Los laboristas ganan las elecciones en el Reino Unido con una aplastante mayoría, según los sondeos a pie de urna

Keir Starmer será el nuevo primer ministro si se cumplen los pronósticos, que certifican el hundimiento del Partido Conservador

Keir Starmer, este miércoles, en un acto electoral en Redditch (Reino Unido)Phil Noble (REUTERS)

El Partido Laborista ha logrado una aplastante mayoría parlamentaria en las elecciones de este jueves, según el sondeo a pie de urna divulgado por las principales cadenas de televisión británicas. El líder de la formación, Keir Starmer, que recibirá este mismo viernes el encargo del rey Carlos III para formar Gobierno y se convertirá en el nuevo primer ministro, se dispone a poner fin a una era conservadora que se ha prolongado du...

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El Partido Laborista ha logrado una aplastante mayoría parlamentaria en las elecciones de este jueves, según el sondeo a pie de urna divulgado por las principales cadenas de televisión británicas. El líder de la formación, Keir Starmer, que recibirá este mismo viernes el encargo del rey Carlos III para formar Gobierno y se convertirá en el nuevo primer ministro, se dispone a poner fin a una era conservadora que se ha prolongado durante 14 años en el Reino Unido.

La encuesta de Ipsos, dirigida por el sociólogo John Curtice para las cadenas BBC, ITV y Sky News, otorga a Starmer 410 diputados de una Cámara de los Comunes con 650. El Partido Conservador se hundiría, con 131 escaños (234 menos que los que obtuvo en 2019). El partido del populista Nigel Farage entraría finalmente en el Parlamento, con 13 diputados. Los liberaldemócratas, con 61 representantes, se recuperarían de su crisis al convertirse en la tercera fuerza. Los nacionalistas escoceses del SNP, en cambio, caerían estrepitosamente de sus 48 diputados (actualmente 43) a apenas 10.

El sondeo, divulgado poco después de las 22.00 del jueves (23.00 en horario peninsular español), ha demostrado una gran precisión en su pronóstico de las últimas cinco elecciones parlamentarias. Si vuelve a acertar en esta ocasión, los laboristas habrían obtenido la mayor ventaja de escaños de un vencedor respecto al partido rival desde 1931, y los tories habrían registrado su peor resultado histórico (hasta ahora fue el de 1906, con 150 diputados).

El Nuevo Laborismo de Tony Blair logró en 1997 un total de 418 escaños, pero los conservadores obtuvieron entonces 165 diputados, con lo que la de Starmer sería una victoria aún más holgada.

“A todos los que han hecho campaña por el laborismo en estas elecciones, a todos los que nos han votado y depositado su confianza en un Partido Laborista renovado, gracias”, escribía Starmer en X (antes Twitter) nada más cerrarse las urnas y al conocerse el resultado del sondeo a pie de urna.

La hora de “remangarse”

Si los resultados confirman este aplastante resultado, el candidato laborista habrá obtenido este jueves lo que pidió insistentemente durante seis semanas de campaña: una mayoría lo suficientemente cómoda como para poder impulsar el “cambio” prometido en los carteles y discursos electorales. Un mandato potente para poder “remangarse” de inmediato y mejorar la vida de los ciudadanos.

Starmer ha trabajado codo con codo todo este tiempo con un equipo de ministros en la sombra (como se conoce a los portavoces de la oposición para cada área de Gobierno), para poner en marcha de inmediato las primeras medidas. Sue Gray, la alta funcionaria que elaboró el informe inculpatorio sobre las fiestas prohibidas de Downing Street, durante el confinamiento, decidió hace más de un año aceptar la oferta de Starmer y ser su jefa de gabinete. Profesional, rigurosa, con un alto prestigio entre los políticos que la han tratado, Gray se ha encargado de asegurar que la maquinaria de la transición gubernamental funcione sin problemas.

Los cinco objetivos de Starmer

El líder laborista ha situado en un listón muy alto sus promesas y ambiciones. Durante los últimos meses ha anunciado, de llegar al poder, una “renovación nacional” que cambie por completo el panorama de deterioro y estancamiento del Reino Unido.

