL PAÍS.
Así el 23 de abril el nuncio apostólico puso pie en Aguililla, un poblado enclavado en la región de Tierra Caliente y asediado por los grupos criminales durante años. “En Italia sabemos que la mafia florece donde el Estado no está, ahí aparecen intereses particulares que tratan de imponerse”, dijo Coppola en su visita extraordinaria a Michoacán. En este primer viaje con tono político, el hombre del Papa en México reconocía que la violencia se había implantado en todo el país: “Es muy importante que se sepa lo que está pasando. Los malos se aprovechan del silencio”.
Ahora, cuando estaba inmerso en pleno proceso de contribuir a la pacificación del país —“ni yo ni la Iglesia podemos cambiar las cosas de hoy a mañana, pero estamos tratando de ayudar a México a salir de esa situación”—, Coppola debe irse a su nuevo destino. Va a mantenerse en el cargo hasta final de año para resolver “asuntos pendientes”, pero el 1 de enero en la Basílica de Guadalupe, en Ciudad de México, será su última misa. “Salgo mucho más rico en fe y en humanidad que cuando llegué, hace cinco años”, ha agradecido en su mensaje de despedida.
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