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Mariel Albarrán, la mujer que denunció a su exesposo por abusar de sus hijas: “Es un monstruo, ¿qué papá atenta contra sus hijos?”

La madre de las niñas achaca el cierre del caso por parte de la Fiscalía de Ciudad de México a las amistades que el exmagistrado Cavazos López conserva aún en el Poder Judicial

Mariel Albarrán, en Ciudad de México el pasado 17 de marzo.
Mariel Albarrán, en Ciudad de México el pasado 17 de marzo.seila montes
Karina Suárez

“Me lo hizo mil veces, muchas veces, casi toda mi vida”. Esta frase resuena en la cabeza de Mariel Albarrán todos los días. Las palabras son de su hija menor. Ella y su hermana hablaron con su madre en 2019, y después con especialistas sobre los tocamientos sexuales que les infligió el padre. En esta valoración, realizada por las autoridades de Ciudad de México, la niña afirmó que “su papá lo hizo muchas veces” y que la menor, que en ese entonces tenía cinco años, presentaba “ansiedad, enojo, tristeza y confusión”.

La evaluación del Centro de Terapia de Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales, unidad adscrita a la Fiscalía de Ciudad de México, también da cuenta de que la mayor de las hijas de Albarrán, que en 2019 tenía seis años evadía el tema: “Cambia de conversación y se observa angustia y ansiedad”, señalan los especialistas por escrito. Este documento forma parte de la carpeta de investigación de más de 1.500 hojas sobre los supuestos abusos sexuales que las menores sufrieron a manos de su padre, el ahora exmagistrado Manuel Horacio Cavazos López. Un caso al que la Fiscalía de la capital ha dado carpetazo esta semana declarando el “no ejercicio de la acción penal” contra el acusado.

Para Mariel Albarrán la decisión de la Fiscalía es un capítulo más de una pesadilla que comenzó el 23 de septiembre de 2019. Ese día, luego de asistir a una fiesta infantil, su hija mayor dibujaba un muñequito en las fauces de un dinosaurio. La madre, al ver los trazos, le preguntó que quién era la persona que estaba siendo devorado por el dinosaurio, la niña respondió que su papá. Sus palabras fueron el inicio de una confesión sobre los tocamientos sexuales de los que era víctima, un relato al que se sumó su pequeña hermana horas más tarde. “A la menor le daba miedo decir lo que pasó porque sentía que traicionaba a su papá”, relata entre lágrimas Albarrán.

Abogada de profesión, Albarrán conoció a Cavazos López en los pasillos del Instituto Nacional de Ciencias Penales, en 2010. Él era su profesor en la especialidad que cursaba. Dos años más tarde se casaron y ese mismo año nació la mayor de sus hijas. Albarrán cuenta que la ilusión de su matrimonio se desdibujó con las primeras señales de control por parte de Cavazos López. Durante los siete años que duró su matrimonio, asegura que “nunca tuvo voz ni voto” y fue presa de una violencia psicológica que nunca imaginó que alcanzaría a sus hijas de la forma en que ocurrió.

En retrospectiva, Albarrán reconoce que, desde entonces, ciertos gestos de su exesposo le parecían desproporcionados. “Era una sobreprotección (con las niñas), estaba muy involucrado, me peleaba hasta el moño que se iban a poner. Mandó hacer una cama en el cuarto de juegos, las recibía todos los días con rosas y como mamá hay una corazonada que te dice ‘esto no está bien’, pero te resistes a imaginar otras cosas”, cuenta.

Sus hijas han ido relatando los abusos sexuales que sufrieron en su propia casa, mientras Albarrán trabajaba. Los tocamientos, narra, continuaron después de su divorcio, en abril de 2019. Cavazos López, afirma su exmujer, aprovechaba los fines de semana que sus hijas se quedaban a su cuidado y los momentos previos en los que las llevaba o recogía de la escuela. “Es un monstruo, ¿qué papá atenta contra sus hijos?”, asegura con la rabia en la voz y los ojos colmados de lágrimas.

