Cuando conviertes a tu hija en un meme mundial y años después te arrepientes
Katie Clem publicó en 2013 un vídeo en YouTube de sus pequeñas en el coche yendo a Disneyland. La reacción de Chloe, entonces de 2 años, se viralizó. Hoy esta progenitora se pregunta si lo hizo bien
Es 2013, te levantas con tu familia y decides que no es día de colegio sino de ir Disneyland dando una sorpresa a tus hijas y decides grabarlas sentadas en el coche de camino al parque para inmortalizar su reacción. El vídeo lo subes a YouTube, con el título Lily’s Disneyland Surprise... AGAIN! y, de repente, la cara de tu pequeña de dos años sacada de un frame se convierte en meme [conocido como Side Eyeing Chloe, Chloe mirando de reojo, por su traducción en español], con toda la fama repentina que conlleva que esto ocurra. Fama que continúa hasta hoy. El vídeo tiene más de 24 millones de visualizaciones desde entonces, y aún son muchos quienes usan el meme para compartir por ejemplo su escepticismo, poca emoción o indiferencia por algo.
Esta es la historia de Chloe Clem, que la ha recordado en una exclusiva su madre en la revista estadounidense People. Aunque la menor ahora tiene 14 años, y ya no se parece en nada a aquella niña de dientes separados y ojos saltones, ha sido inevitable que haya crecido con el meme a la espalda. Después de la experiencia vertiginosa y conocer lo que es realmente la viralidad, su madre ha cambiado de pensamiento y se arrepiente de haberlo publicado: “Siento una culpa terrible”, afirma Katie Clem. “Chloe tenía dos años y la gente se le acercaba, estaban enloquecidos. Le tomaban fotos”, recuerda esta mujer en la publicación.
Y no es la única. El pasado mes de diciembre, la reconocida madre influencer británica Molly Gun, con más de 110.000 seguidores en Instagram, admitió que se arrepentía de haber utilizado a sus tres hijos, de 13, 11 y 7 años, exponiéndolos ante miles de personas. Reconocía que el nivel de visibilidad al que ha sometido a su familia ha tenido un impacto negativo en ellos. Gunn contaba que decidió borrar más de 2.000 fotos de su perfil, poniendo fin a más de una década de exposición de su hogar. Según explicó, su perfil ha sido un escaparate de la vida de su familia y, tras reflexionar sobre las consecuencias, decidió dar por cerrada esta etapa. ¿Es la privacidad infantil un precio justo a pagar por la popularidad y negocio de los padres?
“Hace 10 años éramos muy pobres, y sucedió esto y de repente podíamos pagar las facturas”, explica Katie Clem sobre los efectos de la fama de su hija. “Ese dinero literalmente nos ayudó a sobrevivir durante una década. Además de ahorrarlo y guardarlo, nos ayudó a salir adelante con nuestra vida. Alquiler, facturas, comida”. Desde ese momento la vida familiar fue diferente. Incluso han podido ahorrar para la educación y futura boda de Chloe, cuenta en People. Este éxito repentino también supuso que fueran invitados a la Disneyland’s Dream Suite, viajaran a Nueva York y hasta en dos ocasiones a Brasil, donde la pequeña era muy conocida. Son propietarios de todos los derechos de la imagen, lo que significa que han podido monetizar su uso comercial. Katie y su esposo, David, han recibido múltiples patrocinios y han cerrado acuerdos con gigantes corporativos como Google Pixel, según informa la publicación. En 2021, incluso, vendieron la imagen como un token no fungible (NFT) por alrededor de 74.000 dólares. Después del éxito de la imagen de la niña, Katie siguió alimentando su cuenta en YouTube con vídeos familiares, llegando a los 300.000 suscriptores.
