Tres claves para fomentar el juego en la infancia y por qué hay que hacerlo

El tipo de diversión cambia con la edad, de pequeños está más centrada en los sentidos y evoluciona hacia algo más social. Con los juegos, los menores exploran el entorno, potencian su imaginación y creatividad y aprenden valores como la colaboración y la paciencia

Las familias deben dedicar tiempo a jugar con sus hijos. Un tiempo de calidad que fortalecerá los lazos afectivos.Catherine Falls Commercial (Getty Images)

Al igual que los adultos, los niños deben cumplir con una agenda repleta de actividades. Entre las horas que pasan en la escuela, las actividades extraescolares y los deberes que tiene que hacer en casa les queda muy poco tiempo libre para jugar con libertad o tranquilidad. Y esa es una actividad principal en la infancia que responde a la necesidad humana de mirar, tocar, curiosear e inventar.

En las últimas décadas, la cantidad de tiempo que los...

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Al igual que los adultos, los niños deben cumplir con una agenda repleta de actividades. Entre las horas que pasan en la escuela, las actividades extraescolares y los deberes que tiene que hacer en casa les queda muy poco tiempo libre para jugar con libertad o tranquilidad. Y esa es una actividad principal en la infancia que responde a la necesidad humana de mirar, tocar, curiosear e inventar.

En las últimas décadas, la cantidad de tiempo que los niños dedican al juego ha ido disminuyendo progresivamente. Muchos han sido los factores que han influido: menos lugares seguros en las grandes ciudades para jugar en la calle, horarios escolares y familiares sumamente estructurados, saturación de actividades complementarias o el aumento del uso de los dispositivos digitales desde edades bien tempranas.

El juego es una actividad natural, universal y espontánea que a lo largo de la historia de la humanidad ha estado siempre presente en todas las civilizaciones. La pedagoga y científica María Montessori decía: “El juego es el trabajo de los niños”, una actividad fundamental para su desarrollo y el aprendizaje significativo. En 1989, en la convención de los Derechos del Niño, se definió el juego como un derecho fundamental porque la vida infantil no se puede concebir sin él. Más que una simple oportunidad para la diversión y el ocio permite que los pequeños se desarrollen correctamente, crezcan de manera sana y armoniosa. En los primeros meses de vida el juego está relacionado con el descubrimiento del propio cuerpo. A medida que el chico crece, el juego irá tomando un carácter mucho más socializador. El niño empezará a relacionarse con los demás, descubrirá los límites de su entorno y buscará aliados para divertirse. Así que la tipología de juego irá cambiando con la edad, pero la necesidad de jugar no desaparecerá, sino que se irá transformando. El juego estará más centrado en los sentidos y el movimiento cuando el niño sea más pequeño y evolucionará hacia el juego social en las etapas más avanzadas.

Dedicar tiempo al juego mejora las capacidades de los niños para relacionarse con los demás, planificar, organizar y regular las emociones. Jugando imitan la realidad en la que viven, ensayan situaciones futuras a la vez que aprenden a resolver conflictos y expresan sentimientos. Es una actividad que protege y ayuda a enfrentar situaciones de estrés. A través de él, los pequeños exploran el entorno, potencian su imaginación y creatividad, expresan su particular forma de ver el mundo y mejoran su capacidad lingüística y su vocabulario. Aprenden también a esperar y respetar turnos y muchos valores como la colaboración, el respeto, la bondad, la paciencia o el esfuerzo.

El juego fomenta la salud física y mental, fundamental para el desarrollo integral del niño. skynesher (Getty Images)

Además, el juego fomenta la salud física y mental, fundamental para el desarrollo integral del menor. Correr, saltar, bailar o realizar ejercicios de flexibilidad, fuerza o equilibrio es una forma divertida y efectiva de fomentar hábitos saludables. Ayuda también a prevenir el sedentarismo y la obesidad, que se han multiplicado por diez en las últimas cuatro décadas.

Las familias deben dedicar tiempo a jugar con sus hijos. Un tiempo de calidad que fortalecerá los lazos afectivos, potenciará la comunicación, facilitará la identificación y la gestión de emociones y creará recuerdos para toda la vida. Un niño que juega con mamá o papá se sentirá mucho más querido, seguro y protegido.

Claves para potenciar el juego en la infancia

  1. Acudir a espacios de juego seguros y estimulantes donde el niño pueda pasar su tiempo libre divirtiéndose, aprendiendo y relacionándose con otros niños y niñas. Es imprescindible que a lo largo de la infancia y la adolescencia tengan tiempo libre y oportunidades para jugar.
  2. Priorizar el juego como modo de aprendizaje y fomentar diferentes tipos: físicos y de estrategia, con objetos y juguetes, al aire libre, juegos simbólicos o de mesa. Esta variedad de actividades le posibilitará desarrollar estrategias y habilidades comunicativas, matemáticas, psicomotoras y de análisis y reflexión. El niño también aprenderá a trabajar en equipo y a tomar sus propias decisiones.
  3. Dejar que sea el niño el que elija cuándo y a qué quiere jugar. Si jugamos con él no debemos dirigir ni controlar la actividad, sino integrarnos en el juego y disfrutar de la conexión que este nos regala. A través del juego podremos conocer las capacidades que tiene el niño, sus gustos y sus necesidades.

Ofrecer al niño muchas oportunidades para jugar es una de las mejores formas de que aprenda y se desarrolle de forma armónica y que acabe convirtiéndose en un adulto creativo, curioso, feliz y con buenas relaciones sociales. El juego es la herramienta más poderosa para fomentar la capacidad de un niño de pensar, comunicarse y resolver problemas. Como decía el filósofo austriaco, erudito literario, educador y artista Rudolf Steiner: “Si el niño es capaz de entregarse por completo al mundo en su juego, en su vida adulta será capaz de dedicarse con confianza y fuerza al servicio del mundo”.

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