Argelia se enfrenta a las urnas sin opciones de cambio tras el aplastamiento de las protestas populares

Próximo a los 80 años, el presidente Tebún busca la reelección tras haber asegurado que solo permanecería un mandato en el cargo. La oposición que se movilizó en 2019 para impedir que Buteflika se eternizara en el poder tacha las elecciones de “injustas y antidemocráticas”

El presidente de Argelia, Abdelmayid Tebún, en un acto en Argel en marzo.Anadolu (Anadolu via Getty Images)

Abdelmayid Tebún cumplirá 80 años en 2025, previsiblemente instalado aún en el palacio de Al Muradia de Argel, sede de la presidencia. Exjefe de Gobierno, varias veces ministro, arquetipo del aparato de poder que rige el país magrebí desde su independencia en 1962, llegó hace cinco años a la jefatura del Estado con el compromiso de permanecer solo un mandato al frente del país, como dio a entender, para pilotar una transición ordenada hacia la democracia. Entre el eco de las reivindicaciones de una masiva revuelta pací...

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Abdelmayid Tebún cumplirá 80 años en 2025, previsiblemente instalado aún en el palacio de Al Muradia de Argel, sede de la presidencia. Exjefe de Gobierno, varias veces ministro, arquetipo del aparato de poder que rige el país magrebí desde su independencia en 1962, llegó hace cinco años a la jefatura del Estado con el compromiso de permanecer solo un mandato al frente del país, como dio a entender, para pilotar una transición ordenada hacia la democracia. Entre el eco de las reivindicaciones de una masiva revuelta pacífica, Argelia parecía cambiar, pero finalmente todo ha seguido igual.

El mandatario sucedía en el cargo al octogenario Abdelaziz Buteflika, último dirigente de la era de la guerra contra el poder colonial francés, quien gobernó durante dos décadas marcadas por la corrupción. Cuando aspiraba a un quinto mandato consecutivo, a pesar de encontrarse gravemente enfermo y ausente de la vida pública, el estallido popular del Hirak (movimiento, en árabe) forzó su retirada de los comicios.

Respaldado por el Ejército y los partidos oficialistas, Tebún optó entonces a la presidencia con un programa de manos limpias y la promesa de escuchar las reclamaciones de Estado de derecho y libertades coreadas cada semana por millones de manifestantes en las calles argelinas. Ganó con el 58% de los votos, pero la participación fue de apenas el 39%, la más baja en la historia electoral del país. El pasado jueves, a pocas horas de que expirara el plazo legal, presentó su candidatura a la reelección, para poder acabar el trabajo iniciado, según alegó. Él mismo había adelantado las presidenciales al 7 de septiembre, en una campaña que coincide con la canícula norteafricana y las vacaciones de verano.

El Tribunal Constitucional deberá proclamar esta semana a los candidatos que aspiran a retarle tras examinar si reúnen los requisitos legales, pero al menos dos de las fuerzas que encabezaron el Hirak ya han dado la espalda a las urnas. Athmán Mazuz, presidente de la Agrupación por la Cultura y la Democracia (RCD, en sus siglas en francés), ha anunciado el boicot electoral por parte del partido clave en la región bereber de la Cabilia (noreste de Argel). El “déficit de confianza en los comicios, que solo persiguen la supervivencia de los escombros del sistema” es la razón esgrimida por el RCD. “Estas elecciones no tienen ningún interés para la inmensa mayoría de los ciudadanos”, ha asegurado la organización en un comunicado: “La campaña se desarrolla en medio de la represión de la oposición y una cortina de plomo sobre los medios de comunicación”.

Al frente de la izquierda radical, la veterana líder del Partido de los Trabajadores, Luisa Hanún, también ha descartado, a través de las redes sociales, su candidatura a las presidenciales ante unas condiciones legales que describe como “injustas y antidemocráticas”. Considera que la actual campaña impone las mayores restricciones desde 1999, cuando Buteflika fue elegido por primera vez después de que se retiraran el resto de candidatos la víspera de las votaciones.

Zubida Assul, exjueza progresista que ha lanzado una candidatura en Argelia para desafiar al régimen en las presidenciales de este año y que aspira a recoger el voto de oposición y las fuerzas del Hirak, en una imagen cedida.
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Hanún fue encarcelada por su participación en las protestas del Hirak en 2019. Desde el centroizquierda, la abogada de detenidos en las protestas populares y antigua jueza Zubida Assul, confirma que se mantiene por ahora en la carrera electoral. “Estamos a la espera de que el Constitucional valide nuestra candidatura. En caso contrario, actuaremos en consecuencia”, en una alusión al boicot a las urnas, advierte desde Argel un responsable de su campaña.

