El ‘porque lo digo yo’ ya no vale: Trucos para educar a tus hijos, pese la permisividad de otros padres
Saber decir ‘no’ a un deseo inadecuado de los hijos es necesario y forma parte de un entrenamiento que debe comenzar cuando se producen las primeras rabietas
Nadie dijo que educar fuera fácil. Pero hay épocas en las que es aún más difícil de lo que imaginábamos. Y situaciones concretas que agravan aún más la dificultad. Por ejemplo, cuando el entorno de tu hijo o hija, ya adolescente o preadolescente, es permisivo con actitudes o situaciones con las que tú no estás de acuerdo. Y además, te lo echan en cara para justificar que no es tan malo. Algo así como “pues soy el único de clase que no ve...
Nadie dijo que educar fuera fácil. Pero hay épocas en las que es aún más difícil de lo que imaginábamos. Y situaciones concretas que agravan aún más la dificultad. Por ejemplo, cuando el entorno de tu hijo o hija, ya adolescente o preadolescente, es permisivo con actitudes o situaciones con las que tú no estás de acuerdo. Y además, te lo echan en cara para justificar que no es tan malo. Algo así como “pues soy el único de clase que no ve El juego del calamar”: o “todos mis amigos tienen ya móvil” o Instagram, o suben videos a TikTok o ven La isla de las tentaciones.
Es una tesitura ante la que todos nos hemos visto en más de una ocasión y a la que Pedro Molino, exmaestro, pedagogo activo y creador de contenidos de la Universidad de Padres, denomina ‘educar a contracorriente’. Tiene relación con el modelo de educación responsable que proponen desde la Universidad de Padres, un modelo que no se improvisa cuando surgen estos problemas, sino que se debe ir practicando desde que los niños son pequeños.
Entrenarse para decir no
“Saber decir ‘no’ a un deseo inadecuado de los hijos es necesario y forma parte de un ‘entrenamiento’ que debe comenzar cuando se producen las primeras rabietas, a los dos años, siempre en un contexto de amor, comprensión y sabiduría para enseñarles a gestionarlas. Este proceso se forja poco a poco, con sabiduría y paciencia, con un estilo de disciplina positiva de mucho afecto, normas y aprendizaje por diálogo y consecuencias”. En efecto, debemos tener claro que “amar no es consentir”, como dice Pedro Molino.
Pero tampoco es buena idea decir NO por costumbre o por principios. Gabriela Paoli, psicóloga y autora del libro Salud digital: claves para un uso saludable de la tecnología, afirma que cada una de estas decisiones “debe ser meditada, pensada entre los padres con el fin de discernir si, realmente, el hijo/a está preparado para ello”, sea lo que sea. Por eso recomienda “elegir nuestras batallas. No podemos estar todo el tiempo en modo alerta y con los pelos de punta”. En cualquier caso, la decisión a cada no debe hacerse teniendo en cuenta que “cada hijo/a es único” y tiene sus características: su personalidad, nivel de madurez, autonomía. Y nunca “claudicar si creemos firmemente que la decisión es buena o sana para el/ella”, recomienda Paoli.
¿Cómo se lo argumentamos?
Antes de tratar de razonar con ellos los motivos de la negación, hay que escucharles. Y hacerlo desde la comprensión y el cariño. Paoli explica los motivos: “El argumento que ellos utilizan tiene sentido para ellos, ya que la presión del grupo, las ideas y creencias de sus amistades y colegas son importantísimas para ellos, que generan su personalidad y su identidad dentro del grupo, les proporciona un sentimiento de pertenencia”. Por eso, Molino recomienda acercarse a ellos “sintonizando con sus sentimientos. Tras dejarles hablar, intentaremos empatizar con sus emociones y decirles ‘sé cómo te sientes, pero NO es adecuado aún para tu edad, aunque otros niños lo tengan”. Y una puntualización: trata de hacerles reír con una observación ingeniosa.
Lo del “no, porque lo digo yo” y frases similares (“me tienes que hacer caso, te guste o no”) no funcionan. Tampoco el clásico “y si tus amigos se tiran por la ventana… ¿Tú también lo harás?”, por muy familiares que nos resulten. De hecho, una negación meramente autoritaria es probable que aumenten el deseo de lo prohibido. Molino aconseja ofrecer “argumentos comprensibles y opciones limitadas para ejercer un uso progresivo de algunos dispositivos, videojuegos o acceso responsable a determinados programas televisivos o series, con acompañamiento y comentario crítico”. De paso se les va ayudando a hacerse responsables y autónomos y a tener pensamiento crítico.
Puede pasar (y muy a menudo pasa) que encuentran las tretas para sortear la prohibición. Se crean una cuenta en redes sociales sin que lo sepan los padres; o una cuenta B; consiguen un móvil prestado de un amigo que tiene dos; pasan más tiempo en la calle arguyendo que estaban en casa de un amigo… Las posibilidades son casi infinitas. Y la reacción de los padres al descubrirlo, solo una, a juicio de Gabriela Paoli: “Hay que ponerlo sobre la mesa. Es una oportunidad para comentar temas como la confianza, la honestidad, la responsabilidad, la intimidad, la privacidad… y tratar de reconducir ciertos aspectos”. Lo que no se recomienda es huir del conflicto haciendo como que no nos hemos enterado ni castigar sin mediar palabra.
Un argumento para cada edad
Para niños que aún no se han adentrado en la preadolescencia (de seis a nueve años) puede ser una buena idea usar relatos para hacerles entender que no tiene por qué ser adecuado hacer lo de los demás. Pedro Molino recomienda la historia de una familia que pasea en barca por un río “en el que la corriente crece y crece, haciendo más rápido y divertido pero más peligroso el recorrido. Otros niños que van con sus papás utilizan los remos para ir más deprisa, sin embargo, mamá y papá saben que la corriente es peligrosa y puede acabar en una cascada o un salto de agua, con riesgo para las familias y la vida de los niños pequeños. Entonces se les plantea qué deben hacer, si seguir remando como los demás o tratar de ir a contracorriente, buscando un remanso de agua para salir de esa carrera sin sentido”. Esta historia puede servir para hablar luego con ellos sobre corrientes de moda que parecen muy atractivas no obstante son peligrosas.
Si ya tienen de nueve a 11 años, Molino apuesta por el ejercicio del pensamiento crítico: En una hoja en blanco escribimos los pros y contras del objeto de nuestro deseo sea el que sea y dialogamos con ellos sobre las ventajas y los peligros que comportan, proponiendo después posibles alternativas. “Si sabemos crear estímulos vitales para fomentar su aprendizaje comprenderán que queremos que den lo mejor de sí mismos, asumirán con más naturalidad que nuestra familia va navegando a contracorriente de modas peligrosas y sabrán usar con un mayor espíritu crítico cualquier futura propuesta de su interés o de su entorno”, concluye Pedro Molino.
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