Tras la primera confesión de las menores todos los signos inconexos que había notado en sus hijas han cobrado sentido: los dolores de cabeza, sus enfados y cambios constantes de humor. Una situación compleja, admite Albarrán, por la ambivalencia que sentían las menores al no querer que su padre fuera a la cárcel. Con el tiempo y luego de meses de terapia, afirma que las menores han recuperado poco a poco su confianza y alegría.

Durante estos meses de batalla legal, la mujer, de 33 años, ha sido denunciada en tres ocasiones por su expareja por falsedad y violencia familiar. El abogado defensor de Cavazos López, Gabriel Regino García, sostiene que Albarrán miente y asegura que sus acusaciones obedecen a su desacuerdo con los términos de la separación. “Hay una disputa de pareja que fue creciendo por temas de convivencia y temas económicos y en el momento en el que se comienza a perder la batalla legal irrumpe una denuncia por hechos falsos de abuso sexual”, asegura.

Regino García niega que haya existido tráfico de influencias a favor del exmagistrado y afirma que los testimonios de las menores en las entrevistas con los especialistas así como los audios que forman parte de la carpeta de investigación fueron inducidos por la propia madre. “Ella (Albarrán) está en un tobogán del que ya no se puede bajar porque entonces quedaría como una mentirosa. Fue una obcecación que tuvo, se le salió de las manos, se contaminó con el activismo de muchos grupos y no se puede bajar ya de este tren en el que está”.

La defensa del abogado califica como una victoria para las menores la reciente resolución de la Fiscalía de Ciudad de México en la que establece que no se ejercerá acción penal contra Cavazos López “al considerar que no existen elementos probatorios que permitan formular una imputación ante un juez de control”, refiere la autoridad capitalina a través de un comunicado publicado el pasado 13 de marzo.

En un país donde diversas organizaciones han señalado que solo en el 11% de los casos sobre violaciones se abre una carpeta de investigación y de estas solo el 2,4% resulta en alguna sentencia, Albarrán ha recibido con estupor e indignación la resolución ante una carpeta de investigación que contiene valoraciones psicológicas, declaraciones de las niñas ante el Ministerio Público y psicólogos especializados, y audios en los que narran a su mamá las agresiones. Sin embargo, uno de los puntos a debate estriba en las pruebas periciales médicas, porque la temporalidad plasmada en estos dictámenes no concuerdan con la relatoría de los hechos. Para la madre, estas discrepancias y otras irregularidades en el caso solo tiene una explicación: “La corrupción, el tráfico de influencias y protección para el agresor”. Ella asegura que su exesposo, quien fue magistrado del Tribunal Superior de Ciudad de México, aún cuenta con muchos amigos dentro del Poder Judicial y que eso ha inclinado la balanza a su favor.

“¿Por qué nos pasó esto?”, se pregunta Albarrán todas las noches. Pese al balde de agua fría que supone la decisión de la Fiscalía, ella impugnará la resolución ante el Tribunal Superior de la capital. “No me van a intimidar en esta búsqueda de justicia, voy a llegar hasta el final. No hay pena que alcance para lo que hizo, pero tiene que asumir las consecuencias de lo que hizo”, zanja.

Luego de 18 meses de batallas legales, de “idas y venidas con asesores jurídicos y mensajes intimidatorios por parte de los abogados de mi exesposo”, Albarrán añade que lo peor está por venir. En estos momentos lo que más le preocupa es cómo crecerán cuando tomen plena conciencia de los abusos de los que fueron víctimas. “Por su corta edad no tienen la información de qué es una violación, todo esto, van a tener terapia de por vida, pero tengo fe en que van a resignifcar el hecho, en que van a decir: ‘mi mamá nos creyó, mi mamá no se quedó con los brazos cruzados y buscó justicia para nosotras”, concluye.

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Sobre la firma

Karina Suárez
Es corresponsal de EL PAÍS en América, principalmente en temas de economía y sociedad. Antes trabajó en Grupo Reforma. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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