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El último cabo suelto para que Europa se desenganche del gas ruso

Bruselas defiende su compromiso de dejar de recibir combustible procedente de Moscú el 1 de enero de 2027. El escollo está en los contratos a largo plazo

En su combate contra la maquinaria de la guerra de Rusia contra Ucrania, la UE empezó a actuar contra al carbón. Poco después fue contra el petróleo. A continuación, la idea para dañar la economía de Moscú, tremendamente dependiente de la exportación de los hidrocarburos, era abordar un veto al gas natural, del que Europa se estaba tratando de desenganchar tras muchos años de dependencia. Pero ahí se quedó: faltaba apetito político para ampliar las acciones sobre su sector energético. Había, también, miedo a una gran crisis de suministro ―quizá más del debido: aunque caro, ...

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En su combate contra la maquinaria de la guerra de Rusia contra Ucrania, la UE empezó a actuar contra al carbón. Poco después fue contra el petróleo. A continuación, la idea para dañar la economía de Moscú, tremendamente dependiente de la exportación de los hidrocarburos, era abordar un veto al gas natural, del que Europa se estaba tratando de desenganchar tras muchos años de dependencia. Pero ahí se quedó: faltaba apetito político para ampliar las acciones sobre su sector energético. Había, también, miedo a una gran crisis de suministro ―quizá más del debido: aunque caro, el gas natural licuado (GNL, el que se mueve por barco) se ha demostrado una solución mucho más sólida de lo que se pensó―. Y el bloqueo persistente de Hungría y Eslovaquia a una decisión que debía tomarse por unanimidad se hizo insalvable durante meses.

La Comisión Europea presentó entonces el RePowerEU, un plan que era, básicamente, una forma de sortear el requisito de la unanimidad, al tratarse de una medida meramente comercial. Pero algunas capitales, sobre todo las que más vinculo tienen con el gas ruso, advirtieron del gran riesgo de litigios; especialmente en el caso de los acuerdos a largo plazo.

Las reticencias también venían de las compañías: la francesa TotalEnergies, la angloneerlandesa Shell y la española Naturgy tienen firmados arriesgados contratos de suministro de gas ruso de tipo take or pay, que obligan a pagar se consuma o no ese combustible. Ese es, hoy, el último cabo suelto para lograr el anhelo de dejar de comprar moléculas de gas a Rusia. El final parece más cerca que nunca, pero no será fácil.

“La UE necesita una base jurídica adecuada, que todavía no tiene; con toda seguridad será algo que termine en arbitraje”, avisa por correo electrónico Mike Fulwood, investigador principal del Instituto de Estudios Energéticos de la Universidad de Oxford.

En la misma línea, Francesco Sassi, profesor de la Universidad de Oslo especializado en temas energéticos, recuerda que “aunque la UE ha reducido notablemente su dependencia, en 2024 los suministros de origen ruso seguían ocupando el tercer lugar en términos de volumen: solo Noruega y Estados Unidos exportaron más gas a la UE”. El académico y exconsultor pone el foco, sobre todo, en la “preocupación” de las empresas europeas: “Las compañías rusas que actualmente exportan gas a la UE bajo contratos a largo plazo [take or pay] no dudarán en reclamar sumas considerables en largos procesos de arbitraje”, augura.

Para lograr el objetivo último de desconexión, las instituciones comunitarias ha avanzado hacia un esquema de sanciones en el que las empresas pueden alegar “fuerza mayor” para rescindir esos acuerdos, que no tienen como contraparte al Estado ruso sino a Yamal LNG, un consorcio privado liderado por la energética local Novatek (50,1% del capital) y en cuyo capital también participan la propia TotalEnergies (20%), la china CNPC (20%) y el Fondo de la Ruta de la Seda (9,9%), también de titularidad china. Yamal LNG, que explota los vastos recursos gasistas siberianos, es origen de prácticamente todos los cargamentos de GNL que todavía siguen llegando a los puertos comunitarios.

