Rusia redobla las injerencias y sabotajes para dividir a Europa
Documentos confidenciales de las instituciones comunitarias a los que ha accedido EL PAÍS advierten de un “incremento” de las actividades híbridas de Moscú
Rusia calienta su guerra híbrida contra Occidente. Moscú ha intensificado sus ataques, sabotajes, agresiones informáticas, actos de interferencia política, asaltos a infraestructuras críticas e incursiones en el espacio aéreo europeo, como las últimas con drones sobre Polonia y cazas sob...
Rusia calienta su guerra híbrida contra Occidente. Moscú ha intensificado sus ataques, sabotajes, agresiones informáticas, actos de interferencia política, asaltos a infraestructuras críticas e incursiones en el espacio aéreo europeo, como las últimas con drones sobre Polonia y cazas sobre Estonia.
Esas son tácticas habituales para el Kremlin, que mezcla herramientas convencionales con otras que no lo son en absoluto. Pero cuando su guerra contra Ucrania va camino de su cuarto aniversario, oficiales de la OTAN y la UE advierten de que el presidente Vladímir Putin pretende socavar la seguridad europea, minar a los aliados de Kiev, agujerear la confianza ciudadana en las instituciones, generar división y poner a prueba los cimientos de sus democracias.
Varios análisis confidenciales recientes de las instituciones europeas, consultados por EL PAÍS —anteriores a las últimas operaciones—, hablan de un “incremento” de las actividades híbridas de Rusia en Europa. Sobre todo, señalan, han aumentado desde las elecciones comunitarias de verano de 2024, en las que varios Estados miembros alertaron de operaciones de injerencia política.
La situación, sin embargo, advierte una fuente de inteligencia especializada en la amenaza rusa en Europa, ha escalado con graves incidentes, como los de Europa del Este, que involucran también a ciertos elementos militares. “Rusia está redoblando la presión utilizando una mezcla de técnicas antiguas y herramientas más sofisticadas. También explota la duda de si esas operaciones, intolerables, han sido voluntarias o accidentales”, señala la misma fuente, que habla con la condición del anonimato.
“Híbrido es una palabra tierna”, señaló hace unos días el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. “Suena bien, pero significa atentados con asesinatos, interferencias de aviones, ataques al Servicio Nacional de Salud del Reino Unido y muchos otros ejemplos”, remarcó. En las últimas semanas, graves acciones han puesto en guardia a la Alianza Atlántica, que atraviesa su peor crisis con Rusia desde la Guerra Fría.
El 10 de septiembre, el vuelo de una veintena de drones rusos sobre Polonia llevó a los cazas de varios países aliados destacados en la zona a reaccionar y a derribarlos en una maniobra inédita. Días después, Rumania detectó otra aeronave rusa no tripulada sobre su espacio aéreo y las fuerzas de la OTAN descubrieron un avión espía del Kremlin sobre el mar Báltico. Además, hace unos días, muy poco después de que la organización militar desplegase un refuerzo en su flanco este —con nuevos cazas franceses y británicos—, se registró otro episodio con tres cazas rusos que sobrevolaron Estonia.
En las últimas semanas, dos aliados de la OTAN, Polonia y Estonia, han activado el artículo 4 de la Alianza, que lanza las consultas cuando considera que está en riesgo la integridad territorial, la independencia política o la seguridad. Contando esas dos ocasiones, ese artículo solo se ha activado nueve veces en los 76 años de historia de la organización militar de la que forma parte España desde 1982.
Cierres en aeropuertos daneses
Ahora, Dinamarca investiga una serie de incidentes con drones que han obligado a cerrar varios de sus aeropuertos. Su Ministerio de Defensa, que investiga lo ocurrido, ha asegurado que es una “operación sistemática” obra de un “actor profesional”, sin precisar cuál. Mientras, la primera ministra, Mette Frederiksen, insinuó que gana fuerza la pista de Rusia. “[Es] el principal país que supone una amenaza para la seguridad de Europa”, lanzó.
Dinamarca es uno de los Estados miembros que ha apoyado más significativamente a Ucrania, con el envío de cazas militares. Pero además, recuerda un diplomático europeo, la próxima semana acogerá a los jefes de Estado y de Gobierno de la UE y de otros países europeos en dos cumbres que estarán muy centradas en la defensa y la seguridad del continente frente a la amenaza rusa.
“Las recientes incursiones en el espacio aéreo de la OTAN sugieren una escalada calculada”, considera Charlie Edwards, investigador del International Institute for Strategic Studies (IISS). “En primer lugar, para identificar posibles vulnerabilidades en las defensas aéreas de la Alianza, evaluar los tiempos de respuesta y su determinación; en segundo lugar, para propagar la inseguridad, sembrar la desunión entre los aliados y erosionar la confianza pública en la capacidad de la OTAN para proteger a sus ciudadanos; y en tercer lugar, las incursiones con drones obligaron a la OTAN a invertir en misiles costosos contra drones de bajo coste que, de repetirse a gran escala, agotarían los inventarios y presupuestos de la Alianza”, añade en un análisis el citado experto.
