Terror, sangre e impunidad en México
La cacería de inocentes en Reynosa, Tamaulipas, se suma a la ejecución de al menos 26 personas en Zacatecas en una semana sacudida por la violencia extrema e impune del narco
Ha habido pocos rincones del país que se escaparan estos días al terror de la violencia. México vive la etapa más sangrienta de su historia, pese a que de un mes a otro pueda aumentar o disminuir un pequeño porcentaje de muertes. La cifra es alarmante: casi 100 personas son asesinadas al día. Y lo que es todavía más riesgoso, la impunidad roza el 90% de los casos. Desde Zacatecas, pasando por Baja California, Nuevo León, Morelos y Tamaulipas, las escenas de guerra han sacudido a unos municipios que observan cómo los enfrentamientos entre cárteles de la droga sitian zonas completas sin que una autoridad logre frenar su poder. Algunos Estados se han reconocido incapaces de hacerles frente y el Gobierno federal insiste desde la tarima presidencial que el país “está en paz”. Mientras tanto, la realidad cruel toca de nuevo las puertas de Palacio Nacional.
El lunes, la localidad fronteriza de Reynosa amaneció desierta y muda. Sus habitantes soportaron el fin de semana lo que en la macabra jerga del narco —incorporada ya al habla común— se conoce como “calentar la plaza”. Un grupo de hombres armados dispararon sobre una avenida al azar y mataron a 14 personas, además de dos mujeres que secuestraron y amordazaron en el maletero de una de las tres camionetas que utilizaron ese día. En menos de dos horas, acribillaron a una familia completa, trabajadores, estudiantes, vecinos, con el único fin de demostrar su capacidad de fuerza, de utilizar la violencia y a la población como moneda de cambio para ejercer el control sobre la localidad. Calentar la plaza para echar a sus enemigos: el plan macabro del narco, utilizado habitualmente durante los peores años de la guerra contra los cárteles de la droga (desde 2006 hasta 2012), consiste en sembrar el caos, mediante prácticas terroristas, para llamar la atención del Ejército y debilitar a la banda rival que era dueña del lugar.
En Zacatecas han sido colgadas más de cinco personas en puentes en esta semana. Dos de ellos, policías estatales de la entidad vecina, San Luis Potosí, que habían sido reportados como desaparecidos días antes. Este viernes, al menos 14 personas más fueron ejecutadas en el mismo Estado, en el municipio de Valparaíso, por un enfrentamiento abierto entre los dos cárteles más poderosos del país: el de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación, que mantienen sitiados algunas ciudades del Estado y pelean el control del territorio. Siete más fueron ejecutados dentro de una casa el miércoles, ante el espanto de cinco niñas a quienes los criminales decidieron salvar la vida, pero grabar para siempre en su retina aquellas imágenes.
La estela de sangre alcanzó también a Baja California, donde fueron asesinadas 11 personas el domingo en distintos puntos del Estado: Tijuana, Mexicali y Tecate. El miércoles, cinco más fueron asesinados en menos de 24 horas en Tijuana, con lo que suman ya 159 asesinatos en lo que va de mes en la ciudad, según el conteo del periódico local Zeta.
Otro comando armado irrumpió en una fiesta de cumbia en Monterrey (Nuevo León), disparó a los que bailaban y asesinó a tres de los asistentes. Algo similar ocurrió en Jiutepec (Morelos), las imágenes de unos hombres armados abriendo fuego contra los clientes de un bar grabadas por la cámara de seguridad del establecimiento suponen un ejemplo más de que la violencia extrema e impune que sacude al país se puede desatar en cualquier sitio, en cualquier momento. Pues las consecuencias penales son casi inexistentes. Por estos hechos, excepto por el caso de Reynosa, hay ningún detenido.
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