El Ejecutivo comunitario cree, hoy por hoy, que el riesgo de litigio es bajo. Que, en fin, no se llegará a un potencial arbitraje internacional con el país euroasiático. El avance hacia las sanciones, además, ha tranquilizado a los países más preocupados de Europa Central y del Este. Sienten, ahora sí, que tienen una respuesta a su cuestión del riesgo legal.

Con todo, Rusia ya ha prometido represalias por la aprobación del decimonoveno paquete de sanciones, que con la inclusión del gas licuado ruso y su veto para enero de 2027 da un gran salto cualitativo en su combate contra la maquinaria bélica del Kremlin que aún se nutre con la venta de energía. “Es hora de cerrar el grifo”, ha subrayado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Por fin Bruselas parece convencida de poder conseguirlo sin mayores quebraderos de cabeza en las capitales y en el sector privado, más confiado en que las salvaguardias que está ofreciendo el Ejecutivo comunitario serán suficientes.

La quinta parte del gas licuado

El pasado año, los Veintisiete importaron 20.000 millones de metros cúbicos de gas ruso, casi íntegramente por barco: a estas alturas, solo un gasoducto (el Turkstream) transporta combustible entre el país euroasiático y la Unión. Sin embargo, en 2014 Moscú aún aportó el 20% de todas las importaciones europeas de GNL, según estimaciones de Bruselas. Con estas ventas, Rusia ingresó unos 6.000 millones de euros al cambio, unas jugosas entradas de caja que dejará de obtener cuando entren en vigor las sanciones.

“Desconectarse antes del gas ruso habría tenido un impacto significativo en el precio: al hacerlo más tarde, ese riesgo se ha visto mitigado por la ola de GNL [disponible] y, también, por el nuevo suministro que entra a través del mar Negro, vía Turquía y Rumania”, aquilata Fulwood.

A diferencia de lo que ocurría en los albores de la invasión de Ucrania, en plena crisis energética, la UE tiene ahora sólidos proveedores alternativos de gas. Noruega, el más fiable de todos, no ha dejado de ganar enteros: sin su concurso, los Veintisiete lo habrían pasado realmente mal en 2022 y 2023. Estados Unidos ha enfocado la mayor parte de su nueva infraestructura de licuefacción a las ventas a Europa, y las presiones del estadounidense Donald Trump han sido decisivas para que el plan de Bruselas contra el GNL ruso despegue, reconoce una alta fuente comunitaria. Qatar ha firmado acuerdos de largo plazo (más allá de 2050, que se dice pronto) para suministrar su gas a Francia o Países Bajos. Y Argelia, además de cubrir buena parte del consumo español actual y futuro, ha dado un paso más para vender grandes volúmenes a Italia.

Negociación a tres bandas

La Comisión negocia ahora a tres bandas los últimos flecos del plan para sacudirse el gas ruso. El Parlamento Europeo está empujando para obtener un enfoque todavía más estricto y acelerar más si cabe la prohibición, lo que le podría negar al Kremlin unos 29.000 millones adicionales entre 2026 y 2028. Y en el Consejo continúa el debate entre los Estados miembros. Algunos, como Polonia, Suecia o Croacia apoyan ese veto acelerado. Otros, como Francia, España y Bélgica —grandes importadores de GNL ruso: a esos tres países llega hoy el grueso de los cargamentos siberianos, simple y llanamente porque tienen las regasificadoras necesarias para procesarlo— reclaman garantías aún más sólidas contra posibles demandas comerciales tras la finalización de los contratos a largo plazo.

De entre las energéticas europeas potencialmente afectadas, el caso de TotalEnergies es particularmente chocante. Además de contar con el contrato take or pay más cuantioso y largo, con fecha prevista de finalización 2041 (tres años después del de Naturgy), la francesa también es accionista de Yamal LNG. Una participación que le ha granjeado importantes dividendos, también en los casi cuatro años transcurridos desde el inicio de la invasión rusa a gran escala.

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