La escuela del siglo XXI exige que la formación de un docente vaya más allá de lo meramente académico
Un proyecto educativo debe centrarse en que los estudiantes sean capaces de adaptarse con facilidad a diferentes contextos y desarrollarse personal y profesionalmente en cada uno de ellos
La escuela del siglo XXI no debería tener como pilar fundamental la excelencia, sino el desarrollo global de su alumnado. La sociedad actual es cambiante y no solo demanda conocimiento, sino también poseer destrezas y competencias más allá del saber. La necesidad de adaptarse es rápida y constante. Hay que prepararse para conseguir habilidades como la anticipación, la flexibilidad, el pensamiento crítico o el trabajo en equipo, tan fundamentales en el mercado laboral de hoy en día.
En este sentido, una de las capacidades más importantes a conseguir en un aula ya la definieron perfectame...
La escuela del siglo XXI no debería tener como pilar fundamental la excelencia, sino el desarrollo global de su alumnado. La sociedad actual es cambiante y no solo demanda conocimiento, sino también poseer destrezas y competencias más allá del saber. La necesidad de adaptarse es rápida y constante. Hay que prepararse para conseguir habilidades como la anticipación, la flexibilidad, el pensamiento crítico o el trabajo en equipo, tan fundamentales en el mercado laboral de hoy en día.
En este sentido, una de las capacidades más importantes a conseguir en un aula ya la definieron perfectamente los profesores Eladio Manuel García Pérez y Ángela Magaz Lago, en 1998: la adaptación humana. Esto, en sus propias palabras, “consiste en un doble proceso: ajuste de la conducta del individuo a sus propios deseos, gustos, preferencias y necesidades y ajuste de tal conducta a las circunstancias del entorno en que vive”.
Efectivamente, un proyecto educativo no puede centrarse únicamente en el desarrollo académico de su alumnado, sino que debe enseñarle a ser capaz de adaptarse con facilidad a diferentes contextos y desarrollarse personal y profesionalmente en cada uno de ellos. Para conseguir este objetivo, como docentes debemos tener la capacidad de abarcar diferentes realidades. Así, es fundamental la formación permanente del profesorado para poder cubrir todas las necesidades que surgen en el aula.
Como señalan María Martínez-Antón, Sofía Buelga y M. Jesús Cava en su estudio La satisfacción con la vida en la adolescencia y su relación con la autoestima y el ajuste escolar: “Las valoraciones que realiza el profesor sobre el grado de ajuste social del alumno, tanto en lo que respecta a su relación con los iguales como a la relación profesor-alumno, influyen en la autoestima del estudiante. En este sentido, una valoración positiva por parte del profesor en relación con su integración social en el aula se relaciona con una mejora de la autoestima en el alumno”.
Un equipo multidisciplinar es, por tanto, un pilar fundamental de un proyecto educativo. Maria Jesús del Olmo, coordinadora de modelo educativo e innovación de escuela Ideo en Madrid, desarrolla esta afirmación: “El trabajo continuo y de reciclaje del profesorado es muy importante, no únicamente para el desempeño profesional, sino también para mantener un buen vínculo entre docente y estudiante, que es clave para el buen desarrollo psicosocial de nuestros chicos y chicas”. Es más, hace ya más de un siglo, todo un referente de la pedagogía española como es Manuel Bartolomé Cossío incidió en la importancia de invertir en la formación de los docentes: “Gastad, gastad en los maestros. Dadme un buen maestro y él improvisará el local de la escuela sin falta, él inventará el material de enseñanza, él hará que la asistencia sea perfecta; pero dadle a su vez la consideración que merece”.
En la actualidad, la gestión del aula es un factor de protección y de crecimiento del alumnado, donde el desarrollo personal es más importante que nunca, desde Educación Infantil hasta Bachillerato. El trabajo en equipo, el desarrollo de habilidades personales, la flexibilidad cognitiva, la capacidad de adaptación son habilidades que tenemos que enseñar, modelar y cultivar como docentes. Una escuela no será tal sin una visión abierta y flexible.
Es necesario abrir las puertas a la vida y crear un espacio educativo que tenga un flujo incesante, de dentro a afuera y viceversa, para que el aprendizaje sea lo más adaptado posible a la realidad que nuestros estudiantes van a tener que vivir en pocos años. ¿Qué hay mejor y más enriquecedor que un alumno piense en su profesor y se sienta reconfortado?
*César de la Hoz es experto en modificación de conducta, mediación y resolución de conflictos. Acompañante terapéutico y docente en máster universitario, grado y colegios profesionales.
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