Cinco son los objetivos prioritarios que su programa electoral ha establecido con carácter de urgencia: devolver al país a la senda del crecimiento económico; reformar el Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés), que acumula listas de espera cercanas a los ocho millones de personas; introducir mejoras en la policía y en el sistema penal, para que las calles de las principales ciudades sean más seguras; lograr una energía ‘verde’ más asequible para los ciudadanos a través de una nueva compañía pública, Great British Energy; y una mejora general de las oportunidades vitales para todos los ciudadanos.

El nuevo Gobierno gozará probablemente en sus primeros días del apoyo y la buena voluntad del empresariado y de los mercados. El recuerdo de los 45 días desastrosos de la ex primera ministra Liz Truss, y del modo en que hundió la credibilidad económica internacional del Reino Unido, juega paradójicamente a favor de Starmer y de su equipo.

Starmer y su ministra de Economía en la sombra, Rachel Reeves, han logrado transmitir a los empresarios y a los mercados una imagen de seriedad y responsabilidad fiscal. Sus anuncios de futuras subidas de impuestos han sido muy mesurados, con más carácter simbólico que potencial recaudatorio.

Starmer y Reeves se han comprometido a no tocar ni el impuesto sobre la renta ni el de sociedades, al menos en su primera legislatura. Por eso muchos expertos han expresado su escepticismo ante todas las promesas laboristas —miles de incorporaciones nuevas al personal sanitario, o miles de nuevos profesores—, al no tener claro de dónde surgirá la financiación necesaria para todas esas mejoras.

La apuesta por el crecimiento

Crecimiento económico. Esa es la obsesión del nuevo primer ministro. Crecimiento para que la riqueza se redistribuya y llegue a todos los bolsillos. Una idea que puede sonar voluntarista, pero que viene acompañada de una serie de propuestas de reformas estructurales que aspiran a facilitar la salida del Reino Unido de un estancamiento que se arrastra ya casi una década y media.

Por ejemplo, un nuevo sistema de planificación urbana que agilice el proceso de expropiación y recorte los derechos de muchos propietarios, que han logrado hasta ahora eternizar, encarecer y hasta paralizar proyectos imprescindibles como la línea de alta velocidad hacia el norte de Inglaterra.

O una reforma de la legislación laboral que mejore los derechos de los trabajadores del Reino Unido, para que sea más atractivo el cambio de puesto y el mercado gane en agilidad y productividad.

Pero el principal desafío del Gobierno entrante, en los primeros días del verano inglés, será la misma crisis que Sunak convirtió en su obsesión personal: la oleada de inmigrantes irregulares que siguen llegando a las costas del Reino Unido. Las previsiones oficiales sugieren que la cifra de este año puede volver a ser muy elevada. Hasta 40.000 nuevos solicitantes de asilo. Starmer ha prometido eliminar los planes de deportación a Ruanda, por ineficaces, y concentrarse en poner en marcha un nuevo Mando Conjunto de Control de Fronteras, que golpee con dureza a las mafias que trasladan a los inmigrantes.

Una nueva relación con Europa

Aparcado el Brexit en un cajón, y sin posibilidad de revertir la situación, el nuevo primer ministro ha anunciado una mejora de las relaciones con la UE, empezando por el refuerzo en la cooperación en materia de Seguridad y Defensa. Ese es el camino, ha vaticinado, para lograr otras mejoras necesarias, como una relación comercial más fluida con el mercado interior comunitario.

El 18 de julio, Starmer acogerá en el palacio de Blenheim, en Woodstock, la cuarta cumbre de la Comunidad Política Europea, donde podrá demostrar la voluntad de entendimiento con sus colegas de la UE.

Un día antes, el 17, habrá tenido lugar en el Parlamento de Westminster el ‘Discurso del Rey’. Carlos III leerá ante las dos Cámaras la agenda legislativa del nuevo Gobierno de Su Majestad, que, 14 años después, volverá a tener un aroma socialdemócrata.

En la bancada de la oposición, los diputados del Partido Conservador —aquellos que hayan logrado sobrevivir a la masacre electoral— estarán más pendientes de su futuro inmediato que de los planes del Gobierno. Los tories deberán decidir pronto si siguen rodando por la cuesta del populismo de derechas o desean convertirse nuevamente en una formación con voluntad de gobierno.

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