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tribuna
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Dejemos de reventar la conversación pública

Es tiempo de convocar al diálogo e insistir en que es posible a pesar de las estridencias

Ana Elizabeth García Vilchis la encargada de la sección 'Quién es quién en las mentiras'  durante la conferencia del 2 de septiembre en Palacio Nacional.
Ana Elizabeth García Vilchis la encargada de la sección 'Quién es quién en las mentiras' durante la conferencia del 2 de septiembre en Palacio Nacional.Daniel Augusto/Cuartoscuro
Gabriela Warkentin de la Mora

Y entonces me difamaron desde Palacio Nacional.

A mí y a un grupo de personas que, sin deberla ni temerla, terminamos metidos en un mismo saco de teorías de conspiración junto con cuentas falsas, troles y usurpadores de identidad.

Desde Palacio Nacional, frente a la mirada complaciente del presidente de la República, Ana Elizabeth García Vilchis, vocera del frívolo ejercicio semanal de intimidación que se llama Quién es quién en las mentiras, dictaminó que los ahí exhibidos integramos una red de conspiración bajo el paraguas de “tridenteideas” con el “fin golpista” de dinamitar al Gobierno de López Obrador. Que si se habían retuiteado notas falsas sobre Gas Bienestar, que si se habían creado cuentas falsas para orquestar ataques, que si todos compartíamos en nuestras biografías de Twitter un mismo correo electrónico, que si la manga del muerto.

En días pasados nos difamaron desde Palacio Nacional.

Por demás está decir que ni yo ni la mayoría de los señalados formamos parte de red golpista alguna (de las cuentas apócrifas que usurparon nuestra identidad no puedo decir nada porque no sé quiénes son ni de dónde vienen y me sigo deslindando categóricamente de ellas). Lo que sí afirmo con orgullo es que hace unos tres años, un par de socios y yo decidimos crear una empresa (que paga impuestos y da empleo) para ofrecer servicios de consultoría, aceleración y capacitación. Y que en ese proceso hemos invitado a personas de muy diferentes ámbitos y puntos de vista a dar conferencias o talleres, algunas de las cuales tienen en sus biografías de Twitter un correo de contacto para su posible contratación.

¿Suena ñoño?

Lo es. Lamento no tener nada más jugoso que ofrecerles.

Es más, suena a que le apostamos a emprender en México. ¡Vaya pecado!

Pero en días pasados decidieron difamarnos desde Palacio Nacional.

Resulta que cuentas tuiteras muy diversas, la mayoría brutalmente agresivas contra el Gobierno de López Obrador y la 4T, usurparon el correo de contacto para publicarlo en sus biografías de Twitter. Paso siguiente: desde la conferencia mañanera de Palacio Nacional se nos acusó a todos de formar parte de una red golpista en contra de este Gobierno. A todos, sin distingo. Y a mí, en particular, de ser una especie de articuladora de la misma. ¿Alguna vez me llamaron para preguntar si era cierto? ¿Para contrastar fuentes? No, solo acusaron. Porque desde el ejercicio de intimidación que es el Quién es quién en las mentiras hay revancha, no metodología.

Ya conocemos lo que sigue después de un señalamiento así, por más ridículo que sea. Hordas en redes sociales que agreden y violentan. Y agreden y violentan y agreden y violentan y agreden y violentan. Además, acosos físicos porque desde Palacio se sugirió al respetable un “investiguen ustedes mismos”.

Nos cayó una lluvia de mierda para intimidar y silenciar.

¿Ahora qué hacemos?

¿A quién beneficia seguir reventando la posibilidad de una conversación pública como sucede diario desde todos los extremos del espectro político?

Como soy optimista, o la edad me lo permite, creo que todavía estamos a tiempo de imaginar espacios para superar la polarización o para ir más allá de ella. No espero una disculpa pública ni una reivindicación desde Palacio Nacional. Nunca sucederá porque la revancha no reconoce errores, sino que se alimenta de la adrenalina de los efectos de la intimidación. Es más, se crece en ella.

Entonces, ¿qué hacemos?

Me parece que (todavía) es tiempo de convocar a otro diálogo público y a insistir en que es posible a pesar de las estridencias. Pensar en sentarnos a dialogar, quienes así lo deseamos, para tender puentes, para visibilizar a los muchos y las muchas que se sienten excluidas de los jaloneos ideológicos. Celebrar la moderación activa como un espacio de convergencia.

Cosa de pensarle y de convocar.

Las lluvias de mierda, como las que hemos vivido tantos, solo cancelan cualquier escenario de interlocución. Y salvo que algunos le estén apostando a un país de soliloquios confrontados, más nos vale encontrar caminos de conversación.

O que el último apague la luz.

PD. Agradezco las muchísimas muestras de cariño y solidaridad tras lo sucedido la semana pasada. Lo único bueno de las lluvias de mierda es que se ven opacadas por torrentes de vibras amorosas.

@warkentin

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