La reelección de Tebún vendrá a constatar que el aparato político de base militar en el poder en Argelia se ha consolidado tras haberse visto sacudido por el estallido de las movilizaciones populares que apearon del poder a Buteflika, según coinciden en señalar las principales fuerzas de oposición argelinas. Como destaca el semanario francés Jeune Afrique, “Tebún ha eliminado el antiguo régimen [de Buteflika], cuyas secuelas ha heredado, al tiempo que ha reproducido casi el mismo modelo de gobernanza”.

El presidente saliente proclamó hace cinco años que no tenía la intención de “eternizarse” en el poder. Ahora aspira a permanecer en el cargo al menos hasta los 84 años, aunque su avanzada edad y su estado de salud suscitan dudas. En 2020, permaneció hospitalizado durante varios meses en Alemania a causa de una prolongada infección por covid.

Quienes sí se han decidido a plantar cara a Tebún y al régimen bajo permanente tutela militar que controla la Argelia poscolonial desde hace más de seis décadas, aunque con escasas opciones en las urnas, son el socialista Yucef Auchich, y el islamista moderado Abdelali Hassani Cherif. El primero busca recabar apoyos para el histórico Frente de Fuerzas Socialistas ante las próximas legislativas en la región beréber de la Cabilia, donde compite directamente con el RCD. El segundo es el líder del Movimiento de la Sociedad por la Paz, un partido que orbita en torno al poder desde el fin de la guerra civil entre el ejército y grupos integristas islámicos, que desangró Argelia durante la última década del siglo XX con más de 100.000 muertos.

No hay ningún rival potencial para Tebún. Sus principales adversarios van a ser la abstención, el boicot de la oposición y el desencanto de unos ciudadanos defraudados por las promesas incumplidas de reformas tras las masivas movilizaciones del Hirak. La represión de los últimos rescoldos de la revuelta de 2019 ―en favor de una “Argelia libre y democrática” y por “un Estado civil, no militar”― ha arrojado tras los barrotes a decenas de opositores y disidentes, según constata Amnistía Internacional en su último informe. La pandemia interrumpió en 2020 las protestas, y cuando se reanudaron al año siguiente fueron reprimidas bajo la acusación de “atentar contra las instituciones”.

El actual presidente cuenta con el respaldo del Ejército, personificado en el jefe del Estado Mayor, el general Said Chengriha. En uno de sus últimos decretos presidenciales antes de confirmar que se presentaba a la reelección, Tebún ha autorizado a los militares de carrera a ocupar puestos de dirección ejecutiva en la Administración civil, en áreas consideradas “estratégicas y sensibles para la seguridad”, una medida que ha sido descrita por la oposición como un paso hacia la militarización del Estado.

Promesa de duplicar los salarios

En un nada velado programa de campaña, Tebún ha prometido duplicar los salarios en el horizonte de 2026-2027 e incrementar el PIB (producto interior bruto) en un 60% para esas fechas gracias al auge de los ingresos por la exportación del gas natural a causa de la guerra en Ucrania. Argelia se dispone a multiplicar por dos su producción anterior a 2022 ante el veto europeo a las importaciones desde Rusia, según anticipa la agencia Reuters.

En 2023, el país magrebí suministró el 19% del gas natural exportado por gasoducto a la UE, solo tras Noruega (54%) y por delante de Rusia (17%). En España, el 29,2% del gas importado fue de origen argelino. El gasto público, sin embargo, se ha disparado y multiplicado casi por dos, hasta el 9% de déficit presupuestario, de acuerdo con los datos del Banco Mundial. El modelo de Estado protector, que distribuye los beneficios de los hidrocarburos entre la población, implantado desde la independencia de Francia, se ha visto reforzado por alza de los precios de las exportaciones del gas tras la guerra en Ucrania.

Argelia, sin embargo, se acerca a los 50 millones de habitantes, según proyecciones demográficas recientes, y, aunque la agricultura se ha expandido en las dos últimas décadas, necesita importar la mitad de los alimentos que consume, como en el caso de los cereales. La bonanza del gas tampoco oculta carencias, como la de suministro de agua a la población, en medio de una prolongada sequía en el Magreb, que ha desatado las primeras protestas populares de entidad desde el aplastamiento del Hirak.

El pasado junio, cientos de manifestantes cortaron carreteras y quemaron neumáticos en la ciudad de Tiaret, a 250 kilómetros al suroeste de Argel. El presidente Tebún había prometido a sus 200.000 habitantes que el agua saldría por los grifos en el Eid el Adha, a mediados del mes pasado, pero las conducciones estaban secas en plena festividad musulmana del sacrificio.

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