¿Es la privacidad infantil un precio justo a pagar por la popularidad y negocio de los padres? Son varios los estudiados publicados sobre el sharenting —término con el que se conoce a exponer imágenes de los hijos en las redes sociales—, como el publicado en 2023 por la Universidad Camilo José Cela, titulado Sharenting: análisis del uso de menores como medio de marketing: “En cuanto a los factores que impulsan esta decisión de compartir las imágenes, podemos concluir en que la gran mayoría creen que es una buena forma de mantener a la familia y amigos informados. De igual manera, a muchos les gusta recibir reacciones positivas de las personas a las fotos de sus hijos”. Pero este el estudio continuaba con una advertencia: “Nos alerta recibir respuestas como la del caso aislado que mencionaba que quería mostrar a sus hijos en línea con la intención de obtener seguidores. Esto hace que esta investigación y las futuras ganen importancia, nos hace pensar que, aunque se les advierta sobre los peligros del sharenting, muchos usuarios de las redes actúan de manera egoísta y para su propio bien, sin tener en cuenta el bienestar de sus propios hijos”.
“Algunos padres carecen de la formación oportuna para darles indicaciones claras sobre el uso de las modernas tecnologías, sus implicaciones, sus ventajas y, desde luego, sus innegables amenazas. No solo no aportan información adecuada a sus hijos, sino que incurren ellos mismos en comportamientos de riesgo. Nos encontramos con el hecho paradójico de adultos que publican fotografías de menores que probablemente estos últimos nunca publicarían”, señalaba a Mamas & Papas Icíar Casado Fernández, psicóloga con especialización en neuropsicología, el pasado mes de julio. Para esta experta, la exposición de una realidad muy poco real, ceñida exclusivamente a emociones positivas y situaciones de éxito, puede “generar graves problemas en los menores con la identidad y la autoestima en construcción”.
Desde 2021 Katie Clem solo han publicado dos vídeos, el último el pasado junio bajo el título Chloe is back (Chloe ha vuelto, por su traducción al español). Sin embargo, esta disminución de contenidos se debe, según explica Katie, a que notó que el entusiasmo de sus hijas menguaba. Aunque también reconoce que sus hijas, entonces pequeñas, técnicamente nunca aceptaron participar en los vídeos: “Al principio, fue muy divertido. Te subes a este tren y dices que sí a todo. Al principio no incluí para nada el consentimiento de mis hijas. Simplemente, lo hicimos porque uno queda atrapado en todas las cosas”. “Con el tiempo, noté que para ellas era demasiado y sentí que nadie se beneficiaba de ello”. Según reflexiona, la abrumadora positividad y la innegable diversión de todo ello desdibujaron cualquier preocupación que pudiera haber estado sintiendo en ese momento. En cualquier caso, dice, hoy no es la misma madre que era hace más de una década.
En la actualidad, Katie reconoce que tiene sentimientos encontrados hacia el concepto de canales familiares de YouTube, incluido el suyo. Recuerda que la gente quería ver a sus hijas todo el tiempo, en cualquier plataforma: “Y de repente di un giro en mi pensamiento: ¿Lo hice todo mal? Siento una culpa terrible”. Llegó a la conclusión de que tanta exposición para ellas no era buena: “Una vez que crecieron, les obligué a hacer cosas y me di cuenta de que estaban aburridas. Me di cuenta de que estaban cansadas y les dije: ‘Está bien, hemos terminado”.
Katie concluye que no sabe si habría hecho las cosas de otra manera: “Todo lo que sé es que mis sentimientos han cambiado drásticamente sobre la situación”. Y asegura que Chloe —a la que describe como muy tímida e introvertida (algo que se pregunta si es por su niñez viral)— rara vez es reconocida ahora que es una adolescente. Para la joven toda esta situación “es supergenial” y explica a People que ella ve los vídeos antiguos como una especie de archivo de su infancia: “Es como mirar viejas fotografías familiares que todo el mundo también puede disfrutar”. No se siente famosa, pero, según asegura, “todavía suceden muchas cosas debido a mi meme”. De hecho, la joven tiene una cuenta en Instagram cuya foto de perfil es el meme Side Eyeing Chloe y que cuenta con más de 626.000 seguidores, con los que comparte fotos de su día a día y de su niñez. Está creando su propio futuro en las redes sociales, eso sí, bajo la mirada atenta de su madre pues, según se especifica en la descripción de la biografía, es Katie quien supervisa el perfil.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.