El Kremlin explota su manual de guerra híbrida, al que ha sumado también la interferencia en los servicios de GPS (el sistema de posicionamiento global), que guían la navegación, por ejemplo, aérea. Personas vinculadas a Moscú han actuado contra varios pequeños aeropuertos del Este de Europa, donde se ha visto alterado el tráfico aéreo en más de una ocasión.
Esta semana, el avión de la ministra de Defensa española, Margarita Robles, sufrió interferencias en el GPS desde el enclave ruso de Kaliningrado cuando viajaba a Lituania para visitar en ese país báltico la misión española de la OTAN, que tiene desplegados ocho cazas y 150 militares para apoyar a Vilnius frente a la amenaza del Kremlin.
Rusia dedica una enorme estructura de su inteligencia militar (GRU) a los sabotajes, ciberataques y operaciones de interferencia política y propaganda destinada a Occidente. Pero el GRU, como la mayoría de las estructuras de espionaje ruso que operaban bajo cobertura diplomática en Europa, perdió a la inmensa mayoría de sus activos tras la invasión rusa de Ucrania, con la expulsión de cientos de diplomáticos por las sanciones de la UE a la órbita del Kremlin.
Reconstruir la red de inteligencia
Ahora, Moscú está reconstruyendo esa red. Mientras, emplea otras herramientas, como la colaboración con organizaciones criminales o el reclutamiento, a través de las redes sociales y de aplicaciones de mensajería como Telegram, de personas para que lleven a cabo sus actos de sabotaje. Así lo muestra una investigación reciente en Alemania, otra en República Checa y una más en el Reino Unido, donde se ha procesado judicialmente a una persona por incendiar un almacén vinculado a Ucrania.
La lista de agresiones rusas en suelo europeo se asemeja a una película de espías. De hecho, el Kremlin las utiliza para su propia propaganda con el argumento de que Occidente culpa a Moscú siempre. Pero no lo son. Van desde el asesinato en Alicante de un piloto ruso que había desertado a Ucrania el año pasado a los ataques a cables submarinos de telecomunicaciones bajo el mar Báltico a incendios en almacenes militares. Este domingo, los observadores estarán muy pendientes también de Moldavia, donde el Gobierno ha denunciado intentos de injerencia política por parte de Moscú, que quiere volver a atraer al pequeño país —candidato a la UE— a su esfera de influencia.
Un informe del Center for Strategic and International Studies (CSIS), que ha estudiado la guerra híbrida del Kremlin contra Occidente describe que Rusia dirigió el 27% de sus ataques a objetivos de transporte (como trenes, coches y aviones), otro 27% contra objetivos gubernamentales (como bases militares y funcionarios), el 21% contra objetivos de infraestructura esencial (oleoductos, cables submarinos de fibra óptica y red eléctrica) y otro 21% sobre la industria (sobre todo, contra empresas de defensa). “Muchos de esos objetivos tenían vínculos con la ayuda occidental a Ucrania, como empresas que producían o enviaban armas y otros materiales a Ucrania”, apunta el informe.
Con la guerra en Ucrania estancada y los llamamientos del presidente de EE UU, Donald Trump, a Putin, para que negocie un alto el fuego en el conflicto, hay divergencias entre los expertos y analistas sobre los motivos que llevan a Rusia a elevar la tensión con Occidente. Algunos, como Natasha Lindstaedt, profesora en la Universidad de Essex, consideran que el jefe del Kremlin está probando las aguas de lo que puede hacer con la guerra híbrida cuando las tácticas convencionales son costosas y su economía está herida.
Otros le describen como “crecido” tras la reunión con Trump en Alaska del pasado agosto y consideran que ha malinterpretado las señales. “Es probable que el Kremlin se sintiera envalentonado por la percepción de un interés estadounidense menguante en Europa, lo que condujo a acciones de política exterior más asertivas”, explica también Charlie Edwards, del IISS.
Además, la guerra híbrida del Kremlin contra Occidente ha intensificado el debate en Europa sobre cómo reaccionar y responder ante la amenaza y las agresiones rusas. Ahora, países vecinos de Rusia, como Lituania, piden más fuerza contra Moscú y que se abra la posibilidad de derribar no solo a los drones sino a los cazas rusos que entren en su espacio aéreo. “Nos movemos sobre un hilo muy fino, y eso también beneficia al Kremlin, que explota y se alimenta de las provocaciones. Eso también es guerra híbrida”, zanja una diplomática europea que pidió no ser identificada.